Nunca me gustaron los chicos. Enarbolé ese lema como una encendida bandera personal hasta que, hace un año y dos meses, tuve un hijo. A partir de ese momento, por más trillado que suene, pasé a formar parte de ese ejército de padres que se enamoran de todo lo que hacen sus bebes. Mi lema se modificó un poco: me gusta mi hijo pero, a decir verdad, sigo sin tener feeling con ningún chiquilín que no sea el mío.
En un viaje en Buquebús desde Montevideo, comprendí que el gran problema de viajar con bebes es que la gente que no los tiene se ve obligada a convivir con ellos. El razonamiento que hacen los no-padres es más que válido: "Si elegí no tener hijos, ¿por qué tengo que soportar a este malón de pibitos llorando sin que yo pueda escapar?"
Es, de hecho, lo que le pasó al pobre tipo que estaba sentado al lado mío en el Buquebús. El hombre no sólo tenía que tolerar algún que otro desplante de mi muchacho (que pese a la tormenta en pleno río se portó como un duque), sino también los gritos caballunos del nene de la fila de adelante y las patadas de taekwondo del que estaba sentado atrás. A mitad de viaje oí cómo le confesaba a la novia, completamente quebrado: "No puedo más. Voy al bar a pedir un whisky. No me esperes".
Es curioso que a los genios del marketing no se les haya ocurrido que aviones, barcos y colectivos deberían tener una suerte de sector exclusivo para bebes . En el avión sería bastante fácil de implementar: de la fila 30 hasta la cola, divididos del resto por un vidrio acústico (así encierran a los fumadores en los aeropuertos) estarían sentados los padres con hijos.
En vuelos internacionales, las compañías intentan agrupar a estas familias apenas detrás de la división de cabina. Pero en esa zona exclusiva se podrían hasta vender toda clase de adminículos para niños, desde pañales hasta bibliografía infantil, revistas del estilo Ser padres hoy , juegos y papillas varias. El área estaría decorada con dibujitos de Ben 10 y Barbie , los asientos serían impermeables y habría cambiadores por todos lados. No estaría mal incluir a un animador, una maestra jardinera o un payaso para divertir al piberío. Se podría ir aún más lejos en la propuesta y contemplar la posibilidad de vuelos chárter sólo para familias, es decir que únicamente los padres con hijos podrían abordarlos. Los anuncios de a bordo serían especiales para los más pequeños: "Chicos, si se abrochan los cinturones hay ronda de chocolatada para todos; el que no se lo abrocha se queda sin ver su capítulo de Lazy Town ".
Está claro que las compañías aéreas y otros medios de transporte todavía no le encontraron la vuelta al asunto. Vamos a darles una mano para que identifiquen dos públicos incomprendidos: primero, los pasajeros que darían cualquier cosa (incluso pagar un poco más) para que no los sienten cerca de un bebe; luego, los pasajeros que tienen bebes y se mueren por tener un espacio preparado para ellos, junto a otros nenes, sin molestar a los otros mayores.
Son dos clientelas con necesidades muy concretas. Hasta hace poco, yo formaba parte del primer pelotón. Ahora que tengo un hijo estoy entre los segundos, con lo cual se podría decir que sé cómo es estar de los dos lados del mostrador. Habrá que darle un par de vueltas de tuerca más al asunto para que viajar, con o sin bebes, no sea un suplicio para todos.
Publicado por José Totah
25 de marzo de 2012 | 2.15 A.M.