Sí, sí, sí. Estoy fascinada con la obra del alemán Tjalf Sparnaay: pinturas ultra realistas, por lo general de comidas, que no hacen más que darme antojos y una profunda admiración por tan inmensa capacidad de creación. Un grosso al que me lo recomendó mi querida amiga Sophie con quien estudio francés. Confieso que al principio pensé que eran fotos, porque son perfectas. Esto me hace acordar a lo que dice el tío de una amiga, que le hace gracia esa gente que ve flores artificiales y dice que de tan reales parecen de verdad, o que come jamón y dice que de tan bueno parece pavo. Es que pienso que la realidad tantas veces se parece a ficción, y viceversa, que nos confundimos, que nuestro ojo es engañado por la magia y por la naturaleza, ambas válidas, ambas con vida propia.
La obra de Sparnaay me hace pensar mucho sobre este límite entre lo real y lo ficticio. ¿Acaso no son ambas cosas reales, realidades que nos conmueven? Suele quitarse valor a la ficción, de hecho uno se emociona el doble cuando una película está basada en un hecho verídico, pero ¿qué sería si no existieran las novelas, las películas de terror, los cómics, las pinturas, la abstracción, la síntesis? Incluso las mismas fotografías son de cosas reales, pero en realidad son una captura de ellas, un pedazo de celuloide o muchos píxeles juntos.
Hilo con la moda. Los diseñadores también se inspiran en la realidad y en la ficción para crear. El último desfile de Gaultier fue sobre las estrellas del pop de los '80 y su trabajo para Coca Cola tiene como protagonista a una marioneta, pero al mirar los cortos, por lo menos yo, siento que esa muñequita sufre, se divierte, se desespera y tiene miedo como cualquier persona de carne y hueso. De los últimos desfiles de Lagerfeld rescato la estética del que fue sobre el fondo del mar, y adoré la colección Crucero de Louis Vuitton, una de las más dulces, inspirada en el estilo de los marineros. Ni qué decirles la de Prada fierrera, basada en el Cadillac: cada prenda y accesorio se parece a uno de estos autos. Quizás lo más representativo en este sentido de híper realidad y ficción lo hizo hace unos días Victoria Secret en su desfile anual, inspirado en el circo, sus personajes y brillos. Una puesta en escena descomunal, como suele celebrar VS, y que te teletransportaba a ese ambiente de pura fantasía.
Ficción y realidad, realidad y ficción. ¿Qué importa? Creo que lo que de verdad vale es lo que nos llega hondo y despierta un sentimiento. Aunque sea duro querer probar los dulces de Sparnaay y que en realidad tengan sabor a acrílico...
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