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¿Cómo crear tu marca personal?: guía práctica y ejercicios para potenciarte

¿Qué querés decirle al mundo? Te damos claves y ejercicios para que puedas indagar cuál es tu marca personal y encontrar esa huella que te hace única.




No hace falta salir a buscarla, ni diseñarla, ni inventarla: todas tenemos una marca personal. Es que se trata de esa huella que dejamos por ser quienes somos y hacer lo que hacemos, y –a menos que vivas en el medio de una isla sin contacto con nadie– siempre estamos generando un impacto en los otros al vincularnos. 

La ecuación cambia cuando te empezás a preguntar si esa huella que estás dejando está a la altura del talento que traés y lo que tenés para dar. Ahí entra el concepto del personal branding, que es la gestión de esa huella: el diseño de un proceso sostenido y consciente no solo para hacerla visible, sino, ante todo, para indagar en quién sos, para (re)conocerte y, a partir de allí, entender qué valor podés aportar en el otro y compartirlo. 

La “vidriera” que imaginamos como la definición de la marca personal es, en verdad, el último paso de un trabajo profundo, que implica sumergirse en las aguas del autoconocimiento, bucear bien hondo para entender quiénes somos, cuál es nuestra esencia, qué valor aportamos desde nuestras habilidades y cómo las ponemos en ejercicio –en función de cómo definamos trazar nuestro camino y nuestros objetivos–, y recién después llega el cómo nos mostramos. Si lo anterior está trabajado y es sólido, entonces esa visibilidad tendrá coherencia: característica fundamental e indispensable de toda buena marca.

¿Qué es la marca personal?

Guillem Recolons –consultor y autor barcelonés– compara la marca personal con un iceberg. Lo que vemos es apenas un 20% de lo que en verdad la compone, el resto está sumergido, y allí hay varias capas: en lo más profundo está el autoconocimiento (creencias, valores, motivaciones, habilidades, dones, nuestro ser), y solo cuando somos conscientes de esa parte podemos seguir nadando hacia el siguiente nivel, el de la estrategia (es la “hoja de ruta” donde definimos objetivos, visión, mensajes, públicos, plan de acción). Recién después podremos salir del agua y llegar a la etapa de lo que se ve del iceberg, es decir, nuestra visibilidad, que será definir cómo vamos a comunicar quiénes somos y el valor que aportamos. En su libro Si no aportas no importas, Recolons afirma que “en tu maleta de valores no podrá faltar la autenticidad –la esencia de tu marca–, la diferencia –eso que te hace inimitable– ni la relevancia –eso que te convierte en una persona valiosa–”. Y además tendremos que ser fieles a nuestros “superpoderes”, ya que son los que configuran nuestra personalidad. ¿Estás lista para bucear?

Conectate con tu valor

Todas podemos aportar valor desde lo que hacemos, siempre y cuando podamos reconocerlo primero: suele ser más fácil reconocer el valor de los demás que el propio. Por eso, conectarnos con nuestro valor debe ser un trabajo consistente y continuo, que es, ante todo, de autoconocimiento, y que debe estar sostenido en un compromiso: el de brindarte al mundo desde tu mejor versión. 

En branding hablamos de “promesa de valor”: todas estamos prometiendo algo por ser quienes somos y hacer de la manera en que hacemos. Por ejemplo: si contrato a María para entregar una nota de último momento, sé que la hará a tiempo porque es súper prolija con los deadlines y resuelve bien bajo presión (porque así fue las veces anteriores y eso es parte de su huella). Pero también funciona al revés: mejor no pedirle al plomero que llamé la última vez que venga a arreglar el calefón porque me cobró de más y no resolvió el problema doméstico anterior. En el primer caso, hay una promesa de valor que se sostiene y es positiva, en el segundo, una que está quebrada y que es negativa. Te proponemos que te des un espacio de tranquilidad y trabajes tu declaración de valor. Pensá en un verbo fuerte (pueden ser más) que sientas que es el motor de lo que hacés y luego conectalo con cómo bajás ese valor a tierra. 

Elevator pitch: un ejercicio para arrancar

Un ejercicio muy útil que se trabaja en marca personal y en oratoria es el del elevator pitch, que no es ni más ni menos que imaginar que te encontrás en un ascensor con alguien que hace mucho tiempo que no ves. ¿Cómo hacerlo? Acá va un paso a paso: 

  • Imaginate que te pregunta cómo estás y a qué te estás dedicando ahora y tenés que contarle en unos pocos pisos lo que mejor te represente. El desafío será que lo hagas en 60 segundos y que pienses que ese viaje puede ser crucial para conectarte con alguna oportunidad que te esté esperando. Subimos la apuesta y te proponemos que te grabes con el celular mientras lo hacés. Activá el cronómetro, dale play y... ¡arrancá!

  • Una vez terminado, preguntate: ¿cómo te sentiste durante y después del ejercicio? ¿Creés que te quedó algo sin decir? ¿El tiempo se te pasó rápido o lento?
     

  • Ahora, hacé el video nuevamente, pero sin olvidar estos puntos: contá cuál es tu profesión y las últimas habilidades que desarrollaste. Compartí qué estás haciendo ahora, dónde y cómo. Agregá para qué estás disponible hoy y/o qué estás buscando. Por ejemplo: “Armé un pódcast de yoga y estoy buscando sponsor”. 
    No te bajes del ascensor sin decir cómo y dónde te pueden encontrar.

  • Al terminar, compará los dos videos y registrá cómo te sentís, qué cambiarías, qué destacarías. ¿Hay algo importante que te quedó sin decir?

Hacé tu FODA personal

Seguramente hayas escuchado hablar del FODA. Define el análisis de fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas con el que las empresas o marcas se evalúan frente a sus competidores y el contexto, y a partir de ahí toman decisiones y elaboran estrategias a seguir. Lo interesante es que también podemos hacer un FODA personal: te permitirá mirarte desde diferentes ángulos, hacer un cambio en tu trabajo o llevar tu carrera a un nuevo nivel. Te va a permitir evaluar tu presente y tu futuro y te dará una perspectiva más clara no solo de qué hacés, sino también de cuáles son tus objetivos y dónde están los desafíos. También te da el reconocimiento de tus propias fortalezas y debilidades y es un ejercicio para tener conciencia de quién sos y cuáles son tus oportunidades de mejora. Te pasamos algunas preguntas para hacerte:

  1. 1

    FORTALEZAS:

    ¿Cuáles son mis habilidades más destacadas?
    ¿Qué suelen valorar mis clientes/jefes/colegas/conocidos de mi desempeño?
    ¿Qué aptitudes reconozco que tengo?
    ¿Qué me diferencia de otros colegas?

  2. 2

    OPORTUNIDADES:

    ¿De qué situaciones puedo beneficiarme?
    ¿En qué puedo apoyarme para avanzar?
    ¿Quiénes pueden ser mis aliados?

  3. 3

    DEBILIDADES:

    ¿Qué debo mejorar?
    ¿Qué me falta incorporar?
    ¿En qué áreas siento que necesito crecer para avanzar?
    ¿Qué aprendizajes puedo sumar?

  4. 4

    AMENAZAS;

    ¿Cuál es mi competencia directa e indirecta?
    ¿Cómo defino el contexto actual de mi país y del lugar en el que vivo?
    ¿Qué cambios pueden afectar mi negocio?

“El autoconocimiento es el principio y final del proceso”

  • Por Guillem Recolons (@guillemrecolons).

Lo que vemos en las demás personas no es sino la punta del iceberg de algo muy complejo que conocemos como marca personal. Tras cada persona, hay situaciones dramáticas, grandes momentos, vivencias y experiencias que configuran el ADN de esa marca personal. 
Es la parte oculta del iceberg, ese lado –no siempre visible– de nuestra marca personal y que es el verdadero protagonista de lo que acontece después. Tendemos a asociar autoconocimiento a dos palabras: “auto”, referida al yo, y “conocimiento”, pero podemos quebrar la palabra de otra manera para extraer la palabra “cimiento”, que me parece una representación muy visual de nuestra área introspectiva.

La realidad es que sin cimientos sólidos, no es posible levantar un edificio de varias plantas. Esa cimentación, nuestro autoconocimiento, permite levantar una estructura, nuestra estrategia personal, y después darle los acabados que harán visible y bonita esa edificación: muebles, decoración, colores, tejado, nuestra comunicación. 

El autoconocimiento es el principio del proceso, que precede a la estrategia y a la comunicación, pero también es el final: nunca paramos de conocernos, cambiamos, nos transformamos, y ahí está la gran riqueza de la marca personal, ese sello humanista que nos distingue del resto de seres vivos de nuestro planeta. Somos personas únicas, complejas, cambiantes, seres extraordinarios que pueden permitirse el lujo que ningún otro animal puede permitirse: autoconocernos constantemente para ser mejores personas. 

Experto consultado 
Guillem Recolons. Consultor y referente en marca personal y storytelling@guillemrecolons.

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