LUCCA (The New York Times).- Era un atardecer apacible de 1997. Estaba sentada ante una mesa de café, en la vereda, frente a la blanquísima iglesia San Michele, escuchando Che gelida manina . Las frases del aria atravesaban la piazza , arrastradas por la brisa desde la pequeña y elegante loggia comunale renacentista, uno de los lugares al aire libre utilizados para los conciertos de la Opera de Lucca, el festival musical y escuela de verano patrocinados por la Municipalidad de Lucca y el Colegio-Conservatorio de Música de la Universidad de Cincinnati.
La gente se había detenido a escuchar y tararear a media voz esas melodías que conocía desde la infancia, a expresar su devoción por Giacomo Puccini, nacido a la sombra de San Michele el 22 de diciembre de 1858.
Aunque ninguna de sus óperas transcurre en Lucca, basta imaginarlo en su ciudad natal, en la Toscana, para recordar O mio bambino caro o Vissi d´arte . Su línea melódica define su ciudad natal.
Mi esposo y yo habíamos venido al II Festival de Lucca, a reunirnos con amigos de Cincinnati que participaban en él. Este año se hará el tercero, desde el 15 de junio hasta el 19 de julio.
El Festival empezó como un emprendimiento conjunto ítalo-norteamericano -igual que el Festival de Dos Mundos, en Spoleto- y ya atrae a jóvenes cantantes ansiosos por debutar en Europa. Este año, los asesorará el director de orquesta Eduardo Muller.
Nació de una idea de Lorenzo Malfatti -un norteamericano criado en Lucca, creador del Festival Opera de Barga, Italia- y del británico Malcolm Fraser -su director artístico, que en 1979 había inaugurado en Inglaterra el Festival de Buxton-. Al enterarse de que el Teatro del Giglio, en Lucca, permanecía cerrado parte del verano, Fraser atrapó al vuelo la oportunidad de colmar de público la sala sobredorada y el espléndido palco real de ese edificio del siglo XVII. Puccini rediseñó el foso de la orquesta a tiempo para dirigir, en 1911, una función de La fanciulla del West .
Rodeada por imponentes murallas erigidas en los siglos XVI y XVII, Lucca es un lugar ideal para escuchar música. Ocupa una posición destacada entre las magníficas ciudades toscanas, si bien tiene un aspecto más vulgar que la perfecta Siena. Como señaló Henry James, "es una mezcla encantadora de personalidad antigua y trivialidad moderna".
Sus calles siguen el trazado de sus antecesoras romanas. Sus pobladores, los lucchesi , no son altaneros ni serviles. Contrariamente al retrato nada halagüeño que pinta Dante en su Inferno , son comerciantes honestos que no esquilman al turista.
Puccini es un nombre tardío en el largo palmarés de Lucca. En los siglos VII o VI a.C. pertenecía a los etruscos. Más tarde, la ocuparon los romanos. En la Edad Media se enriqueció produciendo seda y -salvo breves lapsos- conservó su independencia hasta la invasión napoleónica de 1799.
Su obra arquitectónica más notable son las gruesas murallas, concluidas en 1650. Su coronamiento plano sustenta un paseo peatonal sombreado por plátanos y castaños. Debe de ser una de las pistas para carreras pedestres más espectaculares del mundo.
Sin embargo, los lucchesi no suelen pasear por sus murallas, sino por la Via Fillungo, antiguo camino romano que transitó Julio César en 56 a.C., cuando vino a conferenciar con Pompeyo y Craso. En su extremo norte se abre la ovalada piazza del Anfiteatro, bordeada de viviendas medievales. Es todo lo que resta del estadio romano. Recorriendo su perímetro exterior, descubrí decenas de sus arcos primitivos, empotrados entre las piedras y ladrillos de construcciones posteriores.
Por una feliz coincidencia, Lucca conmemora a su patrono, San Paolino, el 12 de julio, en pleno Festival. Los festejos comienzan a media mañana en la via San Paolino, engalanada con cintas y estandartes. Vecinos ataviados a la usanza renacentista marchan hasta la piazza San Michele y la iglesia homónima, en cuya arquería exterior se disponen hileras de candelabros con las velas encendidas. La procesión termina detrás del Duomo, donde se disputa un torneo de tiro con ballesta.
María Luisa, la guía Cerca del extremo sur de la via Fillungo está la piazza Napoleone, punto de reunión nocturno de la juventud los fines de semana. La preside una estatua de María Luisa, segunda esposa de Napoleón, pese a que éste había regalado la plaza a su hermana Elisa Bonaparte. En 1805, también les regaló, a ella y a su marido, el príncipe Felice Bacciochi, el ducado de Lucca. Después les obsequiaría el gran ducado de Toscana.
El mezquino comentario de Henry James de que aquí "no nos importuna la abundancia de cuadros" no ha perdido vigencia. Salvo un par de obras de Pompeo Batoni o Battoni, no vemos ninguna pintura que nos deje pasmados. Batoni nació en Lucca, pero se marchó a los 19 años; pintó a casi todos los príncipes o aristócratas europeos que pasaron por Roma en el siglo XVIII. Su vívido Martirio de San Bartolomé se exhibe en el Museo Nazionale di Villa Guinigi, un palazzo bastante feo en la Via della Quarquonia que, de un año a esta parte, sólo abrió en forma esporádica.
La nobleza de San Michele Visité la Pinacoteca de la Villa Mansi, en la via Galli Tassi, para ver dos retratos de Puccini. Empero, sus piezas más hermosas no son los cuadros, sino la profusión de tapices, cortinados y doseles en colores líquidos.
James comenta que Lucca es, sobre todo, una ciudad de iglesias. La fachada de San Michele, cargada de arcos y estatuas en un juego de luces y sombras, movió a John Ruskin a afirmar que sería difícil crear algo más noble.
Al parecer, prestó menos atención al asimétrico Duomo San Martino, cuya fachada del siglo XIII se incrusta en el campanario. Dentro se guarda el venerado Volto Santo (Santo Rostro), una abrumadora imagen de Jesús crucificado que, según dicen, habría tallado en cedro aquel Nicodemo que ayudó a enterrarlo. A la derecha, en una sacristía, está el famoso sepulcro de Ilaria, esposa de Paolo Guinigi, un déspota local del siglo XV; lo esculpió Jacopo della Quercia.
La basílica de San Frediano, en el linde noreste de la ciudad, difiere de casi todas las otras iglesias románicas de Toscana por las fajas verticales -en vez de horizontales- de su exterior. El único ornamento de la fachada es un mosaico policromo de Jesús y los Apóstoles. Entré a ver la curiosa pila bautismal románica, con su cabalgata galopante de antiguos egipcios... ¡cubiertos con armaduras medievales!
Pero volvamos a Puccini. Solía frecuentar el Caffè Caselli, hoy Antico Caffè di Simo (58 via Fillungo), con sus amigos poetas y músicos. La suntuosa boiserie de caoba oscura y las mesas sembradas de periódicos evocan aquel ambiente finisecular.
Dicen que elegía sus sombreros y cuellos de camisa en Samuele Martini (10 Vittorio Veneto), mientras fumaba un toscano cómodamente sentado. La firma celebró su sesquicentenario en 1996 y sigue viento en popa.
La Casa Natale di Puccini queda sobre la pequeña y soleada piazza della Citadella; allí, desde el bronce, el compositor sigue fumando lánguidamente. Es una casa oscura, demasiado formal, llena de vitrinas con cartas y manuscritos, un guante de Giacomo, uno de sus pianos, retratos (malos) de parientes y divas.
Prefiero la casa que habitó su familia, por generaciones, en Celle dei Puccini, un pueblito encantador sobre una ladera, a unos 19 kilómetros de Lucca. Su pequeño museo atesora la cama en que fue concebido y la feísima estampa de la Madonna que, según dijo el cuidador, cavaliere Giocondo Frediani, inspiró algunas obras suyas. Se oyen constantemente viejas grabaciones de La Bohème y Madama Butterfly .
En esta casa se halló una partitura manuscrita de su primera ópera: una versión en un acto de Le Villi . Las correcciones y anotaciones la hicieron casi ilegible, impidiéndole ganar el concurso para el que había sido escrita. Se representó una sola vez, en Milán, en 1884. Fraser piensa exhumarla para el Festival de 1999.
El verano último, parte de la orquesta del Festival de Lucca dio un concierto en Celle. Tuvieron que subir cuesta arriba por la única calle del pueblo, cargados con sus instrumentos. Se acomodaron en un estrado diminuto, frente a la casa de los Puccini, y tocaron para los vecinos sentados sobre el pasto. Piensan repetir la experiencia este año, quizá más de una vez.
Annasue McCleave Wilson
(Traducción de Zoraida J. Valcarcel)
(Traducción de Zoraida J. Valcarcel)
Una fiesta de hoteles y restaurantes
Festival
En el Teatro del Giglio se darán dos programas líricos dobles: el oratorio Juditha Triumphans , de Vivaldi, en una presentación de Stephen Lawless; los Madrigales de amor y de guerra , de Monteverdi, en una sorprendente reinterpretación de Fraser y Allen Otte; el Don Giovanni e Giuseppe Gazzaniga, dirigido por Patrick Young, y Procedura Penale , de Luciano Chailly, uno de los más destacados compositores italianos contemporáneos.
La Orquesta del Festival (cuyo director general es Eiji Hashimoto) ofrecerá 6 conciertos de música barroca y clásica en varios lugares, además de intervenir en las óperas bajo las batutas de Cesare Civetta y Gianfranco Cosmi.
Informes y reservas: Alan Yafe, General Manager, University of Cincinnati, College-Conservatory of Music, P. O. Box 21003, Cincinnati, Ohio 45221; OperaLucca@uc.edu; fax (1-513) 556-0202.
- Museos Casa Natale di Puccini (9 Corte San Lorenzo; 584028): abre a diario, menos los lunes, del 16 de junio a 15 de septiembre, de 10 a 18; el resto del año cierra de 13 a 15.
Entrada: 3 dólares.
Prefijos: 39-583.
- Casa Puccini (Celle dei Puccini; 359154) únicamente visitas concertadas con el cuidador; se pide donación.
Hoteles
- Piccolo Hotel Puccini (9 via di Poggio; fax 53487): céntrico, fresco y limpio; 14 cuartos; doble, sin desayuno, 73 dólares.
- Stipino (95 via Romana; fax 490309): más acicalado y hogareño; 20 habitaciones; 68 dólares. Sirven café y bebidas en el jardín.
Restaurantes
Elegimos tres, especializados en platos regionales.
Precios por comidas para dos personas, con vino.
- Trattoria da Leo (1 via Tegrimi; 492236): cocina sencilla, pero impecable, en un local elegante; cena, 41 a 53 dólares. Cierra los domingos.
- Da Guido (28 via C. Battisti; 47219): más pequeño y modesto; almuerzo, unos 23,50 dólares. Cierra los domingos.
- Antica Locanda dell´Angelo (21 via Pescheria; 47711): magnífico jardín aterrazado, y en el subsuelo, comedor privado con restos de un camino del siglo IX protegidos por cristales; cena, 76 dólares. Cierra los domingos por la noche y los lunes.