Juguemos en el bosque

27 de septiembre de 2011 • 11:04

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Este fin de semana los chicos se van al campo con el padre.

Me pone un poco nerviosa pero me la aguanto.

Lo que me pasa es que dudo del cuidado de Nicolás, para qué suavizarlo. No es que crea que no los cuida sino que no coincido con el criterio que aplica a la hora de medir los peligros.

Por ejemplo, en el campo hay un tanque australiano gigante que no tiene ninguna protección. Bueno, yo opino que es un peligro absoluto, siempre lo pensé. Y todas las veces que lo expresé, Nicolás me miró con cara de "qué insoportable, no pasa nada".

Mis ex suegros (que también van) son muy así también, súper desafectados, y así criaron a sus hijos.

Mis ex cuñados y cuñadas tampoco se alarmar ante cosas que a mí me resultan riesgosísimas. Pero bueno, tienen otro tipo de ideología con respecto a la paternidad. Sus chicos son criados por niñeras. Son ellas las que les dan de comer, los bañan, los llevan y buscan del colegio.

Bueno, mis niños van para allá todo el fin de semana y yo aprovecho y me voy sola a la casa de mi hermana en Cariló. Tengo ganas de eso: de fuego en la chimenea, de té calentito y mirar el bosque por la ventana. Tengo tres libros por leer y una serie casi entera que quiero ver.

Salgo el viernes a la tarde, cuando termine de trabajar. No me importa que llueva o que haya sol. Ni siquiera me afecta que me garúe finito.

Hace mucho tiempo que la garúa dejó de molestarme.

De hecho, cada día me molestan menos cosas.

Buen martes para todos.

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