Historia de vida: "Me convertí en mamá por adopción"
Paula Soldo (37) nos cuenta cómo fue la llegada de Max, el hijo que tiene con Sebastián Marsiglia (33)
6 de noviembre de 2012 • 12:34
En familia: Paula, Sebastián y Max - Créditos: Mariana Roveda
Por Carola Birgin
"Me preparé para este tipo de maternidad". A los 19, supe que no iba a poder tener hijos biológicos. Así que, para mí, la opción para convertirme en mamá era adoptar. Venía elaborándolo desde entonces, me preparé para este tipo de maternidad. Desde hace siete años, estoy en pareja con Sebastián. Nos fuimos a vivir juntos y tres años después, cuando pensamos en la posibilidad de formar una familia, nos casamos. Según la ley argentina, podés hacer una adopción monoparental, pero si es en pareja, hay que estar legalmente casados.
"El tema de la adopción se instaló con naturalidad en nuestra pareja". Desde que nos conocimos, hablamos mucho de todo lo que significa la adopción, del lugar en que se pone la pareja, del lugar social que pasás a ocupar cuando adoptás un hijo. Aun antes de conocerme, Sebas pensaba en la adopción como algo muy lindo. Para él, plantearle que yo no podía tener hijos biológicos no fue un tema extraño ni algo que necesitó elaborar. Desde el principio, esta posibilidad se instauró muy naturalmente en nosotros como pareja.
"Tardamos diez meses en llegar a presentar el legajo. Es un tiempo necesario". El casamiento fue en marzo de 2009, y en abril nos anotamos en RUAGA , que es el Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos. Primero, tuvimos una entrevista en la que nos informaron acerca de los trámites que formaban la carpeta que debíamos presentar (informes ambientales y psicológicos, médicos, certificado de domicilio, de deudores alimentarios y antecedentes penales, además de certificación de ingresos). Luego, tuvimos que participar en unos talleres. Son encuentros obligatorios en los que se encuentran preadoptantes y se trabajan distintas temáticas. Luego, tenés la visita del asistente social. Todo esto fue sucediéndose con dos o tres meses entre cada cosa. Estuvimos diez meses transitando esta etapa que termina cuando presentás la carpeta completa. Al principio, a uno le parece que las cosas son largas y cuestan, pero en el camino van pasando muchas cosas. Y después ves que es un proceso que lleva un tiempo, sí, pero que es un tiempo necesario.
Créditos: Mariana Roveda
"En el foro identificás tus interrogantes". A la par, fuimos a un foro de adopción, de la Fundación Psicoanalítica, que lo coordina Eva Giberti. Los encuentros son mensuales y te dejan tela para cortar durante todo el mes. Es muy enriquecedor porque escuchás un montón de historias. Te ayuda a identificar cuáles son tus interrogantes, a involucrarte y, al mismo tiempo, a tomar distancia. Porque son las vivencias de otro, y cada uno va haciendo un camino propio. Conocimos muchas mujeres, muchas familias, que venían de probar primero de manera natural, de intentar luego con fertilización asistida y nada. Esas parejas llegan con una carga pesada, con un duelo reciente y en común. Mi caso fue diferente, porque mi duelo lo hice desde los 19 años, sola.
"Poder contarle la historia a nuestro hijo". En los foros recibís mucha información. Nos sirvió como disparador para poder hacer nuestro camino, ver cómo movernos. Viajamos y presentamos carpetas en algunos registros del interior del país. Es que no todas las provincias están en el Registro Único. Nosotros aplicamos en Formosa, en Salta y en Misiones, es para abrir un poco más el juego. Busqué bastante en internet, y ahí te enfrentás con historias muy oscuras, de adopciones complicadas, que nos servían al menos para entender qué queríamos hacer. Para nosotros, era muy importante ir paso a paso, correctamente, dar la chance a que, haciendo las cosas como tenían que hacerse, pudiéramos adoptar. Confiábamos en que todo podía ser como tiene que ser. Queríamos poder contarle la historia a nuestro hijo. La verdad de todo.
"Lo más arduo de la adopción es la espera". Una vez que está la carpeta aprobada, hay que esperar. No es que te olvidás, vos no sabés qué está pasando, eso genera mucha ansiedad. Lo más arduo de la adopción es la espera, lo que genera todas las discusiones. Es necesario lograr que sirva para algo, por lo menos ése era mi objetivo: me permití pensar y reacomodar cosas, me dejé crecer el pelo (no me lo cortaría hasta que sucediera la adopción), compramos un auto y me puse a manejar, cosas pendientes. Y empecé a trabajar desde casa para estar más, entendí que sería importante cuando llegara nuestro hijo. Para esto, el foro es fundamental.
"Ser manso y poder cambiar para quitarte el traje de superhéroe". Uno tiene que poder correrse de la omnipotencia y ponerle una cuota de realidad al proyecto. Culturalmente, muchos ven la adopción como "un acto de amor", pero tenés que poder ver la realidad. Está bueno poder ser manso y cambiar. Cuando armás tu postulación, elegís qué querés. Y en ese momento uno es una mezcla de fantasía grande. De pronto, sentís: "Adopto cualquier cosa, viva el amor". Pero el Estado no te está buscando un hijo. Está buscando una familia para un niño que no la tiene. Está bueno que uno lo pueda decir y lo pueda sentir, porque, en realidad, lo que pasa es que todos vamos a buscar que nos den el hijo que no podemos tener, pero hay un clic cuando te corrés de lugar. Nosotros pasamos por todos los estados. Al principio, postulamos que queríamos adoptar hasta dos hermanitos, que tuvieran hasta 4 años. Pero de pronto caés en la realidad, en tu realidad y en tus limitaciones. No, ¡pará! Y te quitás el disfraz de súperhéroe, te sacás el "yo puedo", te mirás realmente y aceptás: "Podemos un bebé, de hasta un año, uno solo. Es lo que queremos y lo que podemos". Nosotros cambiamos nuestra postulación cuando pudimos observarnos, pensarnos como padres reales y nos sacamos de encima esa dulce omnipotencia. Pedimos que fuera sano.
"Nos habían elegido. Había un bebé que nos estaba esperando". Un lunes caluroso de noviembre, 8 de la mañana. Yo todavía estaba durmiendo. Sebastián se hacía un jugo de mandarina en la cocina. Sonó el teléfono y eran del juzgado. Dijeron: "Hola, te hablamos por la carpeta de RUAGA, del Juzgado N° 81, queríamos ver si pueden venir (...) sí, hoy, ¿les parece a las 10?". Sebas vino y me dijo que nos habían llamado por el expediente. Me senté automáticamente en la cama, pero no se me pasó nada más por la cabeza que la idea de que faltaba algún papel o que nos iban a pedir una justificación de ingresos. Ahora que repaso, algo debíamos intuir, porque los dos pensamos que era una visita burocrática, pero estábamos nerviosos. Llegamos al juzgado en la calle Talcahuano al 400, subimos al sexto piso, esperamos en la oficinita típica de zona de Tribunales, mucha gente yendo y viniendo. Estábamos en alerta porque no sabíamos qué nos iban a pedir y porque te sentís en algún momento un poco tironeado y saturado del papelerío. Vimos al secretario -Sebastián, se llama también-, que se reía, que estaba muy feliz. Nos saludó con besos y abrazos y nos preguntó: "Chicos, ¿ustedes saben por qué están acá?". Inmediatamente nos pusimos a llorar los dos. Nos habían elegido. Había un bebé que nos estaba esperando. La jueza Ana María Pérez Catón se presentó, nos hizo unos preguntas y nos sugirió: "Vayan a tomar un café, disfruten de su último café tranquilos. Y vayan al Hogar". Tomamos el café en estado de shock.
Créditos: Mariana Roveda
"Era él, mi hijo, no podría haber sido otro". Nos subimos a un taxi para cruzar la capital haciendo miles de llamados a nuestra familia con la noticia. Nos despedimos de un taxista muy emocionado y tocamos el timbre del Hogar. Nos hicieron pasar y vimos venir a una mujer con un bebé sonriente. Él venía con los bracitos estirados. Le hicimos upa, se quedó con nosotros cantando canciones. Llegaba Max, y había algo muy fuerte que se inauguraba para nosotros: llegaban otra Paula, otro Sebastián. Muchas veces me vuelve esa sensación de decir: "Qué fuerte este momento"..., y lo veo a él y veo cómo interrelacionamos las cosas y digo que no podía haber sido otro. Ese día, salimos a las 9 de la mañana de casa y a las 14 volvimos con nuestro hijo. Fue una explosión. No teníamos nada de bebé porque no habíamos querido comprar en la espera. Mamás, hermanos, tías, primos y amigos: todos movilizados a comprar ropa y mamaderas o a colaborar con practicunas, carritos, más ropa y juguetes de bienvenida.
"Vivimos una fiesta larga". La adopción genera muchas emociones, en uno y en los otros. A veces te hacen comentarios. Un día, estaba comiendo con una amiga y una mujer preguntó: "¿Quién es la mamá?, porque no se parece...". Yo ya estoy preparada para eso, o para cuando te dicen: "Qué buena obra que estás haciendo...". A mí no me gusta esa cosa altruista. Se puede construir una familia de diferentes maneras. Ya llevo once meses como mamá. Fue muy linda la edad en que nos encontramos, pasamos momentos de su vida preciosos: empezar a caminar, lo escuchamos pronunciar sus primeras palabras, celebramos el primer cumpleaños... Desde noviembre hasta ahora, fue todo tan hermoso, como que venimos viviendo una fiesta larga. Hasta pensamos que queremos que en algún momento Max tenga un hermano.
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