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Félix Monti en Paraíba




Félix Monti dice que ir a algún lugar por trabajo es para él la mejor forma de evitar el exotismo cuando se viaja, que así se le hace más fácil tener un acceso directo a las cosas y a la gente.
Un contacto más cotidiano, menos mediatizado por la sorpresa ajena del turista. Félix M. ha sido director de fotografía de películas como La historia oficial y El exilio de Gardel , entre otras, y de hecho ha viajado mucho por trabajo.
"Me han tocado experiencias de lo más disímiles, he estado filmando en el Sahara, en una mina de carbón de Río Turbio, en Tokio, pero a pesar de todas las diferencias siempre he sentido que esos viajes eran como un cambio de piel, una manera de sumergirme a fondo en una cultura completamente distinta, o al menos todo lo que un extranjero puede."
Su último viaje fue a Paraíba, al mítico sertão del nordeste brasileño.
Estuvo filmando una miniserie de cuatro capítulos dirigida por Guel Arraes sobre la base de una obra de Ariano Suassuna, ambos nordestinos. Y la obra, Auto de la Compadecida , es una transposición al teatro de los mitos y personajes del romancero popular de la región.

Aridez nordestina

"Cuando fui convocado para la obra yo recibí, como suele ocurrir en estos casos, una serie de datos previos a partir de los que podía empezar a elaborar mi propuesta de trabajo.
"Estuve trabajando y leyendo mucho la obra, pensando en los personajes, leyendo acerca de la literatura popular del Nordeste y de la erudita también.
"Releyendo toda la tradición clásica que el texto retoma: algo del Cervantes de las Novelas Ejemplares, algo de La vida del Lazarillo de Tormes y la picaresca española.
"Bien. Todo eso fue, por supuesto, necesario y útil. Pero el tema es lo que me ocurrió después, cuando llegué al sertão : un verdadero impacto.
Eso es lo interesante de ciertos lugares, no se los puede captar si no es estando ahí realmente.
"Ahí reconocí hasta qué punto la gente está identificada con el lugar, con el paisaje, los colores. Todo, por ejemplo, parece pertenecer a una misma entidad, la tierra es ocre, los personajes también.
"Me di cuenta de que necesitaba encontrar una propuesta estética en la que eso tuviera su peso, en la que la cabra, el burro y la casa tuvieran algún rasgo que los igualara mucho más. Y toda la medida del desamparo, por ejemplo, eso es algo que sólo puede percibirse estando allá." "Filmaron entre septiembre y noviembre en Cabaceiras, un pueblo ubicado en las cercanías del río Paraíba del Norte.
El hecho de que fuera el otoño de ellos no marcaba ninguna diferencia; las estaciones suelen ser de un clima monótono. Siempre ese calor, siempre la falta de lluvia; cuando yo estuve ahí ya hacía siete años que no llovía en Cabaceiras.
"El cielo se pone oscuro, pesado, pero no cae una gota."
La gente, abajo, sigue su vida; están acostumbrados a lidiar con la aridez.
Dice Félix M. que son tan monosilábicos como hospitalarios, que las puertas de las casas están siempre sin llave y que no existe esa dudosa seguridad que dan las medidas de seguridad en las grandes ciudades.
"No hay violencia y tampoco delincuencia.
"Un día fuimos a filmar a la cárcel y descubrimos que estaba completamente vacía. Nos dijo el guardia que hacía años que nadie pasaba unos días ahí, a lo sumo duermen una noche porque se los agarró borrachos o porque tuvieron alguna pelea pasional, pero siempre se trata de cosas menores.
"La verdadera violencia ahí está en el clima, en el desamparo.
"Aun así, algo los liga profundamente con su tierra.
"Se advierte un fuerte sentido de pertenencia; si tienen que emigrar forzosamente, por razones de supervivencia, ni bien escuchan que en el sertão cayeron dos gotas de lluvia vuelven. Tienen un fuerte sentido de la tradición, de la importancia de ser enterrados en el mismo lugar donde están sus padres y sus abuelos; hay una necesidad mítica de ser parte."

La guerra y la paz

Las casas de Cabaceiras son de una especie de adobe, de paredes altas y techo de tejas rotas que permiten ver el cielo.
A veces, dice Félix M., es común ver a la gente afuera de sus casas, cuando cae la tarde, tocando música tradicional sefaradí con sus tamboriles y sus pífanos.
"Muchas veces en este pueblo uno siente que asiste a una especie de transpolación, como si el tiempo no hubiera pasado.
"Se ve cómo han sobrevivido tradiciones de los distintos grupos de cristianos nuevos, como se llamó a todos los que en el siglo XVI se convirtieron para escapar de la Inquisición portuguesa, que fue la más cruel de todas.
"Filmar ahí tuvo para mí un sentido de verdad muy fuerte; encontré que en el Auto de la Compadecida y en la riqueza de la cultura que lo sustenta hay un tema, algo en lo que se ve una búsqueda, una posibilidad de comprometerse, al contrario de lo que ocurre últimamente en tantos terrenos del arte."
El equipo de filmación no se quedaba en el pueblo, sino en las afueras, lo que le daba a Félix M. la posibilidad de caminar seis kilómetros en medio del desierto al menos dos veces por día. "Me gustaba sobre todo de noche, cuando se veía la tierra y las sombras aun en las noches sin luna." Ese retiro era todo lo silencioso y pacífico que puede imaginarse, pero sabemos que la naturaleza humana no puede soportar mucha realidad y tampoco mucha paz.
"Cuando surgían las peleas y problemas entre los integrantes del equipo de filmación, uno de los electricistas, acostumbrado a la violencia de Río de Janeiro, solía decir: "As pessoas tem saudades da bala perdida".

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por Redacción OHLALÁ!

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