Está a unos 114 kilómetros de Buenos Aires, y a poco más de 7 de la plaza Ruiz de Arellano, epicentro urbano que homenajea a la familia fundadora de esos pagos de San Antonio de Areco. Polo de tradiciones gauchescas, la zona prolija -cada vez más-, la hotelería urbana y el aumento del plantel de estancias con hospedaje de confort lo convierten en un lugar atractivo para el miniturismo.
La reciente incorporación de El Rosario de Areco a la oferta lugareña de estancias turísticas -con tranquera sobre la ruta provincial 41, que asegura el acceso en las peores condiciones meteorológicas- y a unos 6 kilómetros de la ruta nacional 8, demuestra el sostenido crecimiento de este firme fenómeno en expansión.
El mayor privilegio de El Rosario de Areco -además del fácil acceso- consiste en una cuidada atención destinada a pocos hospedados y visitantes, mientras que los anfitriones son una legión discreta y bien dispuesta: el matrimonio del abogado y agricultor Juan Francisco Guevara y María Florencia Defferrari con sus nueve hijos. De ellos, seis varones le impusieron al lugar los movidos perfiles de taqueos y partidos de polo. Tanto el casco como la cuidada cancha entablonada están junto a la ruta. Otro sector de taqueo y una infaltable cancha de fútbol son parte del verde abundante de las 14 hectáreas de parque, entre las 88 de la estancia, dedicada en parte a las pasturas, el maíz, la soja y la cría de caballos.
Una invitación al descanso
Foto: Francisco N. Juárez
Treinta equinos conforman la caballada para la práctica del polo, y se dispone de otras diez cabalgaduras para los paseos montados de las visitas.
Salvo los chicos que estudian en Buenos Aires, la familia Guevara vive todo el año en el lugar donde amasa los planes para la atención turística: que los comprometen no sólo a no renunciar a la permanencia, sino estar dispuestos a acentuarla: acaban de inaugurar un potente sistema de riego para el parque que rodea al casco y, en julio próximo, inaugurarán cuatro habitaciones en suite, comodidades que respetarán ciertos perfiles de los boxes que precedieron al plan del reciclaje hotelero. Por ahora, la casa de huéspedes habilitada tiene dos departamentos, individuales, con su estar, uno single y otro doble, con todos los detalles de confort, baños impecables y calefaccionados a full por una flamante red de gas. Un viejo aljibe quedó como elemento decorativo de una especie de amplio patio cercano a un horno de barro (hay dos) y la zona de asadores.
Costillares de don José
Los desayunos y las comidas se sirven en un edificio amplio, caldeado con un sistema regulable, además del que fogonea una chimenea gigante de previsoras parrillas internas, a la manera patagónica. Don José es a quien los hospedados destinarán los elogios por la acertada cocción de las achuras y el sabor apreciado de los costillares (también este experto será quien ensille los caballos y regule el tiro de los estribos para los turistas). Otro quincho abierto tiene piso apto donde plantar los asadores cuando abundan los viajeros por el día de campo, que arranca con empanadas o picadas sostenidas con vino, aperitivos y jugos. Las carbonadas, las salsas para las pastas, las tartas, las empanadas y toda comida elaborada tienen cocineros de lujo: los propios anfitriones. Su casa -el casco principal- es el edificio más antiguo (1892), aunque reciclado. Guevara, que es hijo del coronel Francisco Guevara, un ex militar que tuvo acentuada actividad política y fue diplomático en el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía, se ha limitado a la vida familiar y campesina, además de actuar en la abogacía sólo como componedor. Es un aliado de la pulcritud y los dos sulkies que alistó para los turistas menos dispuestos a cabalgar relucen como nuevos, mientras hace restaurar una breck, que en breve echará a andar por la región.
El gran quincho cubierto es el lugar elegido en el invierno. Un hueco enrejado permite que desde las mesas se aviste el monturero que, además de cada montura, correajes y estribos de polo, alinea los cascos de los jugadores y los tacos que ellos agitarán durante los chuckkers de la tarde.
Para el verano tienta una piscina, pero son las cabalgatas lo que figura en los planes de todo hospedado. Tampoco soslayan una visita a San Antonio de Areco, para lo que disponen del inacabable listado de artesanos arequenses: muy pulidos plateros, empecinados sogueros y habilidosos del cuero crudo y hasta de los telares. También está disponible para visitas -de 11 a 17, menos los martes- el Parque Criollo y Museo Gauchesco Ricardo Güiraldes, con una cama de Rosas, un poncho de Calfucurá, un recado del general Luis María Campos y una decena de obras de Pedro Figari y Eduardo Sívori, entre abundante platería gauchesca y alguna documentación.
Hospedarse en la estancia con cuatro comidas cuesta 140 pesos por día por persona y el día de campo para 3 a 5 personas se tarifa a razón de 65 pesos cada una. Se reserva al 0326-56239 para todos los días del año, a excepción de la Semana Santa, y las festividades de fin de año. Se llega por Panamericana, ramal a Pilar (con peaje a 1,30 peso) y su continuación por la ruta nacional 8 (peaje en Solís a 3,30) hasta su cruce con la ruta provincial 41, que se toma a la izquierda. Por ésta, que permanece con el pavimento en malas condiciones, se hacen poco más de 6 kilómetros en dirección a San Andrés de Giles: a la izquierda, con cartel bien visible, aparece El Rosario de Areco.
Francisco N. Juárez
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