Antes que nada, feliz lunes para todos y muy buena semana. Hoy empieza el caos acá y no quiero imaginarme lo que va a ser la semana que viene.
Seguimos felices en lo de mis viejos. Ellos no puede más de la alegría, y los chicos, bueno, es obvio, ¿no?
El sábado fuimos al zoológico de Escobar. Llevé a los tres míos y a tres más (dos primas y un amigo de Marcos). ¡Qué espectacular la pasamos! Un poco de calor, sí, pero cada 100 metros hay como unos ventiladores con atomizador que refrescan todo el paseo.
A la noche cayeron rendidos, claramente, a las 8 de la noche. Yo les había avisado que iba a salir un rato, así que en cuanto cerraron los ojos me emperifollé hasta el pelo (para las que preguntaron el outfit: jean de tiro altísimo, para de elefante, remera con nudo y suecos) y a las 10 en punto pasó Cariló.
Bajé y ahí lo vi, parado al lado del auto. ¡Cómo me gusta! Estaba hablando por teléfono y yo, por 15 segundos, lo analicé minusciosamente. Me encanta.
Fuimos a comer por Palermo y después esta vez, sí, a tomar algo. Nos colgamos hasta las 4 AM otra vez y después la seguimos en el auto. Como a las 4:30 me dijo si quería ir a su casa.
¿Les digo la verdad?Me moría de ganas, pero no daba por la hora.
Es decir, íbamos a llegar cerca de las 5. ¿A qué hora me iba a ir a mi casa? ¿A las 8? Los chicos dormían desde las 20! A las 7 era muy probable que se levantaran.
Le expliqué todo esto a él y por suerte lo entendió.
Me dijo: "OK, entonces el martes cuando te pase a buscar vamos directo a casa. Soy un buen cocinero".
"¿En serio?", le dije. "¿Cocinás bien?".
Ja! Como si me importara!