Entrar a una gran juguetería y decirles a mis hijas: "elijan lo que quieran". No había interpretado esta escena, no hasta la semana pasada, y no sé si en lo inmediato la hubiera interpretado, de no ser por una invitación-regalo que recibí... para ellas.
Pero a ver, vayamos por partes.
Juguetes, juguetería, ¿qué lugar tienen en mi vida? En mi vida de madre, y explicito esto último porque ya estoy por caer en la tentación de empezar a googlear imágenes... Ah, sí. ¡Una sola! Una sola foto traigo de cuando era chica, en mi cuarto de Juramento: jugando con el Jardín de agua de los Pin y Pon (regalo de reyes de padre). Me recuerdo jugando en el piso, cuidando de no volcar agua sobre el parquet ni sobre la alfombra verde, que hacía juego con el empapelado.
Pero a ver, volviendo a mi vida de madre, ¿qué es lo primero que me viene en mente cuando pienso en juguetes? Y lo primero que me viene es toda una familia de frases tales como: "ningún chiche hace a la felicidad", "tienen más de lo que necesitan", "¿qué sentido tiene comprarles algo si después terminan jugando con lo primero que aparece?"
Por otro lado, soy honesta: no soy la mejor administradora y cuidadora de los juguetes que tienen. Ellas hacen su parte. De entrada me propongo ordenarlos, procurar que estén todas las piezas, pero tarde o temprano claudico: me gana el caos. Tarde o temprano cartas, fichas, clavines, piezas de rompecabezas, ropita de Polly Pocket, tacitas del juego de cocina... pierden su paradero original, el rastro de sus respectivos compañeros y terminan mezclándose, amontonándose dentro de una mochila, de un carterita, de los cajones, debajo de un sillón, de su cómoda, en cualquier lado.
Alguna que otra vez, di una buena barrida y no medí consecuencias.
Ahora, eso sí, pese a todo lo anterior, y esto ya califica para "aparatosidad", yo veo una juguetería y entro. Entro y paseo. Miro juguetes como si fueran pilchas. Miro, me detengo, si estoy con alguna de mis hijas, incluso comento. Ellas piden, claro, pero son niñas que respetan el límite, la mayoría de las veces no se puede. Y no es grave.
Por eso fue insólito poder decirles: "lo que quieran, elijan libremente". Pretendí fotografiarlas en la búsqueda-elección pero estaban tan entre a-la-deriva y exultantes que fue imposible hacerlo. No había manera de hacer foco, así que, resignada, me puse a retratar juguetes... estáticos, callados, observando... ¿Observando? Por unos segundos imaginé cómo sería ese espacio de noche, si fuera como en Toy Story. Los imaginé a todos esperando que los seres humanos cierren las puertas para cobrar vida. Los imaginé a la espera de un niño (¿bueno?) que los compre. Un destino ¿esclavo? Y tuve que abandonar mi película porque hijas habían elegido mucho, o mejor dicho, no elegían.
Y fue ahí que apareció la familia. Se las enseñé y ni lo dudaron; soltaron lo otro y agarraron viaje. Sumaron al carrito un set de masas hechas de pelotitas y un par de chucherías, y así fuimos terminando... "Ningún chiche hace a la felicidad", pero un par de regalos pueden dejarte contento. Y se ve que la alegría de los hijos es contagiosa para los padres, porque en el viaje de vuelta les propuse: "¿y si cuidamos muy, muy bien esos muñecos para que el día de mañana puedan dárselos a sus hijos para que jueguen?"*
(Y no sé si los 5 integrantes llegarán tan lejos, pero en el mientras tanto ellas estarán aprendiendo a cuidar algo).
Agradecimientos: ¡a Imaginarium!
¿Cómo se llevan ustedes con los juguetes de sus hijos? ¿Cuál es hoy el juguete favorito de ellos? ¿Son de comprarles juguetes? ¿Cómo los cuidan/administran? Y de yapa: ¿Alguna foto muy vívida de su infancia (en relación al tema)?
*Así hace la abuela paterna. Cuando la visitan, les da juguetes que eran de la hija, hermana de Fede.
La familia ya sobre mi cama, Lupe acomodándola.
YAPA: Fue más fuerte que yo. No pude contenerme. Encontré foto en la web del Jardín de agua. Mucha nostalgia.
PD: ¡Buen miércoles! Para info de taller (quedan 2 lugares), contacto acá o por mensaje de FB: Inés Sainz
En esta nota: