
La fashion manía es próspera en el mundo
5 de marzo de 1999

Una de las actividades más populares de Los Angeles es el Tour de las estrellas . El ómnibus, con el relato del guía, va pasando por las casas de los personajes que integran el elenco estable de nuestros sueños en cine o video. El paseo es muy lindo, atravesando los barrios más lujosos, aunque uno no puede acercarse ni mucho menos molestar a sus propietarios, desde el inalcanzable Marlon Brando hasta la más accesible actriz en ascenso.
Todo se ve desde lejos, mientras uno se hace la película . Para entrar en las casas hay que esperar el número especial que todos los años dedica Architectural Digest a Hollywood-at-home . La curiosidad no se agota con esta mirada lejana, sino que se estimula aún más.
Por eso, otro de los itinerarios propuestos es seguir la huella de Marilyn Monroe. En general, vivió en hoteles. Modestos, como el Beverly Carlton Hotel de la avenida Olimpic en L.A. cuando apareció En la Jungla de asfalto, o en las torres del Waldorf en Nueva York, mientras estudiaba en el Actor´s Studio, ya consagrada.
Ella no se destacó por poseer grandes casas, sino por ser inquilina o residir en hoteles. Cuando conoció a Joe Di Maggio tenía un solo dormitorio (882 North Doheny Drive) y al casarse alquilaron otra más importante en Beverly Hills (508 North Palm Drive). Fue más inquilina que propietaria y, al morir, su pequeña casa estaba sin amueblar porque no habían llegado los muebles mexicanos que había comprado en Cuernavaca y Taxco.
Estrellas itinerantes
Aunque falleció en 1962, dejó un libreto que ahora es el más copiado: el de las estrellas itinerantes y su consecuencia publicitaria, los llamados hoteles, restaurantes y discotecas fashion. Literalmente, significa moda; aunque represente mucho más. Constituye una religión mediática con los sumos sacerdotes que son los fotógrafos y camarógrafos.
En lugar de la intimidad de sus mansiones, que eran la nota de las décadas anteriores, el escenario se ha hecho público. Sharon Stone, cuando sacude con Bajos instintos, pide prestada una propiedad que estaba en alquiler para citar allí a los periodistas como si fuera suya. Era una nota en exteriores.
En Miami surgieron en los últimos tres años varios lugares que tienen un centimetraje en los medios constante. Harrison Ford va a tomar algo en el nuevo club de playa del Delano; el spa más cotizado es el de Kelly Klein, la ex mujer de Calvin; las notas de modelos más alucinantes se hacen en la pileta del Albion, que tiene ojos de buey debajo del agua; en el restaurante del Astor se puede encontrar a Cameron Diaz lo mismo que a Elizabeth Hurley, que es más fotogénica que el travieso de su marido, Hugh Grant; Robert De Niro sigue buscando a Naomi Campbell en las noches de Liquid, la discoteca que Liza Minnelli comparó con la legendaria Studio 54. El primer cliente fue Michael Caine, que tiene su restaurante a la vuelta, en Lincoln Road.
Las celebridades (los celeb en la jerga periodística) son omnipresentes y uno sigue sus pasos. Aunque sea después de muertos, como ocurre con La Casuarina (Ocean Drive 1106) donde siempre hay turistas posando frente a la verja en que mataron a Gianni Versace, que venía de tomar su habitual desayuno en el News Café a un par de cuadras, que a 10 años de inaugurado sigue lleno las 24 horas, porque allí paran los famosos y la gente que quiere sentirlos cerca.
La playa de South Beach, donde se filmaba Miami Vice en las malas épocas, es una pasarela donde el espectáculo empieza cuando usted llega. El peaje de la era fashion de los años 90. Lo mismo que a las puertas del hotel donde duerme Enrique Iglesias o antes los Rolling Stones en Buenos Aires.
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