BAHIA BUSTAMANTE.- Caminar por cada lugar con la sensación de ser el primero. Puede ser que aquí resida parte de la magia de este pequeño pueblo costero de recolectores de algas de Chubut. Es que hace cuatro años Bahía Bustamante decidió volver al mapa: remozó las privilegiadas casitas ubicadas a pocos pasos de la playa y, con apenas 16 camas tendidas, abrió las puertas para recibir a los visitantes en el corazón de una estancia patagónica.
¿Qué ofrece Bahía Bustamente? De todo y en las dosis justas. Esta pequeña Península Valdés, como la llaman algunos de sus visitantes, está en el extremo norte del arco del golfo San Jorge, 180 kilómetros al norte de Comodoro Rivadavia y 250 kilómetros al sur de Trelew, en un sitio en el que todo huele a Patagonia: desde la inestabilidad de los cielos hasta la luminosidad de la luna, en ocasiones una aliada del desvelo nocturno.
Aquí, un mismo cielo cobija un pequeño archipiélago en el que descansan colonias de pingüinos magallánicos, lobos marinos, patos, cormoranes y gaviotas de Orlog, que se caracterizan por la elegante cola negra que despliegan en el vuelo y por haber elegido como único lugar de nidificación la caleta Malaspina.
El recorrido por las islas localizadas en la caleta se puede hacer en la Atrevida, una pequeña embarcación que zarpa cada día de una improvisada ría del paisaje para, en mar abierto, visitar este archipiélago que esconde islotes de piedra con fauna patagónica.
Atrevida se llamaba la corbeta comandada por José Bustamante y Guerra, que junto con la Malaspina, comandada por Alejandro Malaspina, zarpó en 1789 de Cádiz en busca de la gloria. La expedición duró cinco años y los marineros que llegaron a estas costas hicieron el primer relevamiento cartográfico y de flora y fauna de las tierras para la corona. Hoy, estos nombres están inmortalizados en el mapa.
Un buen negocio
La Atrevida es timoneada por uno de los nietos de otro conquistador y visionario de nacionalidad española, Lorenzo Soriano. A él, que viajaba junto con su hijo mayor en un viejo Jeep, le hablaron en 1953 de una zona conocida como Bahía Podrida por la acumulación de algas en la costa. Y decidió ir en busca de la perla.
Don Lorenzo, que en los vaivenes de la industria nacional buscaba algas marinas para extraer el coloide necesario para continuar con la fabricación del fijador de pelo Malvik, levantó un pueblo llamado Bahía Bustamante con empleados, una iglesia, unos talleres, una proveeduría, una escuela y un bar. Hoy, por el pueblo caminan no más de 40 empleados y algunos turistas atraídos por la magia de este sitio.
El nieto de Soriano recuerda: "Hi Jara era un japonés que visitó a mi abuelo en los años 60. Llegó a esta playa y vio la enorme cantidad de algas acumuladas. Se emocionó tanto que salió corriendo y se enterró hasta la cintura".
Caribe patagónico
Esta sigue siendo tierra virgen y, como tal, apta para poner nombre a las cosas y los lugares. Por eso asombra que algunos sitios no tengan nombre y otros tengan apenas algunos días con su nueva identidad, ya que se bautizan a medida que se van conociendo.
Cada rincón de la costa matiza rocas o arenas blancas con aguas turquesas. No extraña, entonces, cuando Luciano, uno de los guías del lugar, nos recibe con un "Bienvenidos al Caribe patagónico" cuando llegamos a la llamada playa de los toboganes , una combinación perfecta de piedra, reparo, arena y furia marina.
A pocos metros y sólo a pie, un piletón de cuatro metros de profundidad invita a zambullirse. "El agua acá está más calentita que en mar abierto", aclara Luciano. Pero nadie le cree.
Bahía Bustamente forma, además, parte de un proyecto agropecuario. El pueblo está rodeado de 10.000 hectáreas dedicadas a la producción lanera, que impone una diversificación económica ante la fluctuante actividad de los cosechadores de algas. En otros tiempos, a la comparsa lanera seguía la de las algas, en un ritual que unía a los pobladores de este sitio perdido en el mapa.
Apenas a 30 kilómetros del pueblo, en un recorrido que se puede realizar sólo en 4x4, bicicleta o a caballo desde la estancia Las Mercedes, está el bosque petrificado.
Ahí, enormes troncos de gran antigüedad son parte natural de este paisaje rojizo, desértico, en el que habitan colonias de coirones, guanacos y choiques.
En Bahía Bustamante hay todavía un lugar reservado para quienes sueñan con un estilo de vida simple, lejos del invasivo mundo de la TV y de los celulares. Aquí existe un sitio de pura Patagonia, que invita a ver lo que no se ve y que volvió a convertirse en una pequeña luz titilante en el medio del mapa.
Datos útiles
Cómo llegar
En auto: en el kilómetro 1674 de la ruta nacional N° 3, doblar hacia el mar (a la izquierda viniendo desde Buenos Aires). Después continúa 30 kilómetros por un camino de ripio que desciende 500 metros hasta llegar al nivel del mar.
También es posible llegar desde Camarones, recorriendo 90 kilómetros por la ruta nacional N° 1
Actividades
Es posible hacer navegación por la caleta Malaspina visitando los apostaderos de lobos marinos y colonias de aves marinas, el bosque petrificado, industria alguera y sitios arqueológicos, recorrido por la estancia patagónica, trekking, cabalgatas, playa y kayak.
En Internet
Por Ana Tronfi
Para LA NACION
Para LA NACION