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Bajá un cambio

Felicitas Rossi, directora editorial de la revista, comparte con nosotras una anécdota para reflexionar sobre cómo vivimos; ¿qué pensás?





Ruta 2. Velocidad máxima: 100 km/h. Voy a 100 clavados. Atrás, un Audi me hace luces, quiere pasarme. A la derecha, fila de autos. No puedo cambiarme de carril. El Audi se me pega. Insiste con las luces. ¿A dónde va tan apurado? ¿Acaso no estamos yendo todos a disfrutar de los últimos soles playeros en estos nuevos feriados? Insiste con las luces. Adelante: fila de autos. Al costado, otra fila de autos. Más lucecitas. Yo, "omm". Insiste con las luces. Pienso: no me va a afectar, no me va a afectar. Lo cierto es que me dan ganas de clavarle los frenos y que se estrelle contra mi auto. No me conviene. No es negocio: él debe tener un seguro mejor que el mío y su auto es más fuerte. Pero estaría bueno para que aprendiera a no molestar con las luces.
Basta de pensar como si fuera la Robin Hood de la 2. Ahora me toca la bocina. ¡La bocina! Pero ¿no ve que hay autos por todos lados? La ruta está llena de conductores que no respetan la distancia entre los autos. Subo el volumen y la voz de Snatam Kaur me mantiene en eje un rato más. No escucho tu bocina, no me importa tu jueguito de luces, lalalalala. Por mí, acalambrate los dedos tocando bocinita y haciendo lucecitas, lindo. No es que no quiera dejarte pasar, no puedo. ¿De verdad no te das cuenta?
Tengo ganas de bajarme del auto y darle una piña. Yo, que dudo antes de matar una hormiga que se come mi albahaca recién plantada, tengo ganas de pegarle a un hombre en plena ruta 2. Tapa del diario: "Periodista sacada mató a hombre rumbo a Mar del Plata". Mis hijas me visitan en la cárcel. El fiscal nunca entendió que fui montando en cólera. "Me hizo luces" no le resultó un alegato suficiente.
Calma, Feli, calma. Más mantras de Snatam Kaur, canto con ella "ong namo guru dev namo" y repito "ong namo guru dev namo" mientras balanceo la cabeza cual mujer enamorada en recital de ídolo pop. Sí, sí, mirame cantar a través del espejito. Sííííííí: ¡vos me hacés luces y yo canto! ¡Ja! No podés pasar. ¿Estás apurado? ¿Te hacés pichín? ¿No estás de acuerdo con la velocidad máxima en este tramo de la ruta? No es mi problema. Cortala, eh, cortala porque te clavo los frenos.
Es mi oportunidad, se hizo un huequito y me tiro a la derecha para sacarme al pesado que tengo detrás. Me pasa. Le traslado la pesadilla al auto que antes tenía delante de mí. Vuelvo al carril izquierdo. Ay, qué paz. Se fue. Zigzagueó a lo loco y ya está bien lejos. Ahora la máxima es de 80 km/h. Hago caso, la ruta está llena de radares y no quiero multas. Falta una horita y llego. Qué lindo.
Uy, uy, el auto de adelante pone las balizas, todo se detiene. Parece que allá, más adelante, hubo un accidente. Se ven luces. ¿Policía? ¿Ambulancia? No me doy cuenta. Avanzamos despacio. Al rato, llego al lugar del accidente. Al costado de la ruta, dos autos se la dieron fuerte: un Hyundai tiene el baúl destruido y un Audi (¿se acuerdan de mi amigo, el de las lucecitas?) tiene el capó cual acordeón. No hizo falta que yo me bajara; él eligió darse la piña solito.
Cariños,
Felicitas Rossi

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