¿Te acordás de Bere? Berenice Smichttendorf (imposible olvidar ese nombre) fue nuestra adoradísima jefa de Arte hasta principios de 2012, cuando decidió dejar Buenos Aires, después de diez años, para volver a sus pagos a probar suerte. No es fácil terminar de tomar esa decisión cuando una ya está instalada, tiene un nuevo grupo de amigos armado y trabaja de lo que le gusta, pero siempre hay algo que tira. ¿Sabés de lo que hablamos? Si sos de un pueblo o ciudad del interior, debés entender eso de extrañar los horarios de siesta, las galletitas con Coca-Cola en la quinta, el olor a pasto recién cortado y eso de saber si lloverá al día siguiente tan solo con ver cómo se pone el sol. Extrañar, dudar, sentirse un poco acá y un poco allá hasta decidir volver. Eso le pasó a Bere en esos primeros días de 2012, cuando estaba a punto de casarse con Nanchy, su novio de siempre.
Créditos: Gentileza de Claudia Carbini
Ella había pasado su primera infancia en Venado Tuerto y, aunque después se mudó a Pergamino y sus padres todavía viven ahí, a la hora de la vuelta surgió la posibilidad de Venado. Es que su familia todavía conserva una casa que había sido de una tía y, entre un contrato de alquiler que se terminaba y las ganas de abandonar la rutina citadina, la oportunidad se volvió realidad. ¿Cuál era el plan? Justo unos meses antes del casamiento, hablando con Nanchy (que es chef), pensaron casi entre sueños en reciclar la casa y convertirla en un restaurante a puertas cerradas. Él cocinaría y ella atendería el salón. La idea era romántica y les cerraba por todos lados.
A Pipo lo trajeron apenas se mudaron, de un hogar de perros abandonados de Pergamino, y es una inmensa compañía - Créditos: Gentileza de Claudia Carbini
Entonces, se casaron, renunciaron a sus trabajos (sí, nos abandonó) y, con la ayuda de familiares y amigos, se instalaron en Venado para abrir su restaurante, 1909.
Volver al verde
Créditos: Gentileza de Claudia Carbini
Una vez tomada la decisión, empezaron a viajar todos los fines de semana para encarar las refacciones. La casa estaba bastante venida a menos y había mucho por resolver. Pero lo primero que hicieron, para empezar a disfrutarlo desde el momento cero, fue emprolijar el jardín (tenía yuyos de un metro de altura). Bere dice que lo que más le gusta de la casa hoy es justamente ese patio. A la mañana, mate en mano, pasa horas y horas restaurando y pintando muebles en la galería.
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Bere arma los centros de mesa con flores de su jardín - Créditos: Gentileza de Claudia Carbini
Tienen una huerta de aromáticas (albahaca, tomillo, curry, romero, menta, orégano, ciboulette, melisa y salvia) que cuida muchísimo. Y esta última temporada también cosechó sus propios tomatitos cherry. Según Bere, lo que tiene de bueno el jardín es que está dividido por una tranquerita: de un lado, el pasto y la pileta; del otro, el patio de baldosas a la sombra de la parra (¡sí!, porque también tienen uvas).
La casa
Créditos: Gentileza de Claudia Carbini
Es del año 1909 (por eso el nombre del restaurante) y sus ambientes son súper amplios. En la refacción, que fue a puro pulmón y con la ayuda de familiares y amigos, lijaron aberturas, sacaron el machimbre que había en las paredes, descubrieron viejos empapelados (y hasta guardas pintadas a mano que seguramente estaban ahí desde hacía decenas de años), pusieron zócalos nuevos y llenaron cada rincón de nueva energía. Como a los dos les encantan los muebles antiguos, se quedaron con muchos de los que tenía la casa y compraron algunos otros usados para restaurar.
Como es una casa antigua, no tiene ni ropero ni alacenas, y necesitaban algo donde tener todo a mano - Créditos: Gentileza de Claudia Carbini
Créditos: Gentileza de Claudia Carbini
Otro de los espacios que más le gustan a Bere es la cocina. Aunque a Nanchy, su marido, no le gusta del todo porque la relaciona directamente con su espacio laboral, ella la disfruta a full. Muchas tardes, en ese espacio, hace lo que cuando vivía en Buenos Aires ni soñaba: invita a su abuela Fani (que vive a solo cuatro cuadras) y, mientras preparan el salón, ponen las mesas para la noche y planchan las servilletas, aprovechan y se divierten tomando clases de crochet (obvio que es Fani la que intenta enseñarle a Bere). Mientras tanto, Nanchy cocina. "Esas horas son impagables, nos divertimos muchísimo", dice Bere.
El restaurante
Consiguieron este ventanal en un remate y lo adaptaron al espacio junto con un herrero - Créditos: Gentileza de Claudia Carbini
Está instalado en un ambiente de la casa bien amplio justo al lado de la cocina para que sea más cómodo. Tiene unos ventanales divinos que dan al patio y su deco es de un estilo vintage pero resignificado. Sirven los platos en vajilla antigua pero toda mezclada. En una misma mesa nunca hay dos copas iguales. Las sillas y las mesas también son todas distintas, y es esa mezcla la que genera el toque moderno que lo diferencia de lo que podría ser simplemente "una casa de abuela".
Créditos: Gentileza de Claudia Carbini
Los huevos de campo sobre estas baldosas que son un sueño, ¡amamos! - Créditos: Gentileza de Claudia Carbini
El restaurante es a puertas cerradas, con menú móvil de 4 pasos. Esto significa que semana a semana cambian el menú, lo suben a su blog y, de esta manera, todos saben qué es lo que habrá ese fin de semana y, si les gusta, reservan. Así transcurren las semanas, mucho más tranquilas, más descansadas. Justamente eso es lo que destaca Bere cuando habla de su nueva vida. Dice que lo que cambió al cien por cien son sus tiempos. Ahora ella maneja sus horarios y ya no corre al ritmo de la ciudad, hacer los mandados y trámites no le demanda tanto tiempo como antes y la gente la atiende con otra cara, con otra dedicación. No niega que en algún lugarcito extraña Buenos Aires: los amigos, la vida social y cultural. Pero dice que ahora, cuando viaja a Capital (viene cada tanto a visitarnos porque ahora es jefa de Arte de OHLALÁ! MODA) disfruta la ciudad más que antes, la camina, pasea sin reloj, la vive distinto, a la distancia.