No es exactamente una crisis de maternidad.
Es más bien una crisis de identidad y valor.
Digamos que habiendo pasado la etapa más rabiosa de ser mamá, de haberme fundido con ellas, de entrega, de visceralidad, de confusión, de infinita belleza y extraña desolación, de precariedad lingüística... vuelvo a encontrarme conmigo misma y me digo, silenciosa, aturdida: ¿quién soy?
¿Cómo integro a la Inés estudiante de Filosofía, filosa como pocas, hiper-analítica, con la Inés productora de tevé, que apenas podía abstraerse porque era pura reacción y obediencia, con la Inés espiritual-fantasiosa que se las sabía todas (pero no podía con su economía), con la Inés mamá desbordada, ridícula, que se ría en exceso porque le dolía el alma/cuerpo...
...cómo hago para integrar todas ésas con ésta que encarno ahora?
Que la cara de nena no te engañe, que detrás de la máscara hay una maratón (corrida).
Y por otro lado, no quiero seguir sumando malabares y responsabilidades a lo/as que ya tengo, sino hacer valer lo que hago. Ni más ni menos.
La parte luminosa, conquistada: mis hijas están bomba. Estoy haciendo y siendo con ellas como siempre quise. Presente, atenta, sintonizada, disfrutándolas.
Lo sé, no es poco, es... es casi todo.
Quizás lo primero en este nuevo camino sea reconocértelo y festejarlo.
Un chin chin porque después de 4 años -por fin- me siento una mamá con todas las letras. Orgullosa de mí en ese plano. Con decirles que anteayer la pediatra me dijo: "maravilloso, tu hija creció 10 centímetros en medio año."
Por algo empezamos.
Y vos, ¿cómo te estás sintiendo como mamá?
PD: Ilustración de Sonia Esplugas. www.soniaesplugas.blogspot.com
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