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Cerámica: empezaron de cero y hoy son referentes en la industria

Lourdes Fuhr y Juan Wilson son novios desde hace 15 años. Se lanzaron con Ciclo, este emprendimiento que es un éxito y nos cuentan los secretos de su trabajo.


Lourdes Fuhr y Juan Wilso, creadores de Ciclo

Lourdes Fuhr y Juan Wilso, creadores de Ciclo - Créditos: Sol Santarsiero



Hay una frase que nosotros usamos mucho, que es ‘apreciar la belleza de lo cotidiano’. Eso es lo que nos guía en nuestros diseños”, cuentan Lourdes Fuhr y Juan Wilson, ceramistas y fundadores de Ciclo. Con creatividad, pasión y esfuerzo, sortearon varios obstáculos y su emprendimiento creció hasta convertirse en uno de los referentes de la industria.

Amor de verano

Lourdes y Juan llevan más de quince años de novios. Se conocieron de adolescentes en San Martín de los Andes, donde vivía Juan. Eran las vacaciones de verano y una de las amigas de ella se había enganchado con uno de los amigos de él. Los dos grupos se encontraban todos los días en la playa. Una vez que el viaje terminó, Lourdes volvió a Buenos Aires, pero la distancia no los separó.

Durante semanas se mandaron mensajes y al poco tiempo Juan se mudó a la capital. Así empezó una historia de amor que los llevaría por caminos inesperados y se transformaría en el motor de su emprendimiento. 

Poner el cuerpo

Ambos venían con un background de diseño. Juan se recibió de arquitecto y Lourdes estudió la carrera, pero la dejó para dedicarse a a la fotografía. Mientras cada uno se desarrollaba profesionalmente en su campo, ambos soñaban con formar un proyecto juntos. Al principio, la idea no estaba del todo clara, querían fabricar algo que fuese bello y funcional, pero no estaban seguros de qué. Luego de pensar varias opciones, se decidieron por la cerámica. ¿Por qué? La alfarería era algo que Lourdes conocía y la apasionaba desde chica.

En 2015, cambió la cámara por la arcilla, se anotó en varios cursos para profesionalizarse, compró maquinaria y armó un taller en el garaje de la casa de sus padres. Ella se encargaba de todas las fases de fabricación y de vender los productos en las ferias. Mientras tanto, Juan colaboraba en el emprendimiento con lo que podía, pero su energía estaba puesta en su trabajo de arquitecto. Llegó la pandemia, se frenaron las construcciones y él tuvo el empujón que necesitaba para dedicarse por completo a Ciclo.

Al ser dos, fabricaban más piezas en menos tiempo. Sin embargo, pronto alcanzaron un límite: la cerámica requiere mucho espacio y el garaje les quedaba chico. Para seguir creciendo y agilizar los procesos, tenían que buscar un nuevo lugar e invertir en equipo. No fue fácil; de por sí, encontrar un taller que se ajustara a sus necesidades les tomó casi siete meses, a lo que se sumó las semanas que tardaron en acondicionarlo. Por otro lado, el horno que habían comprado demoró un año en fabricarse. Nada de esto fue barato, para juntar el dinero usaron todos sus ahorros, pidieron prestado a sus familiares y Juan vendió su moto. 

El esfuerzo valió la pena. Antes podían producir 150 piezas por mes y hoy su tope es 1250. Tener una mayor capacidad hizo que ampliaran su portafolio de clientes: además de los productos que ofrecen al consumidor final, venden al por mayor a varias casas de decoración y desarrollan vajilla personalizada para restaurantes que quieren que sus platos tengan un toque especial. Algo admirable es que nunca invirtieron en publicidad, Ciclo creció –y sigue creciendo– en gran parte por el boca en boca de una clientela que está enamorada de estos objetos llenos de magia. ¿Cuál es el truco? Como si fueran alquimistas del color, formulan sus propios esmaltes con efectos únicos e irrepetibles. Cada pieza refleja la mística del trabajo en equipo, la pasión y la creatividad con las que fueron creadas. 

Cómo lo hicieron

Trabajaron en equipo: “Cada uno se ocupa de una parte de la producción. Nos respetamos y confiamos en que el otro siempre toma una buena decisión”.

Experimentaron en lo suyo: “Hay muchas maneras de hacer cada parte del proceso, siempre pensamos en cómo podemos mejorar. Somos creativos y curiosos, no nos da miedo probar cosas nuevas. Por ejemplo, usamos impresiones 3D para hacer los prototipos”.

Resistieron la frustración: “La cerámica te enseña a ser resiliente, muchas veces las cosas no salen como querés y hay que volver a empezar”.

Minibío

Nombres y profesiones:
Lourdes Fuhr (32) y Juan Wilson (34) dejaron sus carreras como fotógrafa y arquitecto para dedicarse por completo a su emprendimiento de cerámica. 

Desafío cumplido:
crear piezas de diseño con bajo impacto ambiental, útiles, atemporales y de materiales resistentes; si se las cuida, duran toda la vida. Más info: @estudio.ciclo.
 

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por Redacción OHLALÁ!


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