Mi particular manera de abordar una librería probablemente sea menos particular de como la imagino.
No creo que haya una única manera de elegir un libro, en realidad. Un modelo de procedimiento. No creo que exista tal cosa como un manual de cómo hacer esa elección... como no hay manuales para tantas otras elecciones que hacemos.
¿Que cómo es mi manera? Fue cambiando, va cambiando, seguirá cambiando con los años.
Cuando era estudiante, más allá de las lecturas obligatorias, me dejaba llevar por las recomendaciones tácitas de otros autores. Si un autor al que leía y estimaba (incluso admiraba) leía y estimaba (incluso admiraba) a otro autor... por carácter transitivo, ese otro autor, de momento desconocido, entraba en el radio de los autores obligados.
También daba crédito a las críticas. A las críticas de suplementos culturales. No era lo más común, pero cuando en mis manos caía una crítica que elogiaba con énfasis un hecho creativo (literario, musical, teatral), solía apuntármelo/a.
Hoy por hoy también me dejo llevar por recomendaciones, pero ya no de otros autores, sino de amigos o conocidos. Amigos o conocidos cuyo funcionamiento y discurso yo aprecie, y también su criterio.
Pero la recomendación de Fulano o Mengano no es condición suficiente para que yo termine de casarme con el objeto recomendado.
Hasta acá mi funcionamiento imagino se parece mucho al de la mayoría de ustedes. A partir de acá empieza lo que yo considero más particular... O no sé si tanto.
Aclaro: no sólo me dejo llevar por recomendaciones. Creo alguna vez haber confesado que también soy muy obediente del rapto intuitivo, de una combinación de azar, sincronía y deseo.
El caso es que una vez acopiados los libros en veremos, me voy con el montón de libros al sillón, o me siento en uno de los escalones alfombrados que separa la sección de adultos del sector de niños.
De alguna manera, me siento.
Me siento y tanteo. Empiezo a leer. Uno por uno. Suelo obligarme a leer al menos un párrafo, el párrafo inicial. A veces la lectura del primer párrafo me basta para sentir que no es el estilo de escritura o no es el tema que yo estoy buscando. Y lo dejo.
Si el primer párrafo me captura, leo la primera hoja... y si la primera hoja cumple con mis expectativas o las supera, leo el primer capítulo.
Bueno, hasta aquí lo esperable... Lo propiamente particular es que necesito pasar por esta operación varias veces.
En varias oportunidades.
Será que me no me perdono elegir mal, malgastar mi dinero, pero de un tiempo a esta parte me doy un mes y pico promedio (a veces más tiempo) para decidirme por la compra de un libro nuevo.
Me pasó con Ser feliz era esto, por ejemplo. De Sacheri. Maia me lo había recomendado, lo había recomendado enfáticamente... y a partir de ese día, no les miento, habré ido unas 5 veces a la misma librería para sentarme con él. Una 5 veces... leyendo la contratapa, leyendo el primer capítulo, el segundo, incluso el tercero... Dejándolo reposar, yéndome, olvidándome del libro. Necesitando que sea el libro el que me llame, necesitando necesitar al libro. No sé si conocen esa sensación. La de sentir que no pueden dejar de saber cómo sigue esa historia, que no pueden dejar de entrar en un diálogo con ese autor... que algo de su embrujo está surtiendo efecto en ustedes, que ese montaje tiene algo que decirles, para mostrarles, para hacerles ver... que aún no están viendo.
Ah, sí, tengo una relación muy a pecho con cada texto que leo.
¿Al grano? No sólo me pasé un mes y pico estudiando el libro recomendado, sino que después de releerlo por quinta vez, lo dejé en el estante y me fui, me volví a ir. Y recién cuando estaba saliendo a la calle, recién entonces sentí la necesidad de volver.
Retrocedí, volví a entrar a la librería... Volví a buscarlo. Me sentí una madre primeriza que vuelve por su crío angustiado, que no soporta esa separación. Ma sí, me lo llevo.
Probablemente mi hábito sea menos particular de lo que creía, así empecé el texto.
Pero, aun considerando que mi modo no tuviera nada de inusual ni de insensato, me pareció una buena excusa para que hablemos de cómo cada uno de ustedes aborda esa elección... y ya que la mayoría en breve dispondrá de tiempo libre y relativo silencio para descubrir a un autor o libro, ¿qué tal si nos recomendamos algún libro que nos haya conmovido, impactado o sencillamente gustado?
Ser feliz era esto, de Eduardo Sacheri
No puedo recomendar los libros que estoy leyendo. ¿No puedo? Debería terminarlos primero, pero vale decir que los tres me han atrapado.
Una mujer difícil (John Irving) y ¿Para qué sirve la filosofía? (Darío Sztajnszrajber)
Y de yapa, unas imágenes de hijas en la plaza:
PD: Como siempre, para contactarme por privado, me encuentran en FB.
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