CARTAGENA DE INDIAS.- Desde el estribo, el ayudante del chofer indica a gritos el destino del viaje a los posibles pasajeros que esperan en cada esquina. En el interior del colectivo sobran los colores y la música caribeña. Un joven negro, con la camiseta del seleccionado argentino de fútbol, posa la mirada en el fin del mar.
Tras el viaje de unos 15 minutos, con aires bien locales, el paisaje cambia totalmente: de los altos edificios espejados, las amplias avenidas, los hoteles cinco estrellas y los centros comerciales de la península de Bocagrande, El Laguito y Castillo Grande hasta la ciudad vieja, rodeada por una imponente muralla de 11 kilómetros.
¿Qué tesoros habrá detrás de estas paredes de calicanto construidas entre los siglos XVI y XVIII? Lo cierto es que aún conservan las tronadoras y los angostos accesos abovedados en los que se apoyan algunas parejas de enamorados del nuevo milenio.
La respuesta está allí, del otro lado, en las iglesias centenarias, las plazas colmadas de verde, donde nunca faltan los artesanos y los vendedores ambulantes con sus puestos de dulces de papaya, coco o tamarindo. También están los mercaditos de Cartagena, las señoras con canastas de frutas tropicales sobre la cabeza, la gente siempre afable y las casas coloniales, de techos de tejas de barro, que compiten (de hecho hay un concurso) para ver cuál ofrece el balcón más florido.
Callecitas que llevan a descubrir la Plaza de los Coches, donde en tiempos de la Colonia se aseaban, pesaban y vendían familias enteras por toneladas o a la sensual Gertrudis, que posa desnuda sobre un gran pedestal de la plaza Santo Domingo, engalanada por esta obra de Botero, a metros de la iglesia homónima, la más antigua de la ciudad.
Allí, en algunos de los pintorescos bares de esta plaza, se comienza a sentir la identidad de Cartagena de Indias, declarada por la Unesco Patrimonio de la Humanidad en 1986, que ofrece una cúpula maravillosa, la más linda de la ciudad, algo que no es poco ante tanta competencia: la de la iglesia de San Pedro Claver, en honor al sacerdote español conocido como el Apóstol de los Negros por su lucha en favor de los esclavos. Sus restos descansan en el santuario contiguo al templo, construido a principios del siglo XVII, donde Claver vivió y murió.
Para tener una idea de la prosperidad que reinaba aquí por aquellos años, nada mejor que la plaza de la Aduana, circundada por las casas de las familias más acomodadas, de dos pisos y macizas puertas dobles que permitían el ingreso de carruajes y tenían otra señal de status social: el número de botones de metal en su fachada. Los imponentes marcos de piedra y sus llamadores son verdaderas obra de arte.
Ubicación estratégica
Fundada por Pedro de Heredia en 1533 y conocida por su estratégica ubicación como La Llave de las Indias, de la que zarpaban galeones cargados con riquezas rumbo a España, Cartagena de Indias se convirtió en el principal enclave del Nuevo Reino de Granada.
Así, la ciudad que hoy uno quiere conquistar guía en mano y ojos de turista varios siglos atrás fue codiciada por muchos bucaneros, como los hermanos Coté y John Hawkings. Hasta el legendario Francis Drake la quiso suya y en 1586 con sus bombardeos llegó a dañar la catedral, que tiene un exquisito altar tallado en madera y bañado en oro.
Sin embargo, en 1544 el pirata Baal tuvo más suerte y pudo hacerse de una importante carga de riquezas, lo que llevó a los españoles a iniciar varias obras que convirtieron a esta ciudad en el mayor sistema de defensa del Nuevo Mundo. En 1602, por ejemplo, comenzó a levantarse el castillo de San Felipe de Barajas. Al pie de este gigante de piedra, concluido dos siglos después, se destaca la estatua del español Blas de Lezo, tuerto, cojo y manco, que durante dos semanas de 1741, con 3000 hombres, defendió la fortaleza del ataque del almirante inglés Vernon, que había llegado con 186 barcos y 15.000 combatientes.
"El castillo tiene pasadizos oscuros, con pequeñas casamatas a los costados, en las que soldados entrenados para disparar en la oscuridad se apostaban día y noche a la espera de los atacantes. También habían una compleja red de túneles y hasta un sistema para hacerlo explotar en caso de caer en manos enemigas", explica el guía Walter García, en la parte alta del fuerte.
Pero hoy Cartagena, llamada La Heroica, porque nunca pudo ser vencida, se muestra dócil y abierta a ser conquistada. Y un buen punto de partida puede ser La Puerta del Reloj, con su característica torre amarilla. También amerita una visita el Palacio de la Inquisición (1776), que fue sede del Tribunal de Penas del Santo Oficio, con los aposentos del inquisidor, la cámara de los tormentos y el pabellón de la brujería.
Para compras, más allá de los artesanos callejeros que trabajan piedras y caracoles, y de los vendedores ambulantes que ofrecen desde frutas hasta remeras y CD, hay otra opción: el Paseo de las Bóvedas. En la zona norte de la ciudad vieja, el actual paseo fue usado por los españoles como cuarteles y por los independentistas como cárceles. Hoy es un recorrido de 23 bóvedas-tiendas de artesanías, abiertas de 9 a 18.30.
Si la noche lo encuentra en la ciudad vieja, nada mejor que volver a la plaza de Santo Domingo para tomar algo y escuchar a los juglares que se acercan hasta las mesas. Otra alternativa válida, especialmente pensada para el turismo, son los paseos en las coloridas chivas que recorren la ciudad al ritmo de la cumbia y el vallenato, con grupos de música en vivo y ron casi sin límites. La salida tiene como destino final algunas de las discos más tradicionales, como Mister Babilla o El Muelle.
No puede dejar Cartagena sin visitar el cerro de La Popa, donde los padres agustinos construyeron, a principios del siglo XVII, el Convento de Nuestra Señora de la Candelaria. Desde uno de sus miradores se tiene la vista más bella y alta de la ciudad. En la parte posterior del edificio se encuentra el llamado Salto del Cabrón. Dice la leyenda que desde allí, Fray Alonso de la Cruz, primer superior del convento, lanzó al vacío a un cabrón llamado Buziraco, que era objeto de culto y adoración de los indígenas. Leyendas nomás, en una ciudad de película, como la que semanas atrás se filmó en sus calles coloniales: El Amor en los tiempos del Cólera .
Por Julio Céliz
Enviado especial
Enviado especial
Un rosario de 27 islas imperdible
Si bien Cartagena tiene el encanto del paisaje caribeño, sus costas de arenas grises y aguas azul oscuro no subirían al podio de las mejores playas colombianas.
Para eso hay que zarpar desde el muelle de los Pegazos y en 40 minutos pisar las playas de ensueño del archipiélago Islas del Rosario, un conjunto de 27 islas declarado Parque Nacional Natural en 1977 y en el que se han registrado 1300 especies de animales y plantas.
Tiene todos los aditivos necesarios: aguas cristalinas y turquesas (ideales para el buceo y el snorkeling), peces multicolores, arena blanca y fina, corales y, sobre todo, mucha tranquilidad.
Entre ellas, Isla Grande, de 200 hectáreas, se destaca por su calma, ni siquiera alterada por la llegada de algunos pescadores, que desde las balsas muestran enormes cangrejos, o por el paso de unos pocos artesanos, residentes en Orika, un pueblito en el centro de la isla que vive del turismo y al que se puede llegar en bicicleta, acompañado por un guía local.
Un recorrido serpenteante de unas dos horas, por un sendero de interpretación ambiental, que sale a lagunas y playas casi desiertas, en las que los morenos niños del pueblo juegan en sus cristalinas aguas, lejos del mundanal ruido.
La excursión del día (con traslados, impuestos y almuerzo incluido), unos 60.000 pesos (a 2286 pesos colombianos por dólar).
Datos útiles
Cómo llegar
El pasaje en avión por Avianca, previa escala técnica en Bogotá (a 1060 kilómetros de Cartagena), cuesta 589 dólares, impuestos incluidos.
Alojamiento
La mayoría de los hoteles cinco estrellas y las grandes cadenas están en la zona de Bocagrande, a unos 15 minutos del aeropuerto. Entre ellos, el Capilla del Mar (la habitación Junior Suites, 525.000 pesos). Un paseo: el sendero peatonal que da a la Bahía de Cartagena, donde se encuentran los barrios más residenciales. Los que vayan a Isla Grande pueden hospedarse en el San Pedro de Majagua. La habitación suite, para dos personas, con desayuno incluido, 440.000 pesos.
Salidas
Vale la pena llegar hasta la feria de la plaza San Diego, todos los días, de 18.30 a 24. Es pequeña, pero cuenta con excelentes artesanos que ofrecen collares y aros de caracoles, pulseras de hojas de palmera, carteras y cintos tejidos en telar. Pegado a los puestos se puede recuperar el aliento en pintorescos bares con mesas en la calle.
La casa de Gabriel García Márquez es otra de las citas obligadas. Está en la calle del Curato y del Tejadillo, y es la única en la ciudad amurallada con un estilo que nos saca de los aires coloniales.
Gastronomía
Los pescados son un clásico en la cocina local. El pargo rojo con patacones (plátano machacado y frito), acompañado con arroz hervido en leche de coco, y el róbalo son las vedettes. Lo mismo ocurre con las arepas de huevo (una especie de tortilla de maíz) y las sopas de pescado, servidas con riquísimos jugos de frutas tropicales, como el mango o el lulo. Una cocina en la que no faltan las cebollas, la pimienta y el ají dulce, y que a la hora de los postres se inclina por los dulces de coco, tamarindo y frutas tropicales.
Recomendable: una cena completa en el restaurante del Club de Pesca, iluminada por velas y formidable vista de la ciudad amurallada, por unos 80.600 pesos colombianos, incluido el impuesto por ventas (16%) y la propina (10%).