El Abra del Acay es el paso de ruta nacional más alto de América. Se encuentra a 4895 metros de altura, según el cartel indicador, y a 4960 o 4970 según mediciones más recientes hechas con GPS.
Es el punto máximo que alcanza la mítica ruta 40 en el tramo que comunica los Valles Calchaquíes con la Puna, en un sinuoso trazado que transcurre entre ríos de deshielo y paisajes cordilleranos.
Partimos de Tucumán y atravesando la selva montañosa por la Quebrada de Los Sosa llegamos a la plácida Tafí.
Ya en la ruta 40, visitamos las ruinas de los quilmes y después hicimos noche en Cafayate, para contemplar un atardecer inolvidable entre viñedos con el sol cayendo en las montañas.
Al día siguiente nos desviamos para recorrer la Quebrada de las Conchas y después regresamos a la 40 hasta la pintoresca Cachi por la Quebrada de las Flechas. Tras pasar por la hospitalaria La Poma y por la vieja población destruida por un terremoto en 1930, hoy parcialmente reconstruida y habitada por descendientes de quienes se resistieron a abandonarla, comenzó un extenso ascenso en el que la ruta es atravesada por ríos cuyo caudal varía según la época del año, los deshielos y las lluvias.
Cerca del paraje Mal Paso, donde el agua se había llevado parte de la calzada, se nos rompió un neumático, y luego siguieron pendientes y angostamientos del camino de montaña.
Pero el escenario que acompaña esta aventura, coronada en el abra y su cercano nevado, bien lo vale. Sólo se requiere prudencia y decisión.
Después de un descenso más agudo, pero con menos dificultades, la 40 empalma con la 51 y, por ésta, hacia el descanso reparador en San Antonio de los Cobres. Al día siguiente visitamos el viaducto La Polvorilla, el imponente puente del Tren a las Nubes, y salimos hacia Salta acompañando el trayecto del emblemático tren.
La última etapa del periplo fue imperdible: fuimos hacia Cachi pasando por la Cuesta del Obispo, Piedra del Molino, Parque Nacional Los Cardones y la recta Tin Tín.