

VILLA LA ANGOSTURA.- La puerta de calle del Verena´s Haus se abre a la antesala. Otra entrada conduce al estar y comedor de la hostería. Colgados del balcón interior de un entrepiso hay varios bastones de montaña, de madera, pertenecientes a distintas épocas. Todos tienen extremos puntiagudos de metal, diseñados así para aferrarse bien al terreno.
Hay olor a montaña. En una de las paredes cuelga una foto autografiada de Otto Meiling, un incansable montañista de Bariloche que una vez fue cruzando cerros y valles desde el lago Espejo para culminar un ascenso al volcán Lanín, tras decenas de leguas de marcha a pie.
En una mesa ratona, junto a los sillones del estar, hay revistas con artículos geográficos y un libro de formato pequeño: Pioneros del Nahuel Huapi , una recopilación de Conrado Maier sobre historias de Bariloche a Puyehue narradas por Roberto Marimón.
Fotos antiguas
El aroma a montaña persiste. Osvaldo Andino descorre los vidrios de un viejo placard y saca un aparatito: un estereoscopio. A través del dispositivo se observan fotografías tridimensionales tan reales como un paisaje a la vista de los ojos. Hay una de 1914, del camino que une Puerto Blest con el lago Frías. También hay varias tomas del monte Tronador, especialmente de la cara chilena. Por ahí se filtran imágenes de los orígenes montañeses alpinos de familias propias o políticas.
En el Verena´s Haus se cuentan historias de la montaña y sus protagonistas. Después de una sopa caliente de apio, con pancitos tostados cortados en pequeños cubos y una deliciosa trucha con papas, preparados por la misma Verena, Andino sugiere una charla con Werner Diem, un caminante de siempre de los cerros del norte del Nahuel Huapi y más allá. También, una cita con Conrado Maier.
Si faltase la fragancia de montaña, no importaría: en el Verena´s se habla sobre ellas. De los que trazaron rutas inéditas, de los que construyeron refugios. Se recuerda a aquellos que reabrieron picadas donde la vegetación cerró la huella. Se rememora a los que recorrieron valles entre cañaverales y renovales intransitables, y a los que bautizaron cerros y lagunas de altura.
Los detalles comienzan a aflorar. La foto de la pared de Otto Meiling es la de un Meiling joven, vital, con atuendo de montaña elegante. Su firma en la foto está dedicada a la madre de Verena, la Oma. Los bastones, de madera resistente, pero con cierta flexibilidad, poseen indescifrables escudos en alemán que datan de mitad de siglo.
Los años de la infancia
El bálsamo de montaña se disipa hasta el día siguiente. Pasa la noche, templada, transcurre el mediodía y la tarde de cabalgata al Cajón Negro.
Al anochecer, Werner Diem va a estar en uno de los sillones de la hostería, y con un aperitivo del famoso licor casero Tía Verena la conversación enseguida trepa a las montañas del Nahuel Huapi.
Werner nació en 1938. Su infancia la vivió en la península Quetrihué, en donde su padre se desempeñaba como el administrador de una estancia. "No había ningún chico de mi edad. Me hacía mis propios juguetes, de ahí nació la profesión -dice Diem, ingeniero naval-, me hacía los botecitos, las lanchitas, jugaba siempre alrededor del lago."
La década del 30 fue un tiempo en el que las actividades de montaña adquirieron en la zona del Nahuel gran desarrollo.
Se construyeron refugios, se trazaron caminos y se alcanzaron cumbres vírgenes.
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