¿Momentos incómodos con el sexo masculino?
A todas alguna vez nos pasó, pero de esas experiencias aprendimos y estamos listas para enfrentarlo todo, o al menos casi todo. Acá te compartimos tres situaciones ficticias (ejem, que podrían ser reales…) ¿Vos, cómo actuás?
1 de agosto de 2014
Situación uno: misterios de la casa compartida
La calma antes de la tormenta... - Créditos: Corbis
Hace unos meses te fuiste a vivir con tu novio y estás feliz, aunque cuidás absolutamente todos los detalles para no perder el misterio del amor. Antes de salir para el laburo dejás todo impecable y si llegás antes también acomodás las cosas para que él encuentre el ambiente prolijo. Pero, como todo lo que es idílico, esto también puede fallar, y las hilachas de la convivencia pueden saltar a la vista. ¿Cómo? Un día llegaste temprano del trabajo y te reservaste un tiempo para vos, lo cual está buenísimo. Fuiste al baño, llenaste la bañera de sales y mientras se llenaba con agua aprovechaste para derretir la cera depilatoria en el microondas. Cuando todo estuvo listo fuiste al baño y empezaste a emprolijar tus axilas y después el resto de tu cuerpo. Al terminar dejaste todo a un costado y te metiste en la bañera con la puerta abierta, feliz por ser dueña de la tarde y disponer de la casa. Al segundo, cuando ya empezabas a relajarte, sentís las llaves en la puerta. Tu corazón se acelera porque pensás que tu novio va a encontrar el tarro de cera y los restos usados, una intimidad que no querías revelar. Pero después te das cuenta de que te va a encontrar como una diva sexy nadando en sales y te relajás. De repente te volvés a alterar porque no es su voz la que escuchás. Es el encargado del edificio que, convencido de que no había nadie, entra con el fumigador y se dirige al baño. Por suerte, saltás del agua con tanta desesperación que alcanzás a ponerte la bata en un segundo y todo termina relativamente bien. Eso sí, a la noche, las explicaciones del caso que le pedís a tu novio son kilométricas.
Situación dos: sexy se quiere lucir
¿Te quisiste hacer la sexy y te salió mal? - Créditos: Corbis
Tenés una muy buena semana. Estas muy contenta y la vida te sonríe. Cada vez que te mirás al espejo por la mañana, te gustás, más allá de pequeñas cosas que podés no amar tanto en vos misma. En el baño, frente al espejo, te inspeccionás cada detalle. Hace algunas semanas empezaste nuevos cuidados para tus axilas y están tal como querías… ¡divinas! ¿Cómo es eso?Cuando las tocás se sienten suavecitas, la piel está sin manchitas y no se ve ningún pelito. Entonces se te ocurre que esta es una buena ocasión para lucirlas en pareja.
Esa noche preparás una rica cena y esperás a tu chico con el camisón más sexy que tenés. Cuando llega te le tirás encima y lo abrazás tan fuerte que parecés una bufanda sobre su cuello. El te besa con mucha pasión y te dice con mucha dulzura: "Qué rica comida, qué embole que justo tengo fútbol con los chicos y nos vamos a comer pizza. ¿Y si la guardás para mañana? Te amo, linda". Esas dos últimas palabras son las que lo salvan de una muerte segura. Lo dejás ir y lo más light que pensás es: "¿Cómo no me acordé que hoy era la noche de fútbol?"
Situación tres: nervios inesperados
El amor invernal puede surgir en cualquier momento - Créditos: Corbis
Son las 12 de la noche y suena tu teléfono. Una de tus amigas te llama para salir, pero tenés una fiaca terrible y estás con el pijama y las pantuflas puestas. Después de hora y media en el teléfono te convence de salir en la noche invernal. Te arreglás como podés -de acuerdo a tus pocas ganas- y se van a un bar. Para tu sorpresa, el lugar está más animado de lo que pensabas. No parás de hablar, pasás algún teléfono y la noche se vuelve más que interesante. Incluso se te acerca el que más te interesa del lugar. El programa parece que se va a extender pero, aunque entusiasta ya estás diciendo que sí a nuevas propuestas, un pensamiento te cambia la expresión y te preguntás: "¿cómo está mi depilación?" Auch. Rápidamente barajás opciones que no incluyan la posibilidad de estar junto a él con poca ropa, por las dudas. "¿Cómo puede ser que no me acuerde si estoy peluda o no?" Y haciendo memoria recordás que fuiste hace 15 días a depilarte y quizás no estés tan prolija.
"¿Y si lo dejamos para otra vez?", le decís y por dentro te morís de miedo de que la oportunidad se pierda. Tranquila y pensativa vas a tu casa. Te metés en el baño, te mirás al espejo y te encontrás con una tremenda sorpresa: tu piel está increíble, tus axilas están divinas y todavía sentís el rico perfume del jabón que usaste para ducharte. "Ufa", decís y maldecís tu poca memoria.
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