Circuito por los países más felices del mundo
Dinamarca, Noruega y Suecia comparten historia, tradiciones y los índices más altos de calidad de vida. Pero las diferencias también saltan a la vista en este recorrido por sus majestuosas capitales
24 de agosto de 2014
Entre 1397 y 1523 Dinamarca, Noruega y Suecia se anexaron bajo el poder de Margarita I para protegerse de otras monarquías europeas más fuertes; así formaron un solo reino tras un acuerdo que se conoció como la Unión de Kalmar. Hoy son tres estados independientes, con realezas modernizadas, y la dicha las vuelve a reunir para encabezar el ranking de los países más felices del mundo. A partir de variables como ausencia de corrupción, generosidad y libertad, estos reinos parlamentarios se coronaron lideres con Dinamarca a la cabeza, Noruega en el puesto dos y Suecia en el quinto lugar, según un informe sobre la felicidad mundial, realizado por la ONU.
Casi como hermanas de sangre, Copenhage, Estocolmo y Oslo crecieron juntas, tienen un pasado común de historia, tradiciones, y aún así cuando se pudiera imaginarlas parecidas no lo son. Cada una tiene su personalidad, un potencial centrado en la arquitectura, y –sobretodo Copenhage y Estocolmo- no salen de la eterna disputa por ser capitales mundiales del diseño… mañas de hermanas que supieron develar su atractivo, sin olvidar sus antiguas raíces vikingas.
Si todavía se necesitan razones para querer conocerlas, hay más y tienen nombre: Arne Jacobsen, Alfred Nobel, Edvard Munch, Gustav Vigeland, entre otras personalidades que han dejado su huella en esta zona del norte de Europa. Y aunque a veces las comparaciones resultan odiosas, Oslo tiene el mejor contexto natural que puede acompañar a una ciudad: fiordos y montañas de ensueño; Estocolmo es una maqueta perfecta que flota sobre el agua, compuesta por un archipiélago donde catorce islas se conectan a través de cincuenta y siete puentes; y la maravillosa Copenhage -–con rincones típicos como su puerto Nyhavn, o la residencia oficial de la reina, Amalienborg- lleva con orgullo la corona de Noma, el restaurante número uno del mundo.
El siguiente recorrido, quizás no encuentre las siete diferencias, pero sí los sitios más destacados que caracterizan a estas naciones escandinavas, indiscutidas tierras de bienestar.
Wonderful Copenhage
La capital de Dinamarca tiene un poco de todo: la elegancia de sus tres palacios ubicados en el centro -Amalienborg, Christiansborg, que funciona como el Parlamento, y Rosenborg, un museo que expone las joyas de la corona-; la rebeldía de Christiania, una comunidad autónoma en Christianshavn, pleno barrio coqueto; la peatonal larguísima que a través de cadenas de moda internacionales, galerías de diseño para la casa y bares, une a la plaza del ayuntamiento con el tradicional y colorido puerto Nyhavn, donde una placa distingue la casa del escritor danés más famoso: Hans Christian Andersen.
Acá todo se encuentra a mano concentrado en las calles del centro. Joyas de la arquitectura, como el hotel Radisson Royal –fue el primer rascacielo de Copenhage en 1960- obra del arquitecto Arne Jacobsen, también responsable de la construcción del Banco Nacional, al cual no llegó a ver terminado ya que fue inaugurado en 1978, siete años después de su muerte. Y frente a esta institución hay otra sede financiera, la antigua bolsa de comercio, un tesoro arquitectónico de 1624, característico por su peculiar torre en forma de aguja, formada por las colas enlazadas de cuatro dragones.
Sin lugar a duda, la vanguardia de la arquitectura nórdica se destaca con el diamante negro–realizado en granito negro e inaugurado en 1999-, una extensión de la Biblioteca Real que guarda manuscritos de Hans Christian Andersen, Søren Kierkegård y Karen Blixen. Y todavía quedan más rincones como Ny Carlsberg Vej, una calle empedrada custodiada por elefantes de piedra gigantes y la frase: laboremus pro patria, que lleva a la entrada del museo cervecero Carlsberg, muy cerca del zoológico y de una zona con una gran oferta gastronómica sobre tres calles paralelas: Frederiksberg Alle, Gammel Kongevej y Vesterbrogade.
Una opción interesante para ver las atracciones turísticas sin agitarse, es hacer el paseo por los canales que sale desde Nyhavn. Con un boleto de 40 DKK -equivalente a 6 euros-, el trayecto dura una hora, pasa a espaldas de la sirenita –el ícono danés que se lleva todas las fotos-, y cuenta con una guía disponible en varios idiomas.
La particularidad de Copenhage, como toda Dinamarca, es que –al contrario de Suecia y Noruega- tiene una geografía llana. El punto más alto del país se encuentra en Jutlandia –la región continental que limita con Alemania- y se llama møllehøj, a 170 metros sobre el nivel del mar, en las colinas de la comuna de Skanderborg.
La Venecia del norte
A simple vista Estocolmo impacta, pareciera hecha de agua y tierra en igual medida. Es el más romántico de los destinos nórdicos, y trasladarse entre las vías que conectan a una isla con otra no resulta tan fácil. Hay que encontrar un puente, ver a dónde lleva, y armar el camino para cruzarla a pie, en auto o tren; sino desistir y hacer un paseo panorámico en lancha.
Para llevar un orden lo mejor es empezar por el ayuntamiento –donde cada 10 de diciembre se realiza la entrega anual de los Premios Nobel-, en la isla Kungsholmen. La figura de su torre con tres coronas en lo alto se distingue enseguida, incluso desde lejos. Después el primer cruce puede tomar unos 20 minutos hasta Gamla Stan, otra isla donde en 1252 se fundó esta capital y aún conserva la esencia más antigua en su casco histórico. El Palacio Real se encuentra ahí mismo, con sus jardines, patios y más de seiscientas habitaciones; y a poca distancia el museo de Alfred Nobel cuenta la historia del famoso químico, y la de los ganadores que han recibido el galardón que -desde 1901- lleva su nombre.
No es cuestión de cronometrar, pero para dar una idea del tiempo que se necesita, otros 30 minutos hacen falta para cruzar algunos puentes más que llevan hasta el museo Vasa, en la isla Djurgården, donde se conserva al buque de guerra del siglo XVII en más del 98% de su estructura original. Esta isla era la antigua reserva de caza real, por eso concentra espacios verdes que la diferencian del resto. Y en este predominio de la naturaleza está el primer museo al aire libre del mundo, Skansen, que desde 1891 cuenta cinco siglos de historia sueca, con más de ciento cincuenta casas y granjas de diferentes épocas.
Para visitar la residencia permanente de la familia real sueca hay que cambiar de isla una vez más. Lejos del ruido, el palacio de Drottningholm es una construcción del siglo XVII –de estilo francés- que se puede visitar de noviembre a marzo, sólo los sábados y domingos; abril y octubre, los viernes y domingos; y de mayo a septiembre todos los días, al igual que sus jardines que están abiertos todo el año.
Naturaleza y ciudad
De las tres capitales, Oslo es la más pequeña y accesible. Un entorno natural la respalda y ahí se echa a la fama de contar con una ubicación privilegiada entre mar, montañas y fiordos. Su otro punto fuerte está relacionado con el arte: el parque Vigeland, el museo de Edvard Munch y un nuevo edificio de la Opera del cual se enorgullece, al igual que su hermana danesa.
Copenhage y Oslo tienen sus majestuosas operas modernas, inauguradas en 2005 y 2008 respectivamente. La primera fue donada por la fundación A.P. Møller and Chastine Mc-Kinney Møller al pueblo danés; la segunda fue realizada en mármol, cristal y paneles solares por Snøhetta, una conocida firma de arquitectura noruega.
Las esculturas más importantes de Noruega se concentran en el parque Vigeland. Para llegar hasta ahí hay que pasar el palacio real y dos barrios: Majorstuen y Frogner, que forman parte de la zona más exclusiva de la capital noruega. Sin pagar entrada se puede apreciar más de doscientas esculturas, el trabajo de toda la vida artística de Gustav Vigeland. En bronce, granito y hierro, su obra representa las diferentes fases del hombre entre el nacimiento y la muerte. La columna de cuerpos apilados, la mujer que alza un niño, la rueda humana -por mencionar algunas figuras- transmiten sentimientos de lucha, dolor y alegría.
Por otro lado la obra del pintor expresionista, Edvard Munch se reparte entre el Museo Nacional de Arte, Arquitectura y Diseño, y el Munchmuseet, dedicado al artista. El primero queda muy cerca del ayuntamiento y de Aker Brygge, un paseo con una enorme oferta de restaurantes que miran hacia el mar. Según la oficina de turismo de Oslo, Aker Brygge cuenta con cinco mil plazas gastronómicas, de las cuales dos mil quinientas están al aire libre, para todo gusto y bolsillo. El segundo museo está en un distrito llamado Gamle Oslo –que significa antiguo Oslo-; un poco alejado del centro, pero cerca de Grünerlokka, una especie de Palermo noruego, con cafés, boutiques de diseñadores y negocios de antigüedades.
Basta con caminar las calles de cualquiera de estas tres ciudades, para ser testigos de sociedades respetuosas de las normas, y tal vez ese sea el secreto de su felicidad. Los autos paran en las sendas peatonales sin semáforos, sus habitantes van por la vida sin apuro y eso se les ve en las caras. Una dosis de alegría que se contagia con sólo conocerlas.
En auto, tren o ferry
Aunque pertenecen a la comunidad europea, cada una conserva su moneda. Coronas danesas, suecas y noruegas cotizan con muy poca diferencia entre ellas. Según el dólar, el cambio más favorable es el sueco, ya que 10 dólares equivalen a 55,5 coronas danesas, 62,3 coronas noruegas y 69 coronas suecas.
En cuanto al idioma, danés, sueco y noruego pueden entenderse sólo entre ellos. La buena noticia es que el turista se puede manejar tranquilamente en inglés porque la gran mayoría lo habla.
Antes de programar un viaje a estas latitudes hay que tener en cuenta las horas luz. Por ejemplo julio es el mes con días más largos; y a finales de octubre, cuando hay cambio de hora en los relojes, la noche se apura a llegar. Desde noviembre hasta febrero los días son más oscuros y fríos, pero los paisajes de nieve dan otras razones para visitarlas.
Las distancias –por tierra- entre ciudades son: 654 kilómetros unen Copenhage - Estocolmo, 604 kilómetros Copenhage - Oslo, y 526 kilómetros Oslo - Estocolmo. El viaje en auto entre cualquiera de las capitales dura un promedio de 6 horas.
El alquiler de autos en Dinamarca es una buena opción. Por ejemplo, un auto económico por una semana cuesta a partir de 35 euros, y muchas veces es más barato alquilar por siete días que por un fin de semana.
El ferry, para ir a Oslo, es otra opción. DFDS tiene servicios nocturnos por 120 euros –ida y vuelta desde Copenhage- y cada cruce tarda 16 horas y media. www.dfdsseaways.dk
Desde la estación central de trenes de Copenhage hay 16 servicios diarios hasta Estocolmo. Para estas 5 horas de viaje se pueden conseguir boletos desde 100 euros –ida y vuelta-. Este recorrido cruza el majestuoso puente de Øresund, que desde el año 2000 conecta Copenhage con Malmö, y el pago del peaje va incluido en el pasaje; por lo cual si este trayecto se realiza en auto habría que sumar 49 euros en la ida y otros 49 euros en la vuelta, un gasto a saber para que no sorprenda a mitad de camino. Con ese mismo tren www.sj.se se pueden buscar conexiones Copenhage – Oslo, todos los días desde 111 euros; o también unir Estocolmo – Oslo por 67 euros.
Las diferentes rutas entre estas ciudades tienen la particularidad de ser acompañadas por paisajes asombrosos. Sin discriminar los vuelos, la entrada a Oslo en barco es un espectáculo que recorre los fiordos desde el agua; y la ruta por tierra entre Copenhage y Estocolmo tiene una vista de mar y montañas para no quedarse dormido ni un segundo.