Newsletter
Newsletter

Estambul y Capadocia

Por Alejandra Mazzotta




Llegamos a Estambul como primer punto para visitar Turquía. Nos dirigimos al colorido barrio de Sultanahmed, bordeando el mar de Mármara y sumergiéndonos de golpe por callecitas empinadas y angostas hasta llegar a nuestro pequeño hotel.
Desde la terraza, como envueltas en un cuento de hadas, observamos absortas las figuras que nos rodeaban: Santa Sofía, la gran Catedral construida tres veces (la última por Justiniano), y que durante mil años fue la más grande de la cristiandad; la mezquita Azul, única con sus 6 minaretes, y más alejado, el Palacio Topkapi, donde vivieron los sultanes por casi 700 años.
Llamada en sus comienzos Bizancio en honor al rey griego Byzas, Constantinopla en honor al emperador Constantino y luego Estambul por los turcos, nos atrapó desde el primer momento por su geografía compuesta de siete colinas, rodeada de agua, mar, estrechos y puentes que nos comunicaron con Asia viajando en un moderno tranvía.
Visitamos el Gran Bazar, donde nos divertimos mucho regateando para comprar desde labrados pimenteros, coloridas lámparas, hasta sugestivas alfombras; de allí nos dirigimos al Bazar de las Especias, caminando entre una muchedumbre, donde las mujeres llevan pañuelos en la cabeza y largos vestidos abrochados hasta el suelo, y donde los hombres son muy respetuosos, e ingresamos en un submundo de aromas y polvos de colores que despertaban todos los sentidos.
El paseo por el Bósforo, para no hacerlo del modo más convencional, lo contratamos in situ junto con un grupo de españoles que no quería viajar en el enorme catamarán: resultó apasionante ver, desde una pequeña embarcación, las murallas de antiguas construcciones, los minaretes, los puentes y, durante el regreso, la puesta del sol detrás de la ciudad.
Con mucha pena dejamos Estambul en un vuelo de Turkish Airways hacia Nevsehir, para alojarnos en Goreme, un pueblito en el corazón de Capadocia, Anatolia central.
Visitamos el Museo al aire libre de Goreme: un conjunto de iglesias cavadas en la piedra con frescos originales que datan de los siglos IX al XII. En su interior, donde respiramos un aire místico, admiramos los dibujos de escenas bíblicas e históricas y caminamos por las naves centrales, y luego por los valles: el rosado, el rojo, el valle de las palomas... y descubrimos formaciones geológicas indescriptibles que quisimos luego ver desde el aire. Volamos en globo, temprano al amanecer, y admiramos las caprichosas formaciones, los pueblos cavados en las rocas como Cavusin, el más antiguo de la región. Visitamos sin claustrofobia la ciudad subterránea de Derinkuyu, una de las tantas donde se refugiaron los primeros cristianos perseguidos por los romanos. Nos acompañó en Anatolia una riquísima comida turca: ali nazik (puré de berenjenas, carne y yogurt), shis kebab (brochettes de carne o cordero) y Gozleme ( crêpes de espinacas y queso) entre los más sabrosos.
Retornamos a Estambul después de visitar las ruinas romanas del Mediterráneo y las ruinas griegas del Egeo. Un viaje fascinante.

¡Compartilo!

SEGUIR LEYENDO

Lanzamos Wellmess, el primer juego de cartas de OHLALÁ!: conocé cómo jugarlo

Lanzamos Wellmess, el primer juego de cartas de OHLALÁ!: conocé cómo jugarlo


por Redacción OHLALÁ!


 RSS

NOSOTROS

DESCUBRÍ

Términos y Condiciones


¿Cómo anunciar?


Preguntas frecuentes

Copyright 2022 SA LA NACION


Todos los derechos reservados.

QR de AFIP