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En Nueva Orleans, todos los días del año son Mardi Gras

A 9 años del huracán que la arrasó casi por completo, la ciudad luce prácticamente recuperada. Más allá de su eterno espíritu festivo, la cuna del jazz es un auténtico sitio de peregrinaje para músicos y aficionados




NUEVA ORLEANS (El Mercurio/GDA).- Ayer no llovió, pero todo estaba mojado igual. Eran las 9.30 de un viernes de agosto y todavía había luces de neón encendidas. Nueva Orleans es así: hay letreros que nunca se apagan. Y menos en un sitio como Bourbon Street, la legendaria calle en el corazón del French Quarter, el barrio histórico de la ciudad, una curiosa mezcla de arquitectura francesa y española que durante los años 40 y 50 fue algo así como el paraíso (o el infierno, según como se mire) del vicio, de los burdeles y del jazz.
Aunque era temprano, ya hacía un calor del demonio -el pronóstico para el día anunciaba 37°C- y la humedad subía del suelo como una masa de aire caliente que golpeaba la cara y se colaba entre la ropa. La de ayer había sido una noche más en esta calle.
"En Bourbon Street es siempre igual. Es Mardi Gras los 365 días del año", había dicho entre risas un chofer de taxi en el aeropuerto Louis Armstrong, refiriéndose al famoso y colorido carnaval de Nueva Orleans que se celebra generalmente en febrero. Tenía razón: esta mañana aún se percibía la juerga. Mientras los dueños de bares y nightclubs manguereaban el suelo, una mezcla de olor a cerveza, a fruta podrida y a orina era la vaporosa prueba de que aquí, una vez más, había pasado de todo. Porque no hay dudas: aunque casi todo se haya vuelto demasiado comercial, Bourbon Street sigue siendo el sitio esencial donde uno puede decir que, finalmente, ha puesto los pies en la bendita Nueva Orleans. El pequeño París de América del Norte. La urbe menos gringa de Gringolandia. La ciudad del pecado. El lugar al que llaman de todas estas formas. Y cada vez tienen algo de razón.
La ley, además, en este caso ayuda: aquí está permitido beber en la vía pública, siempre y cuando el alcohol sea transportado dentro de un envase plástico. Y eso, claro está, da rienda suelta a los fiesteros del mundo, que cada noche se congregan en esta ruidosa calle de 14 cuadras donde en ambos lados de la vereda se alinean bares, restaurantes, hoteles, clubes de música, clubes de striptease, tiendas de suvenires, tiendas para adultos y bandas que marchan al son de las tubas, los trombones y las trompetas.

El jazz

La historia dice que el jazz nació a fines del siglo XIX en Nueva Orleans. O más bien que en esta ciudad del sur de Estados Unidos, a orillas del río Mississippi, en el estado de Louisiana, se produjo la mezcla de estilos y ritmos que culminaron con el género musical más típicamente estadounidense, que luego se expandiría por el mundo con múltiples variaciones. Sólo en este país, y en esta ciudad, dicen los historiadores, se podía producir el encuentro multicultural de europeos, criollos, africanos y caribeños, que terminaría dando vida al género: en la época, Nueva Orleans era uno de los principales puertos comerciales del planeta.
Nueva Orleans fue fundada por los franceses en 1718, que luego la cedieron a España y después la recuperaron, y luego pasó a ser parte de Estados Unidos, en 1803. Durante todo ese proceso por aquí pasaron (y se mezclaron) franceses, españoles, alemanes, ingleses, irlandeses, escoceses y, desde luego, africanos y caribeños, que terminarían conformando la identidad cultural de la ciudad y también del jazz. Para decirlo en forma simple, los europeos aportaron al jazz los elementos de música clásica, los bronces y las marchas militares; los caribeños y africanos, en tanto, pusieron el vudú -elemento mítico y pagano esencial del estilo- y, sobre todo, el ritmo. A fines del siglo XVII y comienzos del XVIII, los esclavos negros solían reunirse los domingos en la plaza Congo, en un extremo del French Quarter, donde cantaban, bailaban y tocaban tambores al estilo africano. Ese rito, se dice, habría puesto la semilla de la tradición musical de Nueva Orleans y, por cierto, del jazz.
Años más tarde, los pioneros del género nacerían o se encontrarían aquí. Tipos como Buddy Bolden, Jelly Roll Morton, Sydney Bechet o Louis Armstrong harían de las suyas en el legendario Storyville, el barrio de Nueva Orleans que entre 1897 y 1917 fue el epicentro mundial de los burdeles y la prostitución tolerada. Su cierre por las autoridades, de hecho, terminaría expandiendo el jazz hacia ciudades del norte del país, como Chicago o Nueva York.
Por toda esta historia, hoy Nueva Orleans es un auténtico sitio de peregrinaje para músicos y aficionados. "Como músico que toca jazz, Nueva Orleans es la mejor ciudad para vivir", dice Antoine Diel, músico que bien grafica lo anterior: nació en Manila, Filipinas, pero creció en Los Ángeles. En la secundaria descubrió el jazz y alucinó con Dinah Washington, Billie Holiday y Louis Armstrong. Por eso, Nueva Orleans estaba en su mira. Diel es uno de los tantos músicos que abundan en una ciudad que parece estar siempre sonando: no sólo en los clubes de Bourbon y Frenchmen Street (otro epicentro de música en vivo), sino en las calles mismas de la ciudad, en sus plazas y mercados. A toda hora, en Nueva Orleans se escucha una banda de bronces, una guitarra sonando amplificada, un cantante.
La música aquí no se detiene. Nunca lo ha hecho. Salvo el 29 de agosto de 2005. Cuando ocurrió Katrina.

Pausa. Katrina

Aunque estaba anunciado, no todo el mundo pudo salir de la ciudad. La mañana del 29 de agosto de 2005, el huracán Katrina arrasó con Nueva Orleans y la dejó anegada en un 80 por ciento. Hubo al menos 1577 muertos en el estado de Louisiana. Los diques del río Mississippi colapsaron y la inundación generó olas que se internaron 19 km desde la costa, acarreando barcos y casinos flotantes que chocaron contra los edificios.
Hoy, aunque todavía quedan lugares por reconstruir -especialmente algunas casas del 9th Ward, uno de los barrios más pobres, y también uno de los más afectados-, la ciudad evidencia pocas señales de la catástrofe. El turismo ha sido uno de los principales motores del resurgimiento: según datos del Centro de Convenciones y Visitantes, el año último llegaron 9,28 millones de turistas a Nueva Orleans, quienes gastaron 6,47 billones de dólares, la cifra más alta en toda su historia. Además, en mayo de este año la ciudad abrió un gran centro comercial para revitalizar la costanera del río, The Outlet Collection at Riverwalk, que se define como el primer outlet de Estados Unidos en pleno Downtown de una ciudad; se apresta a inaugurar un nuevo museo sobre comida y bebida sureña, y sigue teniendo una nutridísima oferta de festivales culturales, musicales y gastronómicos durante todo el año. Además del clásico Mardi Gras, claro.
Si bien los daños materiales son cada vez menos visibles, no hay persona -ni visitante- que no recuerde a diario lo que sucedió esa fatídica mañana y los días que siguieron. Incluso hay city tours que, además de recorrer los hitos clásicos como el French Quarter, el Garden District -caracterizado por sus casonas de estilo sureño-, el cementerio de St. Louis -donde está la tumba de Marie Laveau, la reina del vudú- y la avenida St. Charles -donde se realiza el desfile de Mardi Gras-, pasan por sitios afectados como el 9th Ward, y cuentan detalles de lo que ocurrió.
Pero esto no sólo lo dicen los guías turísticos. Basta hablar con cualquiera de sus habitantes para darse cuenta de que casi todos fueron afectados de una u otra forma por la tragedia. George Coman, por ejemplo, que trabaja en un hotel en los límites del French Quarter, cuenta que ese día despertó y tenía dos metros de agua dentro de su casa. "Mis hijos eran chicos por entonces, pero yo nunca quise volver. No quería que mis hijos crecieran en ese lugar, recordando todo el tiempo lo que allí había ocurrido."
Tras Katrina, la población se redujo casi a la mitad: de 500 mil habitantes bajó a alrededor de 230 mil. Sin embargo, hacia 2010, la ciudad había recuperado el 85% de los empleos y el turismo "había vuelto a convertirse en un pilar de la economía local".

El estilo Nueva Orleans

Faltan cuarenta minutos para las 8 de la noche y ya hay una larga cola de gente frente al número 726 de la calle St. Peter. Todos esperan entrar al primer show del día en el Preservation Hall, un añoso club de jazz abierto en 1961 que funciona dentro de una aún más añosa y húmeda casona de dos pisos en el French Quarter. El Preservation Hall no sólo es una sala de conciertos: también es el nombre de una banda, un sello de grabación y una organización sin fines de lucro que busca preservar el jazz tradicional de Nueva Orleans. Ya saben: el de las trompetas, tubas, trombones y clarinetes.
Una vez adentro, la gente se acomoda como puede. Hay que pagar 20 dólares primero. Luego, entrar a una minúscula habitación donde hay cuatro bancas como de iglesia y un escenario con cuatro sillas, un piano, una batería y tres ventiladores que jamás se apagan. De fondo, el cuadro de un trompetista y un visible letrero que dice Pedido tradicional, 5 dólares. Otros, 10. The Saints: 20.
The Saints es la abreviación de When the Saints Go Marchin' In, el himno gospel de Nueva Orleans que es usado como marcha para funerales. A las 8 en punto entran cinco viejos de pantalón negro y camisa blanca, con sus trompetas, saxos, trombones y tubas al cuello. Aplausos inmediatos. El show comienza y son puros clásicos: When You're Smiling, Just a Gigolo, What a Wonderful World. Y para el final, luego de un discurso del trompetista líder azuzando al público para que deposite billetes de 20 dólares en un sombrero, el incombustible The Saints. Más aplausos. Y a salir, que pronto comienza el turno de las 10 de la noche.
Si alguien queda con gusto a poco no debe preocuparse. A esa hora, las calles del French Quarter ya están tronando. En los clubes de Bourbon Street se escucha de todo, pero en Frenchmen Street, el sonido es más jazzero, soul y funky. A veces ni siquiera es necesario entrar a un club: en cualquier esquina aparece una banda marchante tocando melodías y ritmos festivos y contagiosos. Se puede ir a sitios más sofisticados, claro, como el pequeño Snug Harbour, donde tocan músicos más consolidados e internacionales como Omar Sosa, virtuoso pianista cubano de latin jazz. "Nos gusta tocar aquí y ver cómo viene gente de todas partes del mundo a escuchar el viejo estilo de Nueva Orleans", dice John Joyce, el contrabajista de la Smoking Time Jazz Club, una reconocida banda local. Sus integrantes son todos del barrio 9th Ward, donde está la Musician's Village, una villa subvencionada para músicos locales construida después de Katrina.
"Lo que me gusta de Nueva Orleans es que hay una escena muy buena y la gente realmente ama el jazz. Eso es una felicidad", dice John. Su grupo toca también en las llamadas Segundas Líneas, es decir, los grupos que acompañan en segundo plano a las procesiones callejeras, ya sea celebraciones o funerales, que suelen ocurrir los domingos en distintos puntos de la ciudad. "Una vez que conoces los barrios te das cuenta de que hay música en todos lados. Algunos de nosotros estudiamos música, pero otros aprendieron en las calles. Y éste es nuestro trabajo: tocar música todos los días."
"¿Todos los días?", le pregunto, y su respuesta es inmediata: "Yeah".
Sebastián Montalva W.

Cartelera en vivo

La cartelera es amplia y variada. Lo único difícil es elegir dónde ir. Hitos turísticos en el French Quarter son el Preservation Hall (726 St. Peter St.; www.preservationhall.com) y el Café Beignet (311 Bourbon St.; jazz en vivo todo el día, gratis; www.cafebeignet.com). Allí también está Fritzel's (733 Bourbon St.; www.fritzelsjazz.net) y Maison Bourbon (641 Bourbon St.; www.maisonbourbon.com). Ambiente más elegante en el Arnaud's Jazz Bistró (813 Bienville Ave.; www.arnaudrestaurant.com), el hotel The Roosevelt (130 Roosevelt Way; theroosveltneworleans.com) y el Monteleone (214 Royal Street; hotelmonteleone.com). En Frenchmen Street hay un club al lado de otro: revise quién toca en sitios como Snug Harbour (626 Frenchmen St.; www.snugjazz.com), The Maison (508 Frenchmen St.; www.maisonfrenchmen.com) o The Spotted Cat (623 Frenchmen St.; www.spottedcatmusicclub.com). Y en la zona del Uptown destaca el Maple Leaf Bar (8316 Oak St.; www.mapleleafbar.com), de estilo más ecléctico

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