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Al Aspero hay que tratarlo con ternura




Una mina de tungsteno abandonada, que llegó a albergar una villa de cuatrocientas personas; un cablecarril; túneles y caminos sinuosos pueden recorrerse en una travesía por el cerro Aspero, a algo más de 100 kilómetros de Villa General Belgrano, en Córdoba. Entre ida y vuelta son diez horas de constante tensión.
El nombre de Aspero, para ese cerro de 2006 metros, es una advertencia de lo que debe esperarse en la segunda mitad de lo que alguna vez fue un camino minero. Hoy se parece más a una escalera de piedra que a una pista.
Si se inicia el viaje desde Villa General Belgrano, la ruta 5 lleva hacia el sur unos 20 kilómetros hasta El Torreón, un castillo a la vera del camino. Desde allí, hacia la derecha, sale el camino de tierra que pasa por Amboy, la presa Arroyo Corto y Lutti, el último caserío serrano con teléfono.

Dorado, ocre y verde


El angosto camino continúa subiendo en un paisaje entre dorado y ocre, con pastos duros y piedras sueltas. Si el día es húmedo, los bancos de niebla persisten hasta que el camino los supera en altura. En ese momento, el cielo azul aparece súbitamente y los campos más bajos quedan debajo de un colchón de nubes. Alguna forestación de pinos, con su color verde oscuro, rompe la monotonía del sepia.
El entorno se ve virginal hasta que se descubren, mimetizadas, las pircas, esos cercos de piedra que dividen los campos, hechos por hombres que ya no están. Por momentos, la pintura lustrosa de la camioneta contrasta con las pircas ásperas que se enciman al camino. Se cruzan tranqueras y al llegar a un puesto de la estancia Los Tabaquillos el paseo termina para cualquier vehículo que no sea todoterreno. De allí en adelante se conecta la baja y la palanca de cambios casi no se mueve de la primera velocidad.

Comienza la aventura

El tramo hasta la mina no podría ser más duro. Se marcha a vuelta de rueda y en algunas curvas se debe maniobrar para adelante y para atrás para poder doblar. Lajas de punta y fosas a lo largo de la huella se evitan minuciosamente para avanzar.
En esta vereda minera la camioneta circula lentamente adaptándose a la forma del terreno. En cuanto se sobrepasan los límites del vehículo, alguna rueda queda en el aire sin apoyar en la tierra. Las palmas se las llevan las Gran Cherokee. Vistas de atrás, parecen arañas. El habitáculo se mantiene casi horizontal y cada rueda se adapta como una pata a la forma e inclinación del terreno. También las clásicas camionetas Defender se mantienen muy agarradas al piso, pero la cabina se mueve. Bajarse a tomar fotos asusta. De la carrocería escapan crujidos y golpes secos como martillazos.
Así se llega a la villa minera. Antes de eso se descubre sobre una escarpada ladera del cerro Aspero una vertiginosa senda en forma de zigzag, que asciende por debajo del cablecarril hasta la boca de los túneles. Si se hace noche en el refugio, instalado en las viejas casas abandonadas, se puede intentar trepar por el zigzag los 300 metros de diferencia de altura.
La vuelta puede combinar oscuridad con niebla, que empeora las cosas. La última experiencia la da un vehículo que toma por error un camino viejo y se clava de punta en una grieta. Una rueda trasera queda a 60 centímetros del piso. Se necesita otra camioneta con toda su potencia y diez personas colgadas de un costado para sacarla.

La mina como refugio

Para entrar en la villa minera se debe vadear un río ya que el puente de acceso está destruido.
Como quien llega a un castillo rodeado de una fosa, se siguen las instrucciones de la gente del lugar para intentar el cruce. El lecho del río es de piedras grandes y las orillas muy abruptas, por lo que la 4x4 puede golpearse si no se presta atención a las indicaciones.
Carlos Serra es el amo de un pueblo fantasma. Lo que él llama Pueblo Escondido, hace medio siglo hervía de actividad. Era una mina de tungsteno. Una pequeña villa con dormitorios, comedores, usinas y máquinas trituradoras que, en la penumbra de un bosque muy crecido, está hoy sumergida en una atmósfera fantasmal.
Carlos está involucrado en el turismo aventura desde hace años y se ha hecho cargo de las instalaciones de la mina para restaurarla y convertirla en un refugio de montaña.
Para consultas, llamar por el (0546) 62650.

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por Redacción OHLALÁ!


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