En la vida es mejor sumar que restar. Y a la hora de viajar también, porque transmite energía positiva, abre la imaginación, rompe los encasillamientos estériles. En la convivencia del mundo Facebook se puso de moda la sinergia, palabra difícil que, hablando en fácil, significa que juntos somos más.
Por eso, la fuerte repercusión del suplemento especial dedicado la semana última al miniturismo nos motiva a recorrer mejor nuestro país. Aunque para estar de vacaciones todo el año y no sólo en verano sería grato aventurarse en media y larga distancia también.
Hasta 600 o 700 kilómetros es práctico usar un ómnibus, una noche durmiendo en asiento cama. Más lejos, la solución es el avión. Lo único que nos faltaría es el placer de llevar el auto para descubrir a nuestro aire el catálogo de maravillas que es la Argentina.
Por supuesto en muchos destinos, no en todos, podemos alquilar un coche. Aunque no sea lo mismo, al margen del costo, porque uno extraña lo propio. Les pasa igual a los gauchos o los cowboys con su caballo: no les gusta andar a pie o en animal prestado.
Para muchos esto no es problema porque manejar largas horas es parte del placer. Aunque no es mi caso. Ni de día ni mucho menos de noche.
Por las rutas argentinas
Además, salvo unos pocos tramos (Luján, Rosario o Córdoba capital), se habla de autopistas porque cobran peaje, pero sólo son caminos angostos, de dos manos de ida y vuelta, donde hay que ir en fila india. Pasar un vehículo (el sorpasso de los italianos) es jugarse la tranquilidad o la vida. Los camiones van muy cerca, se van chupando para ahorrar combustible, y no queda un hueco para refugiarse si aparece un vehículo en dirección contraria. El más lento, de carga o particular, es el que marca el compás que se hace interminable cuando en lugar de los 100 o 110 km/h autorizados tenemos que bajar a 60 o menos, porque hay que sumar las detenciones por la proximidad a los pueblos, controles, pasos de tren o las líneas de prohibido adelantarse.
Es increíble que la formidable producción del agro deba salir por estas rutas angostas (rutas 7 y 8 o los muchos obradores que frenan la autovía 14 del Litoral). Eso sin hablar de los baches y remiendos que nos hacen galopar por Buenos Aires, Santa Fe o Córdoba con la excepción de San Luis, donde los caminos parecen un billar impecable en su asfalto e indicaciones.
Esta cascada involuntaria de adrenalina se solucionaba fácilmente cuando teníamos ferrocarriles más allá del servicio suburbano, como ahora. Recuerdo, allá lejos y hace tiempo, que uno podía entregar el auto en la estación de Buenos Aires y luego recogerlo en Bariloche. Se ahorraba manejar no menos de 22 horas. También para Mar del Plata, antes de la actual autovía, cuando se ganaba con razón el nombre de Ruta Trágica, por los choques de frente.
Durante el verano, para la costa atlántica hay un servicio similar en vehículos del Automóvil Club Argentino. En cambio en Eurorail, en Europa, o en Amtrack, en Estados Unidos, se puede contratar ese transporte no sólo para autos, camionetas y hasta remolques, sino también para motos y hasta jetski. Serían equivalentes a ferries de tierra porque, de la misma manera que uno puede llegar en Europa por el camino, es más cómodo subirlo a bordo y salir manejando desde el puerto.
El tren no sólo ha vuelto a ponerse de moda, sino que es un aliado de hecho de las ruedas e incluso de los aviones y hasta de los barcos porque son todas herramientas útiles de la gran tarea que es el transporte. Sin el cual no existiría el turismo.
Por Horacio de Dios
almadevalija@gmail.com
almadevalija@gmail.com