Por Juan Yesnik
Especial para RevistaOHLALA.com
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Si bien cada pareja establece sus códigos de relación y convivencia, y aunque puedan llegar a ser "sólo grandes compañeros" en la mayoría de los casos, la cantidad y calidad de la vida sexual será determinante a la hora de evaluar la prosperidad y plenitud del vínculo. Si bien no hay manuales ni reglas que determinen cómo ni cada cuánto debemos tener sexo, todo suele ser mejor cuando ambos logran encontrarse en la cama (o donde prefieran).
Mucho más complejo resulta cuando una de las partes propone o reclama más vida sexual que el otro. Y, en esta balanza del sexo, quienes "piden pan y no les dan" suelen sentirse rechazados y enojados con la disparidad.
Es difícil escuchar "no" y también suele ser un trabajo culposo para el que pone el límite. Muchas parejas desvanecen, incluso, el afecto cotidiano por temor a que cualquier mínima señal de cariño pueda parecer un pedido sexual. Así es como dejan de darse la mano, acariciarse o regalarse palabras amorosas por temor a tener que dar un paso, desganado, al más allá.
Cada pareja sabrá (o debería revisar a conciencia) qué y cuánto exige uno y con qué rutina se opone o se entrega el otro. Muchas mujeres, y hombres también, suelen tener relaciones sólo para complacer a sus parejas o para no ser cuestionados en su fidelidad, así como por temor a resultar engañados o abandonados.
Más allá de sacar cuentas, se trata de sincerar las causas del poco o mucho sexo que cada uno quiera o pueda tener.
¿Cuánto sexo tenemos? ¿Cuánto deseamos tener? ¿Por qué no gozamos como y cuanto nos gustaría? ¿Qué dice tu balanza del sexo y el amor?...
Hoy, gran parte de las parejas, suelen estar demasiado cansadas para tener sexo, por culpa de las exigencias y demandas de este mundo moderno gobernado por el estrés y el consumo. Este suele ser un discurso más femenino que del hombre, quien, aunque esté agotado, siempre suele tener reservas para lo que siente como uno de los grandes placeres o divertimentos de la vida. Ellas suelen tener otras prioridades de agenda y pueden llegar a postergar el sexo hasta, incluso, el punto de olvidarse de qué se trata. ¿Es tan así? Algunas investigaciones sugieren que, si bien "nadie olvida cómo se anda en bicicleta", cuando no hay rutina se pierde la práctica y, poco a poco, disminuyen las ganas.
Mientras que la pérdida del deseo sólo sea causa del estrés, ansiedad u otros trastornos reversibles, no habrá más que ocuparse y resignificar la importancia del tiempo saludable para el ocio, el descanso y el encuentro. Pero, lo cierto es que, muchas veces los motivos van más allá de la reorganización de los tiempos y, en definitiva, ya casi no hay motivos para disfrutar "cuerpo a cuerpo". Así como, acorde al paso del tiempo y de las posibilidades, deberíamos cuidar el cuerpo y la imagen que solía estimular al otro, hay que renovarse, reinventarse, dialogar para incluir lo que el otro pide, ser claro y decir con precisión lo que se piensa y se desea, compartir las fantasías realizables (y las que se deseen compartir, más allá de todo), potenciar otros potenciales "reforzadores", etc.
El sexo es una actividad libre y voluntaria que debe pensarse en torno al bienestar que puedan elegir o sentir ambas partes. El sexo es una elección, es compromiso y responsabilidad. Resulta esencial ocuparse de lo que ambos necesitan y de lo que, en definitiva, ocurre en torno al verdadero deseo o a lo que pueda estar ocurriendo.
En artículos anteriores hemos dado cuenta de que dos veces por semana promedio suele ser la elección del general de las parejas, sin embargo, como también hemos rescatado en tantas ocasiones, están desde los adictos al sexo o los obsesionados con tener relaciones hasta los que pueden vivir asexuados o pueden llegar a padecer de anorexia sexual .
¿Cuánto sexo tenemos? ¿Cuánto deseamos tener? ¿Por qué no gozamos como y cuanto nos gustaría? ¿Qué dice tu balanza del sexo y el amor?
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