El sábado hablamos. Vino mamá a quedarse con los chicos y nos fuimos a la vuelta a conversar un poco.
Déjenme decirles que la cosa está complicada. Dice Nicolás que está confundido. Que los últimos tiempos (casi casi los últimos años) fueron tan complicados que no entiende bien dónde está parado.
Que lo de Luján y lo de su padre terminaron de desequilibrarlo.
Que yo no tengo la culpa, pero que él necesita más aire. Que no tengo derecho a meterme en sus cosas, que como la del sábado pasado hay miles y que él ni quiere ni puede vivir así. Que yo no soy la madre y que no soporta cuando actúo como si lo fuera (???)
Yo no hablé mucho. Hubo momentos en los que lloré. Lloré de bronca, porque no podía creer lo que escuchaba. Pero en otras cosas tiene razón.
Él dice que lo del sábado no tuvo que ver con que estuviéramos enfermos, que en el fondo lo que me jode es que él haga cosas sin mí. Y saben qué? Es verdad, me jode.
Le dije que qué quiere hacer y me dijo que vayamos a terapia de pareja, si me parece. Y sí, me parece.
Él ya tenía una persona que le habían recomendado, así que esta tarde llamo y saco un turno.
No sé chicos, todo esto me huele mal. Su mirada, el tono de voz, las palabras que usó. No sé.
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