El desafío de los 21 días
El editorial de octubre de la directora de OHLALÁ!, Teresa Elizalde
2 de octubre de 2014 • 12:43
Según las neurociencias, el cerebro necesita de 21 días para instalar un hábito. Antes de ese lapso, cualquier incorporación que hagamos en nuestra vida nos significará un esfuerzo alto y mucha voluntad. Pero después de ese tiempo, lo nuevo se volverá orgánico. Por ejemplo, si me cuesta levantarme a la mañana para salir a correr y me lo pongo como una obligación, una vez que haya superado ese tiempo, voy a necesitar esa actividad. Por eso, me atrajo mucho una propuesta con la que me crucé hace unos días. Se llama "21 días sin queja". Y es así como la leen. Hay que pasar 21 días sin expresar ningún comentario negativo ni descalificativo.
La idea surgió de Bill Bowen, un pastor norteamericano, hace varios años, quien les propuso a sus feligreses no quejarse durante ese período de tiempo. A manera de recordatorio, había que colocarse una pulsera morada en la muñeca que decía "Un mundo sin quejas" para tener presente que se estaba durante ese período "ventana". Si se quejaban, tenían que cambiar la pulsera de mano y volver a empezar la cuenta de días. Había que evitar cualquier tipo de queja: "me duele la cabeza", "estoy cansada", "esto no me gusta"..., lo que fuera. Aunque parezca increíble, a la mayoría de las personas les tomó entre cinco y seis meses cumplir el desafío. Quienes lo sostuvieron aseguraron que después de ese tiempo se sentían mejor, porque veían que, en vez de quejarse por algo que estaba mal, trataban de encontrarle su costado positivo y seguir para adelante. Ese cambio de foco alteraba en forma positiva su estado de ánimo, se sentían más tranquilos y relajados. La prueba, por supuesto, trascendió las fronteras del estado de Kansas, de donde era el pastor, y se convirtió en un boom mundial.
Y es que si nos detenemos un segundo, nos damos cuenta de que la queja nos sale naturalmente. Por cosas pequeñas o por otras que creemos que valen la pena y merecen un poco de enojo. Nos quejamos de la persona que tenemos al lado, del que maneja mal, de algo que no nos gusta, del que no hace las cosas como nosotras las haríamos. Suele haber motivos y situaciones que nos provocan irritación. Por eso el desafío de Bowen tuvo tanta repercusión. Porque realmente es difícil sacarnos el chip de la queja. Y porque nos damos cuenta de que cuesta mirar solo lo bueno. Pero por ahí empieza el cambio. Modificar nuestro cerebro para modificar nuestro entorno. Pareciera ser la clave de una buena calidad de vida. Pensar en positivo. Solo es cuestión de intentarlo durante 21 días ?
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