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De blanco, en Andalucía

Están de cara al Mediterráneo y por allí han pasado varias culturas, pero los árabes dejaron su huella indeleble y ésta se nota en los mercados callejeros, en los cantos y en la música




ANDALUCIA.- Cada uno podría ser considerado una cuenta de un magnífico collar de perlas, refulgentes bajo el espléndido sol andaluz. Se esparcen en las serranías de las provincias de Málaga y Cádiz, coincidiendo con los límites del Parque Natural de Grazalema, en España.
Los caracteriza el blanco deslumbrante de la cal que tiñe sus paredes y el rojo de las tejas de sus techos. Si se alza la vista, se los encuentra suspendidos en la cima de las montañas adaptándose a los contornos del terreno en un artilugio arquitectónico, contrastando con el verde de las laderas cubiertas de olivos. Se los conoce como los Pueblos Blancos de Andalucía.
Esta región fue desde la prehistoria lugar de asentamiento de numerosos pueblos que dejaron profundas huellas: iberos, celtas, romanos, visigodos. Pero hay sobre todo un pueblo que dejó una marca indeleble tras sus siete siglos de dominación: los árabes.
Es fácil reconocer la presencia musulmana en los nombres de muchos pueblos, en las calles estrechas y sinuosas que muestran fantásticos rincones a cada paso, en los mercados callejeros que recuerdan los zocos del norte de Africa, en la música y el canto.
La sencillez, la alegría, la franqueza del pueblo andaluz hicieron el resto, creando una magnífica simbiosis con la naturaleza.
Es un placer para los sentidos pasear entre ventanas y balcones repletos de flores rojas que contrastan con el blanco de las paredes.
Un clima benigno, con una temperatura media de 25 grados, que mantiene verdes sierras y campos, termina de crear el marco ideal.

Ronda


Arcos de la Frontera, Grazalema, Benamahoma, El Bosque, Zahara, Benaocaz, Ronda, son algunos de los nombres de estas maravillosas cuentas que deben ser descubiertas con pasión y sumo cuidado.
Ronda es quizá la más exquisita de las perlas. Su posición geográfica, adosada sobre una pared que desciende abruptamente, y dividida en dos por un amplio tajo que forma el río Guadalevín, la transforma en una escenografía perfecta.
Para descubrir esta escenografía en todo su esplendor hay que partir de la plaza del Campillo y descender por un abrupto sendero hacia el Arco de Cristo; el descenso no lleva más de diez minutos; la subida se hace un poco pesada, pero la vista vale la pena. A medida que vamos bajando, empezamos a vislumbrar la garganta por la que se desploma el Guadalevín. Cuando se llega al Arco de Cristo se puede ver enmarcada su imagen en el puente Nuevo, que es la figura que simboliza a la ciudad. La parte central del puente, que data del siglo XVIII, fue utilizada como cárcel.
Mirando en sentido opuesto, se abre un valle fértil contenido por las serranías de gran belleza. En el siglo pasado, Ronda era una aislada, ciudad de toreros y bandidos, que atraía a los viajeros románticos que, como Rilke, quedaron prendados de este pueblo que parece situarse en un terreno intermedio entre la realidad y la fantasía.
A la derecha del río queda la Ronda nueva, ancha y alegre, con su conocida Plaza de Toros que, desde Pascua hasta fines de septiembre, se engalana con la presencia de los matadores más prestigiosos de la península. Adyacente a la Plaza de Toros no sólo existe la posibilidad de alojarse en un parador cuatro estrellas sino que también pueden obtenerse vistas espectaculares de los ríos y de todo el valle del Guadalevín. Por la calle Pedro Romero, atestada de bares y restaurantes con simpáticas terrazas, se llega a la plaza del Socorro, amplio espacio rodeado por edificios públicos y negocios de artesanías donde se destacan los objetos realizados en cuero, las cerámicas y los bordados.
Cruzando el puente Nuevo nos internamos en la Ronda antigua, más íntima, de palacios e iglesias recoletos. La plaza Duquesa de Percent y la exquisita iglesia Santa María Mayor son el centro de esta parte de la ciudad. La iglesia, que fue construida sobre una antigua mezquita, data del siglo XIII y cuenta con un templo gótico coronado por una colosal iglesia renacentista.
En la plaza se destaca otro edificio, el del Ayuntamiento, con una incomparable y larguísima galería en el primer piso.
A pocos pasos nos encontramos con la puerta de la Exijara, vieja puerta de entrada a la judería, que da inicio a los restos de la antigua muralla árabe que se extiende hasta la puerta de Almocabar, que data del siglo X y que daba acceso a la alcazaba (castillo) morisca, y que hoy enfrenta a la iglesia del Espíritu Santo, construida en 1505 bajo el reinado de Fernando el Católico. El minarete de San Sebastián, una obra construida por la dinastía nazarí de Granada, y el Palacio de Mondragón, que fue sede de gobernadores y reyes, merecen asimismo ser visitados.
En septiembre se celebran en Ronda las fiestas de Pedro Romero, y toda la ciudad se puebla de stands que venden bebidas y comidas típicas, mientras decenas de grupos musicales hacen florecer los sonidos del flamenco en cada esquina, en cada plaza.

La ruta blanca

Atravesando la sierra de la Sanguijuela, la ruta que bordea el río Guadalete comienza a ascender hacia la sierra de Grazalema, donde se destaca el monte Simancon. A unos cuarenta kilómetros de Ronda, al pie de esta montaña, se levanta el pueblo de Grazalema. Las paredes blancas han recibido tantas manos de cal que han llegado a redondear las esquinas. Ya desde la antigüedad fue lugar predilecto de asentamientos romanos y árabes, y de estos últimos recibió el nombre de Ben Zalema. El patrimonio artístico de la localidad se centra en la iglesia de la Encarnación del siglo XVII y la iglesia de la Aurora, construida en estilo neoclásico.
Si proseguimos nuestro camino hacia el Oeste por las bellas y sinuosas rutas de las sierras del Pinar podemos visitar los pueblos de Benamahoma, El Bosque, Prado del Rey, para descender luego hacia el embarque de Arcos. Allí se nos presenta suspendido en la cima de la colina el bellísimo poblado de Arcos de la Frontera. Arcos es la entrada natural a la ruta blanca cuando se viene desde Sevilla, ubicada a unos 60 kilómetros. La primera impresión del pueblo es una larga fila de casas encaladas y salpicadas de majestuosos monumentos que se asoman a una escarpada pared, al pie de la cual pasa el río Guadalete. Arcos es para recorrer tranquilamente a pie; se aconseja dejar el vehículo en la parte baja para no perderse en sus callejuelas. Lugar de asentamiento de romanos, visigodos, árabes, posee uno de los cascos antiguos más bellos de España, que fue declarado monumento nacional en 1962.
El sinuoso trazado árabe de sus calles se ve enriquecido con la posterior influencia de la conquista cristiana. Muchos son los monumentos para visitar en Arcos: la iglesia de Santa María, de estilo gótico-mudejar, da acceso a la plaza principal, donde se encuentra el Castillo de los Duques, que sirvió de residencia a los reyes taifas durante la dominación musulmana. Junto al castillo se halla la única puerta que aún se conserva del recinto amurallado, el Arco de la Matrera. Todo este conjunto monumental que se agrupa en la plaza es doblemente concurrido, ya que da acceso a un mirador que, literalmente colgado sobre el precipicio, ofrece una vista espectacular de las sierras y los verdes campos.
Marcos Joly

Cuánto cuesta

Alojamiento

Precios según habitaciones en base doble, hoteles cinco estrellas, entre 200 y 300 dólares; cuatro estrellas, entre 140 y 220; tres, entre 70 y 120; dos, entre 40 y 80 dólares.

Transporte

Avión desde Buenos Aires hasta Madrid, entre 1200 y 1400 dólares.
El tren Ave, que va de Madrid a Sevilla, cuesta de 120 a 140 dólares. El alquiler de un auto mediano por día tiene un valor aproximado a los 60-80 dólares.

Comida

Una cena a la carta vale entre 30 y 50 dólares. Un almuerzo turístico, de 9 a 12, y fast food, 5 dólares.

Excursiones

A Sevilla, 40 dólares, y a Granada, 50 dólares.

Informaciones

Se ofrece mayor información en la Oficina de Turismo de España, Florida 744; se atienden consultas telefónicas por el 322-7264.

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por Redacción OHLALÁ!


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