Carnaval de la tierra: Jujuy baila con el diablo
Comparsas, músicos, lugareños y turistas se preparan para vivir, a partir del 5 de marzo, una de las fiestas populares más coloridas del país, en la que se venera a la Pachamama mientras que los excesos están permitidos
20 de febrero de 2011
SAN SALVADOR DE JUJUY.- En la quebrada de Humahuaca y en toda la región andina ya se siente el espíritu del Carnaval: comparsas, músicos, lugareños y turistas comenzaron con los preparativos de una fiesta que se vive a puro corazón, entre bailes, chicha y coplas. Y, desde ya, con excesos permitidos sólo en esta época del año.
En Jujuy se espera una explosión de visitantes. Sólo en Humahuaca, uno de los puntos centrales de los festejos, estiman recibir más de 40.000 personas, casi el triple de la población local. Por otro lado, los hoteles de la quebrada están prácticamente completos para el fin de semana largo de marzo, según la Secretaría de Turismo y Cultura de la provincia. Aseguran que habrá unas 150.000 personas carnavaleando.
Mezcla de cultura española y andina, marcado por el calendario agrícola y el sincretismo religioso, el Carnaval es la principal celebración del año en la región. Tanto que suele decirse que el año no arranca verdaderamente hasta que concluye la fiesta.
Los días de diversión anteceden al ayuno y al decoro que marca la tradición católica para la cuaresma. El inicio más esperado es el desentierro del diablo, que se realiza el sábado anterior al miércoles de Ceniza. Así, el próximo 5 de marzo, una treintena de comparsas de la quebrada y muchos otros grupos desperdigados por la Puna, la selva (yungas) y los valles jujeños darán el primer paso. Escena que, con matices, se repetirá por todo el NOA.
Luego de venerar a la madre tierra (Pachamama) y de ofrecerle bebidas alcohólicas, cigarrillos, ornamentos y comidas especialmente preparadas, los miembros de las comparsas quebraderas desentierran el diablo del mojón -montículo de piedras-. Lo hacen habitualmente en las orillas de los pueblos, en ríos o lugares más elevados. "Se vive una euforia general, una explosión de alegría", explican Mercedes Costa y Gabriela Karasik, en un artículo del libro Carnavales, fiestas y ferias en el mundo andino de la Argentina, compilado por Enrique Cruz, próximo a publicarse.
El desentierro marca el ingreso a otro estado, a otro mundo, a otras reglas. Según las autoras: "El tiempo del Carnaval muestra una sucesión de comportamientos reñidos con las normas y las jerarquías sociales cotidianas. Las transgresiones no se viven como pecaminosas o negativas ya que están socialmente permitidas".
En algunos lugares, como Tilcara, un muñeco simboliza a ese diablo, que trae alegría para todos, sin excepción. Pero ese diablo no es el de la concepción católica, no es el mal absoluto, sino que es ambivalente. Trae la alegría, pero le piden "que no los lleve", relatan las investigadoras.
Luego del desentierro, las comparsas y sus seguidores van hasta el centro del pueblo, entre música, bailes y desfiles. Entran en las casas donde son invitados, bailan, comen y beben hasta que el cuerpo aguante. Muchos se alzan y se olvidan del tiempo y las obligaciones.
Es prácticamente imposible no involucrarse. El turista debe saber de antemano que en cualquier lugar de Jujuy o de la región andina lo harán participar de una manera u otra.
"Menos pintura, está todo permitido", sintetiza Dante Dodi, a cargo del área de Cultura y Turismo de la Municipalidad de Humahuaca. Y es así: todos son potenciales blancos o disparadores de talco, harina, agua, serpentinas, papel picado y espuma. Según Dodi, aunque todos los festejos valen la pena, los desentierros tienen un encanto especial.
Cada comparsa tiene su particularidad y sus horarios. Por ejemplo, en Humahuaca, los integrantes de Los Cholos llegan al pueblo cerca de las 19, donde los esperan las mujeres. Allí se produce un topamiento entre ellos y luego bailan por las escalinatas del Monumento a los Héroes de la Independencia, entre fuegos artificiales.
La Unión, Los Picaflores o La Juventud Alegre, en Humahuaca; Los Pocos pero Locos, Pecha Pecha, Los Caprichosos, en Tilcara, y Casaschoc y Los Acidos, en Maimará, son sólo algunos nombres de las decenas de comparsas de esta región.
En los lugares más lejanos se mantiene la costumbre de hacer chicha (bebida alcohólica a base de maíz) y cantar coplas, acompañadas por instrumentos autóctonos. También coexiste con el rito de la señalada de los chivitos y cabritos (se marcan los animales que nacieron ese año). A muchos de estos parajes no es fácil llegar. Allí, no pocos comarcanos se inhiben ante la presencia del extraño, por eso lo mejor es ser invitado más que caer de sorpresa.
El tema de los excesos no es una exageración: corre mucho alcohol y comida, y hay poco descanso. Es reiterada la frase se fue a carnavalear, por el hombre y -cada vez más-, la mujer, que se va de su casa y de cuyo paradero nadie sabe hasta pasados algunos días. La culpa entonces la tendrá el Carnaval, que se los llevó.
Son los días del año en que todo está permitido; las jerarquías sociales se borran y las reglas de convivencia cambian. Aunque los controles policiales en las rutas se multiplican, así como las guardias de hospitales y salas de salud reciben más pacientes.
"El Carnaval es algo sagrado; es de los pueblos", sintetiza el músico purmamarqueño Tomás Lipán. Y afirma que la convicción de la gente mantiene la esencia de esta fiesta. "Hay que dejar que los propios lugareños hagan su Carnaval. Los únicos facultados para hacerlo son los fortines (grupos más pequeños y privados), las comparsas y los lugareños. Y eso hay que respetarlo. Yo no puedo ir y hacer mi Carnaval en ningún lugar. Tampoco lo hacían Atahualpa Yupanqui ni Mercedes Sosa. No es muy bienvenido quien vaya a adueñarse del Carnaval; eso sería una invasión. Pero yo voy a todas las comparsas (a las que me invitan) hasta donde dé el tiempo, a cantar con gusto, como me han inculcado mis padres", dice Lipán.
Por Amalia Eizayaga
Para LA NACION
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EL FESTEJO DE LA COMUNIDAD GUARANI
En la localidad de Calilegua, unos 150 kilómetros al nordeste de San Salvador de Jujuy, el Carnaval se festeja muy distinto. Separada geográficamente de Tilcara por cerros muy altos, una pequeña comunidad guaraní mantiene sus costumbres de antaño.
"Los carnavales de las yungas son muy distintos a los de la quebrada", indica Karina Andrade, descendiente guaraní de la comunidad Cuape Yayembuate (que quiere decir aquí todos reunidos). Usan otro tipo de vestimenta; el idioma, la música y los bailes también son distintos. Si en la quebrada se baila el carnavalito, allí, el pim pim. La comunidad guaraní en el desentierro del Carnaval pide "por aquellos hermanos que ya no están y que vuelven detrás de las mascaritas al encuentro de un nuevo año -explica Karina-. Es el reencuentro del pasado con el presente".
La zona atrae cada vez más turismo, que va a disfrutar de un festejo distinto, con bailes en ronda tomados de la mano y gritos contagiosos. En Calilegua arrancaron el miércoles último, con concursos de cuentos y leyendas, exposición de artesanías -hacen principalmente collares, mates y máscaras de yuchán (árbol autóctono)- y comida guaraní. Hoy realizarán el gran desentierro del Carnaval, que terminará el 13 de marzo.
CALENDARIO EXTENDIDO
Si bien en el calendario oficial el Carnaval dura poco más de una semana, en los hechos se extiende más de un mes.
Primero está el Carnaval de ablande, una suerte de preparación del ánimo general para la fiesta. "Es como ablandar la tierra para sembrar, para poner las semillas; es ablandar el corazón", explica el músico Tomás Lipán.
El Jueves de Comadres es un encuentro previo al sábado de Carnaval sólo para mujeres ligadas no sólo por el comadrazgo, sino por parentesco, amistad o vecindad. Son encuentros de mucha alegría donde abunda el baile, las coplas, la bebida y el canto.
Con el desentierro del Carnaval comienza el Carnaval Grande, que incluye el Domingo de Tentación. El fin de semana siguiente, el Carnaval Chico, en que las comparsas vuelven a enterrar al diablo, luego de varios días de comidas, bailes públicos y fiesta. La ceremonia se hace al caer la tarde; todos se quitan las máscaras y el talco; se prende fuego al diablito, entre lamentos y gritos.
Este año, hacia el 18 y 20 de marzo llegará el turno del Carnaval de las flores y al siguiente fin de semana, el Carnaval carpero, típico de Salta. En otros lugares, como en la localidad de Volcán, celebran a fines de marzo el Carnaval de remache, en el que entierran al diablo oficial.
En abril, apenas unas semanas después, la misma gente que adoró al diablo, que festejó con euforia para olvidarse de sus penas, que se liberó, sube al cerro a venerar a la Virgen. Es una síntesis religiosa que se vive con mucha naturalidad, sin contradicciones. "El pueblo tiene mucha fe en la Pachamama, en la Virgen, en Dios, es religioso. Es devoto y muy creyente de sus cosas -comenta Lipán-. Es algo muy profundo que hay que respetar. Así como su veneración por la Pachamama, que es la tierra que nos da todo."