Día Mundial de la Sonrisa: la inesperada historia de por qué se celebra el 6 de octubre

En menos de diez minutos y usando un círculo amarillo, una línea negra a modo de sonrisa y dos puntos que completaban el gesto, Harvey Ball creó la carita sonriente que más tarde bautizó como “Smiley”. 

Una vez entregado el diseño, cobró los 45 dólares que había acordado con su cliente y siguió con su vida, sin imaginarse que ese no estaba ni cerca de ser el final de esta historia. 
 

El impacto de Smiley fue tan grande que los 100 productos que se mandaron a hacer con su imagen pasaron a ser 10 mil y, como Ball no había patentado su diseño, fue cuestión de tiempo que lo empezaran a usar para otros negocios. 

Protagonizó la campaña de un banco, apareció en tazas, remeras, pines, pósters y hasta llegó a las páginas del New Yorker. Sin embargo, su salto a la fama internacional no fue hasta que el periodista francés Franklin Loufrani patentara un diseño muy similar (sin darle crédito al original) para usarlo en las publicaciones de sus revistas, lo que llevó a que su hijo Nicolas lo convirtiera años más tarde en un emoticón que, en cierto punto, fue el padre de todos los emojis que hoy forman parte del lenguaje digital. 
 

Harvey Ball no vio ni un centavo de las recaudaciones millonarias que se hicieron gracias a su trabajo, pero ese no representó un problema para él. Con pocas ambiciones monetarias, tuvo otra visión y le dio a Smiley un objetivo más desinteresado.

En 1999 fundó la World Smile Corporation e instauró el Día Mundial de la Sonrisa con el fin de recaudar fondos para su ONG, World Smile Foundation, la cual respalda causas que luchan por garantizar los derechos de las infancias. El lema de la efeméride es: “Hacé una buena acción, ayudá a una persona a sonreír”.