Newsletter
Newsletter

Escaleras para escalar




Cuando nos alojamos en una cabaña, nos sentimos la familia Ingalls. Todo es chiquito y práctico, rústico y amable. Las cosas son lindas y funcionan. La vida parece más simple viviendo unos días en una cabaña. Excepto por la escalera.
Parece una cuestión lógica: si hay dos habitaciones arriba, una con cama matrimonial y otra con, digamos, dos cuchetas, lo más probable que es que, tarde o temprano, se alojen niños. Sería muy extraño que se haya construido así para que no vayan niños. A menos que esa disposición de camas sea exclusivamente para el caso que se presente una cuadrilla del Ejército o jóvenes de juerga o adolescentes en viaje de estudios. Si no, ¿por qué alguien construiría una escalera de casi 90 grados (sí, las he visto perpendiculares al piso) sin baranda? ¿O por qué escalones chiquitos y resbaladizos?
No estamos hablando de uno o dos casos, cualquier familia lo sabe. Las escaleras empinadas y peligrosas crecen como plaga en las cabañas turísticas. Viajando con bebes que gatean, dan sus primeros pasos o simplemente todavía no practican alpinismo, hemos interpelado a decenas de cabañeros en todas partes del país.
Si el interrogado es empleado, nos acompaña en el sentimiento de desazón y se encoge de hombros. Si es el dueño, ofrece otro punto de vista, que parece tan lógico como el nuestro: el del costo de obra y del espacio que insume una escalera apta para esos pequeños clientes. Clientes, por otra parte, que de todas maneras siguen hospedándose; que no se quejan demasiado, al menos en un idioma comprensible para la mayoría de los adultos, y que todavía no han ocasionado daños graves, ni en ellos ni en la infraestructura. Toquemos madera, ya que abunda en las cabañas.
Realmente no es eso lo que contestan, sino que salen del paso con una frase cordial. Pero no se me ocurre otra razón que resista que un arquitecto, un constructor, los obreros que levantaron la obra y el mismo dueño aprueben adefesios que demandan las habilidades de un acróbata del Cirque du Soleil.
Hice la prueba un verano en Mar de la Pampas y fui a ver cuanta cabaña me permitieron: más de la mitad tenía escaleras que ponían en serio riesgo la integridad de sus habitantes menos diestros, sean niños o ancianos.
No digo que las cabañas estén fabricadas como la casa de los suicidas de Alejandro Casona, porque en otros asuntos por lo general tienen una astucia y sensatez admirables para conjugar lo funcional con lo estético: mesas ratonas multiuso, mostradores sin ángulos amenazantes, adornos sencillos y con estilo, sillones cama idóneos en sus dos objetivos, baños estrechos pero inapelables, y hasta cocinas-kitchenette que uno recortaría y se llevaría a su casa.
También tienen buena calefacción, agua con suficiente presión y calidad encomiable de servicio. Por todo eso, a pesar de las escaleras, uno se sigue tentando con ir a una cabaña aunque ésta esté enclavada en medio de la urbe o que uno se convierta en el paisaje que observa el vecino desde su ventana y viceversa. Mejor si no es así, claro. Mejor si además de las comodidades descriptas, uno logra la intimidad que la cabaña sugería cuando la vio en Internet.

¡Compartilo!

SEGUIR LEYENDO

¿Cuáles son los mejores lugares para probar este clásico postre italiano?

¿Cuáles son los mejores lugares para probar este clásico postre italiano?


por Redacción OHLALÁ!

Tapa de revista OHLALÁ! de noviembre con Lidernnials

 RSS

NOSOTROS

DESCUBRÍ

Términos y Condiciones


¿Cómo anunciar?


Preguntas frecuentes

Copyright 2025 SA LA NACION


Todos los derechos reservados.

QR de AFIP