No es fácil admitirlo: a veces nos sentimos Alex Forrest, el personaje de Glenn Close en Atracción Fatal. Es terrible pero pasa. Cuando el amor nos obsesiona al punto de no poder si quiera tolerar la idea de que él tenga su propia vida, cuando no podemos dejar de pensar en lo que está haciendo en este momento, con quién está hablando, por qué no nos llama, podemos decir que estamos entrando en el terreno de lo patológico: nos transformamos en seres algo monstruosos que harían cualquier cosa por amor. Del interés justificado pero insistente al acoso (físico o virtual), hay un solo paso. Obviamente, la clave para no caer en el delirio (¡o en el crimen!) está en saber distinguir el momento indicado para poner freno a la cuestión o, bien, que sepan ponerte freno antes de que sea demasiado tarde.
Por eso, hoy queremos saber: si alguna vez tuviste una relación así, ¿hasta dónde fuiste capaz de llegar? ¿Qué fue lo más ridículo que te llevó a hacer tu fijación? ¿Leíste sus mails? ¿Escuchaste sus mensajes? ¿Lo perseguiste para cerciorarte de que sólo se juntaba con amigos? ¿Simulaste un encuentro casual cuando lo estabas espiando? Bueno, tampoco queremos darte ideas... Contanos cómo fue tu experiencia más obsesiva.
¡Sincerate y comentá!
En esta nota: