Todos los hijos, en algún momento de nuestra vida, "morimos" para nuestros padres. Dicho de un modo menos terrible, llega una edad en la que dejamos de ser lo que ellos querían que fuéramos, para transformarnos en lo que queremos ser nosotros. Frente a esto, hay padres que lo toleran, y otros que no. Y es esa diferencia, esa forma en que la vida nos va distanciando de los ideales ajenos, la que genera problemas y rencores. Todas tenemos una cuenta pendiente, una pelea atragantada en la boca del estómago. Pero los 30 son un punto de inflexión: lo que no se resuelve en esta década, quedará en la vida familiar como un tabú. La forma de acercarte y conversar es muy personal, pero pensá esto: si lográs limar las diferencias con tus padres, te va a resultar más fácil construir un camino propio, y –eventualmente– transformarte en madre de hijos que, si todo sale como corresponde, crecerán y también tendrán cosas para reprocharte.
Y vos, ¿qué pensás?
Más dilemas que te parten la cabeza:
¿Tengo o no tengo hijos?
¿Tengo o no tengo hijos?
En esta nota: