Newsletter
Newsletter

Conexiones




Confieso, como ya les dije, que a mí también me sería imposible eso de tener un día "libre", en el que ¡viva la pepa! No sé si por una cuestión ideológica, o porque no tengo la capacidad de separar la sexualidad de la entrega en el orden de los sentimientos. No puedo. No podría, ni me dan ganas siquiera. Mi corazoncito/cuerpo vibra muy bien con el de mi marido y acá me quedo.
Ahora bien, voy a contarles una pequeña anécdota. Viernes de la semana pasada, 5 de la tarde, salgo de la productora, camino unas cuadras y oh, qué belleza. Un bar moderno, que se llama a sí mismo "Centro Cultural", muy bien puesto, nuevo, en una esquina de Palermo. Entro, me siento, me pido un café y me dan muchas ganas de anotarme la dirección del lugar en un papelito o servilleta. Miro para afuera medio perdida y luego me doy la vuelta. En la mesa contigua, un tipo sentado, detiene su escritura y me mira. "Disculpá, pero ¿sabés cómo se llaman las calles de esta esquina?" (le digo). "I ´m sorry?" "Ah, ok, habla inglés ¡¿y ahora cómo me las ingenio?!". Y así empieza una interacción amena e interesantísima con un escritor californiano que vino a la Argentina a escribir su último libro/novela.
Pero basta que mire el reloj para darme cuenta de que no puedo continuar la plática; sólo me di la licencia del café porque el espacio valía la pena, pero, por la hora, debo urgente volver a casa; se tiene que ir la chica. Entonces aparece el dilema: ¿está mal estar hablando con un hombre cualquiera, así de la nada? ¿Puedo darle mi email para continuar con el café otro día de la semana? Yo tengo la más absoluta certeza de que lo único que quiero es intercambiar palabras, anécdotas, info, pero por un instante me invade el prejuicio o el miedo a equivocarme. ¡¿Podré ofender a mi marido por una pavada semejante?!
Por suerte, la duda, así como aparece, se va. Y no me digan que soy ingenua, les ruego. Tengo suficiente experiencia en el ámbito de los vínculos para saber que estos encuentros pueden resultar de lo más sanos y nutritivos. Y que lejos de atentar contra mi hogar, contra mi nidito, lo alimentan. Casi puedo afirmar que mi trabajo es estar constantemente abierta a este tipo de interacciones, porque la gran parte de lo que aprendo nace en ésas coordenadas.
Pero esto que parece una nimiedad, "uy no sabés, conocí un escritor de cine yankee y quizás me vuelva a juntar para seguir charlando", puede ser todo un motivo de conflicto de pareja, si no hubiera confianza.
¿Qué piensan? ¿Cómo se comportan ustedes en este tipo de encuentros casuales con el sexo opuesto? Como ayer preguntaba: ¿se dan licencia de tener amigos varones, y viceversa? Digo: ¿lo toleran o tolerarían en sus parejas?

¡Compartilo!

En esta nota:

SEGUIR LEYENDO

“Muchacha, hacete el Papanicolaou”

“Muchacha, hacete el Papanicolaou”


 RSS

NOSOTROS

DESCUBRÍ

Términos y Condiciones


¿Cómo anunciar?


Preguntas frecuentes

Copyright 2022 SA LA NACION


Todos los derechos reservados.

QR de AFIP