ILHA GRANDE.- Aquí no hay autos. Salvo por los tres vehículos oficiales: un patrullero, un camión de bomberos y una ambulancia que pertenece al puesto de salud y está disponible las 24 horas. Por eso es usual ver a más de un turista, distraído y relajado, lento de reflejos cuando por casualidad aparece uno de los tres vehículos.
Pero es parte del encanto de Ilha Grande. La isla invita a descansar y disfrutar de paseos en barco, practicar buceo y snorkel, hacer trekking, realizar safaris y atravesar la mata atlántica que la cubre para conocer una gran variedad de especies autóctonas de la flora y fauna. Y si uno se anima puede estar a metros de una manada de monos saví, observar mariposas gigantes, lagartos, iguanas, carpinchos, mulitas y deslumbrarse con los colores intensos y variados de las aves típicas de la selva tropical.
Llegar es todo una travesía. Pero vale la pena. Ilha Grande es un paraíso de ecoturismo y un destino soñado. Sus 106 playas de aguas claras, ríos, cascadas e innumerables senderos que permiten recorrer casi los 193 kilómetros de su extensión forman una atractiva reserva ecológica.
La Bahía de Ilha Grande, que pertenece al municipio de Angra dos Reis, está a tan sólo 180 kilómetros al oeste de Río de Janeiro. Sin embargo, antes de comenzar el viaje es recomendable saber cuál es la mejor manera de llegar a sus costas. "Es un destino maravilloso, pero maldito -dice Pablo Förster, director de Turismo de Ilha Grande-, porque para cruzar hasta las increíbles playas de la isla hay una única salida diaria del ferry." Por eso es preferible coordinar el horario de los vuelos a Río con los traslados en ómnibus, taxis o autos particulares hasta Angra, y la partida del ferry hacia la isla.
Lo importante es llegar
El ferry demora una hora y media y sale a las 15.30, de lunes a viernes, y a las 13.30, los sábados, domingos y feriados. El valor del pasaje es de 8 reales (casi 12 pesos argentinos).
Sin embargo, aunque el ferry es la opción más segura no es la única. Hay escunas (veleros de motor) y lanchas taxi que llegan en menos tiempo al muelle comercial. No obstante, el valor del boleto oscila entre 20 y 150 reales por persona -según el navío-, y la salida está condicionada a la cantidad de pasajeros que trasladen hasta la bahía.
Pero una vez que se pisan las arenas blancas, recorrer la isla y caminar por las angostas calles es un verdadero placer. En la isla tampoco hay bancos, casas de cambio ni cajeros automáticos. Y muy pocos comercios o posadas aceptan tarjetas de crédito. Se recomienda cambiar euros o dólares por reales, la moneda oficial de Brasil, antes de emprender la travesía.
Villa de Abraão es la capital de Ilha Grande, donde se concentra la mayoría de las posadas, restaurantes y tiendas de la isla. Es notable observar de qué modo la rua Donna Romana divide el centro comercial del área ecológica. De un lado se ven negocios, puestos artesanales, el muelle y bares con mesas que miran hacia el mar. Y del otro, el destacamento policial, los bomberos, la escuela, las casas donde viven militares y policías en actividad y retirados, ruinas históricas y naturaleza en estado puro.
Allí está prohibido acampar, hacer edificaciones y modificar el ecosistema. En ese sector funciona la Brigada Ecológica, una asociación civil apoyada por las empresas Petrobras, la petrolera nacional, y Klabin, una de las celulosas más importantes de Brasil. "En la brigada trabajan 55 niños y adolescentes; ellos reciben capacitación ecológica y se ocupan de mantener las playas limpias", explica Förster. Es usual, en las primeras horas de la mañana, ver a los chicos recogiendo latas, papeles y residuos abandonados en la arena. Un trabajo silencioso que muestra la idiosincrasia y conciencia ecológica presentes en la zona.
Por ese extenso camino, que atraviesa la isla de Norte a Sur, se descubre su historia más íntima. La isla, escenario de muchos relatos de corsarios y piratas, guarda antiguos galeones que naufragaron en sus costas. Por entonces era el refugio de los largos viajes que los llevaban de regreso a Europa.
Algunos monumentos históricos revelan su pasado: la iglesia de Santana construida por los jesuitas en 1843; las ruinas del Lazareto, que albergó a viajeros e inmigrantes en cuarentena y luego fue transformada en Colonia Penal, y los restos de la prisión federal Cándido Mendes, donde estaban los presos políticos y criminales de alta peligrosidad, como los integrantes de la organización Comando Vermehlo.
El brillante escritor Graciliano Ramos estuvo preso en Ilha Grande y relató la experiencia en el libro Memorias de la cárcel , clásico de la literatura brasileña.
Pero los restos arqueológicos aparecen como señales. Hoy, por una de las pocas rejas que quedó luego de la fuerte implosión con la que se intentó demoler el penal, asoma la belleza natural de la selva, teñida de verdes y marrones, y la inmensidad del mar.
Qué se puede hacer
Hay una enorme variedad de playas. Desde las de estilo caribeño, amplias, de arenas blancas y finas y aguas turquesa hasta pequeñas bahías solitarias, rodeadas de una vegetación exuberante. Y otras donde no hay más que colocarse el snorkel, las patas de rana y zambullirse rápido en el agua para admirar la abundancia de arrecifes de coral, estrellas de mar, tortugas marinas y peces tropicales.
Lopes Mendes es la más famosa de la isla, considerada por la revista Times como la playa más bonita de toda la costa brasileña y la 10» en el ranking mundial. A ella peregrinan surfistas de todas las latitudes.
Ignacio viene todos los días y dice que algunas veces Gabriela, su mujer, lo acompaña en su entusiasmo por hacer deportes. Ellos son de Mar del Plata y llegaron a la isla por recomendación de unos amigos. "Nos gustan los lugares agrestes, por eso queríamos conocer esta playa. Todas las mañanas salgo a correr y después alquilo una tabla y vengo a hacer surf", cuenta él. Pero esta mañana Gabriela está contenta por demás: acaba de enterarse que será mamá.
Desde el muelle, las escunas que salen a diario para realizar los paseos por las islas cercanas son una verdadera postal. El turista puede optar entre varias excursiones. Conocer la Lagoa Azul, que es una bahía cerrada de aguas calmas donde se practica snorkel y buceo; las playas de Gurumixama, Frequesia de Santana, donde hay una iglesia construida por los jesuitas, y la Praia do Amor, el lugar elegido por las estrellas de mar para aparearse.
Otra alternativa es el recorrido por la Lagoa Verde y descender en las playas de Japariz y Feiticeira, y practicar snorkel en Parcel de Aripeba, una pequeña bahía donde se formó un arrecife de rocas.
Los más aventureros pueden hacer la excursión Monkey Safari. Se sale desde Abraão en barco hasta la playa Pouso, se pernocta en casas de pescadores, y en las primeras horas del amanecer y en la caída del sol se puede avistar o tener a unos centímetros a un grupo de monos aulladores o bugios.
Después de hora
Para una velada íntima a la luz de la luna, nada más romántico que el paseo en barco hasta el restaurante Coqueiro Verde, en la bahía Saco do Céu (bolsa del cielo). Es una bahía cerrada, de aguas tranquilas, donde en las noches de luna llena las estrellas se reflejan en el mar. Noches en que el mar no es más que el espejo del cielo.
La noche de Ilha Grande es tan atractiva como el día. Turistas argentinos, chilenos, uruguayos y europeos, en su mayoría, salen a cenar, mirar vidrieras, comprar artesanías o a caminar por las playas. Sobre la rua Alicia Kuri, Alberto Lima abrió hace dos años el café & restaurante Sotero, el único bar que prepara tragos internacionales. Este es su lugar en el mundo, dice con total certeza. Sus abuelos, que eran hijos de españoles y portugueses, vivieron en la isla, donde nació su padre. Pero luego su familia emigró al norte del país.
"Cuando cumplí 9 años mi padre me trajo de vacaciones a la isla, y vi donde estaban las raíces de mi familia. Entonces pensé que éste era el lugar que había elegido para morir", cuenta con cierta emoción en su mirada. Aquí conoció a Camilla, que venía de Noruega a pasar sus vacaciones en la isla. Un año después se casaron. Alberto, que es un barman experimentado, mientras prepara en la barra un amareto savek (un trago riquísimo que lleva limón, cointreau y amareto), recita de memoria una frase que la da por cierta: "El mejor país para comer, Italia; para beber vino, Francia; para enamorar, Argentina, y para beber caipirinha, Brasil".
En los bares y restaurantes de la villa o a orillas del mar se degustan los platos típicos del lugar: una variedad de frutos de mar, cazuela de mariscos, pescado de abadejo en hojas de plátano, acompañado por una rica caipirinha o una cerveza bien helada. Y soñar, tan sólo por un momento, que las vacaciones sean eternas.
Ana Da Costa
Enviada especial
Enviada especial
Datos útiles
Cómo llegar
La mejor opción para llegar es desde la ciudad Río de Janeiro. Hasta el puerto de Angra do Reis hay servicios regulares de tranfers que cuestan US$ 52 por persona, y pasan a buscar a los pasajeros por los hoteles.
La otra opción es un remise que vale 220 reales y traslada hasta tres pasajeros. Recuerde que el ferrry a la isla tiene una salida diaria. Más datos por el teléfono (024) 3361-5764.
Cambio
Lo ideal es cambiar pesos, dólares o euros por reales antes de viajar a Brasil. En la isla sólo aceptan reales, y algunos comercios y posadas, tarjetas de crédito.
Angra do Reis es el lugar más cercano para ir a un cajero automático. Un real equivale a 1,46 pesos.
Hoteles
La habitación doble en las posadas típicas de la isla cuesta R 120; en las posadas de categoría, entre 250 y 350, y en los minirresorts de la isla, 900, aproximadamente.
Para mayor información sobre hotelería consulte la página www.ilhagrande.com.br .
Gastronomía
Los frutos de mar son el plato fuerte en la isla. Pero además hay pastas, carnes y pizzas. Una cena completa en Bossa Nova, Banana Blue, Corsario Negro y O Pescador sale entre R 25 y 50 por persona.
Más información
Comité Visite Brasil, de la embajada del Brasil en Buenos Aires.
Cerrito 1350, entrepiso.
Teléfono: 4515-2403
E-mail: turismo@embrasil.org.arwww.brasil.org.ar
En Internet
Además de los sitios mencionados, se puede obtener información en: