El sábado fue un día de asumir un despelote, algo que no estaba (está) funcionando bien en mi vida... y lejos de deprimirme, me despabilé. Fue el primer paso para empezar a cocinar decisiones y recuperar confianza en mí misma.
"Vos sos la principal artista de tu camino, Inés", me dije. No pidas permiso para ser libre. Selo.
En lo concreto, fue un día de pasear por el barrio, de tomar un café y volver a casa a sacarle puntas a los lápices, a improvisar -con birome- tatuajes en la piel.
El domingo tuvimos un cumpleaños en una quinta en zona de Tigre y pude desconectar en gran parte de la mochila de planteos típicos para tropezarme con una verdad con la que cada tanto me encuentro: cuánto más serena, cuánto más feliz soy/sería rodeada de naturaleza. Y no necesariamente en medio de una montaña, ni en la mitad de una playa, basta con un espacio con verde, rodeada de casas sencillas, árboles, horizonte despejado, bichos, caracoles, ausencia de ruidos molestos.
En esos momentos imagino que la vida sería mucho más fácil que ahora, que mis pretensiones serían menos, que la Satisfacción sería más asible, más orgánica. Quizás sólo sea otra fantasía, una más en la lista de fantasías humanas.
Lo cierto es que después de un día de sobre-oxigenación, de caminar descalza y ver a los niños correr, agarrar un caracol y pasearlo con un palo, volví al centro durmiéndome, boquiabierta, dando cabezazos hacia atrás, disfrutando de ese cansancio.
Recordando que a una de ustedes le había prometido no hablar en pasado (del fin de semana) sino del lunes, objetivo que de momento se me hace complejo (siendo domingo), tan difícil como mañana será volver a la carga, a la inercia de la maquinaria... sabiendo, oh, sí, sabiendo que no debo dejar de obedecerme a mí misma, que no necesito pedir permiso para ello (y sí ovarios).
¿Ustedes cómo procesan lo vivido estos últimos días? ¿Cómo se sienten ahora, arrancando la semana?
Dar el salto
Rodeada de verde
Caracoles y bichitos para comer
Niños paseándolo
Caras de mariposas
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