
La recuperación es lenta, los ataques al hígado son ataques en serio, con artillería pesada. Tengo un imán con unas uvas de plástico berreta en la heladera, lo miro y casi desmayo. No puedo ni pensar en comer mucho más que un té con galletitas de agua. De tomar V-I-N-O ni hablar. Me hubiese quedado toda la mañana en cama pero tenemos un almuerzo de laburo (ya empieza la franela de fin de año con los clientes) y no hay forma de zafar. Creo que voy a tener que pedir un puré de calabaza con un agua mineral. Pedro ya lo dijo.
-Morirás después pero yo solo con estos pibes no voy.
Lo dice en chiste, pero es así, no lo puedo mandar solo. Mamá me llama cada hora y me sugiere todo tipo de menjunjes para el hígado. Dice que mi abuela se tomaba una tacita de limón con agua caliente todas las noches. No sé, veremos.
Hoy seguramente me vuelva con Mariano a casa. No creo que salgamos a ningún lado porque todavía soy una ruina. Tal vez un programa tranquilo de puertas adentro pero tampoco de puertas tan adentro. Tal vez lo más sano es que lo hable. Tal vez lo más cómodo es que deje que pase el fin de semana. De diván, sí, sí ya sé.
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