-¿Tres requisitos para unas vacaciones ideales?
-Primero, el destino debe ser un lugar muy tranquilo, con playa y poca gente. Muchas veces alquilamos algún lugar con un grupo de amigos y nos dedicamos a la pesca. Y si se puede, buscamos que tenga también algún pianito como para que haya música.
-¿Música para viajar?
-Clásica, por lo general. En mi auto tengo programadas dos radios, una de jazz y la otra de música clásica, una al lado de la otra.
-¿La gira más extensa que haya realizado?
-Un tour con mi quinteto por Europa. Visitamos más de diez ciudades en dos meses.
-¿Un lugar a donde nunca volvería?
-Al estado de Arizona. Te morís de calor. Es un desierto al rojo vivo. Hace arriba de 40 grados, la tierra es colorada y está sembrada de cactos. De todas formas, no volvería como turista, aunque si fuera por trabajo, iría como un soldado.
-¿El mayor pecado de un turista?
-Estar en grupo y hablar a los gritos.
-¿Viajero planificador o improvisado?
-Por lo general, aunque sin mucha antelación, trato de hacer una pequeña planificación.
-¿Cuáles son las ventajas del viajero solitario?
-He viajado sólo una vez al Sur, en una época medio rara de mi vida. Tomé un ómnibus en Constitución y me bajé en Neuquén. Pasé un mes ahí. Empecé a tocar, organicé conciertos y hasta conocí a una chica. La gran ventaja de viajar así es que podés hacer lo que querés sin que nadie te diga acá sí o acá no .
-¿Una ciudad en el mundo?
-París.
-¿Ha viajado alguna vez con un piano?
-No, como mucho he viajado por acá con un piano electrónico, pero por el mundo es imposible hacerlo. El único pianista que si lo podía hacer era Vladimir Horowitz, suficientemente famoso como para que le sacaran pasaje para él y su piano también.
Pablo Ziegler es pianista y compositor. En 1978 se sumó al quinteto de Astor Piazzolla y comenzó a viajar por Europa, Estados Unidos y Japón. Radicado en Nueva York, recientemente grabó el CD Rojo tango.
RECUERDOS DE ASTOR PIAZZOLLA
Con Astor viajamos mucho haciendo giras. Cuando teníamos tiempo libre entre los conciertos, siempre nos juntábamos para caminar y recorrer los distintos lugares que visitábamos.
Especialmente nos gustaba parar en las vidrieras de los restaurantes, donde nos deteníamos a estudiar minuciosamente los menús que se exhibían al público. Nos pasábamos horas así. En ese sentido, Astor siempre fue un compañero maravilloso.