Pero nada de nada.
Como si el fin de semana no hubiese existido, ni la fiesta del viernes, ni la noche vestidos durmiendo en mi cama, ni los goles (olvidémoslos de una vez por todas), ni los tragos, ni bailar "Azul" de Cristián Castro (¡como te levanta una fiesta ese tema!), ni la despedida en el ascensor.
Nada de nada.
Todo el día afuera y la llegada fue más o menos así:
-Hola.
-Hola.
-¿Qué hacés?
-Todo bien ¿vos?
-Todo bien.
Y cada uno en su compu, tecleando su teclado.
Dos escritorios de distancia. Apenas unos pasos si los cuento.
Sin embargo, parecen kilómetros.
Dos mundos.