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La llamada de la Puna

Una visita a San Antonio de los Cobres en el mítico Tren a las Nubes para compartir las celebraciones a la Madre Tierra y disfrutar de una primavera que, para los pueblos andinos, comienza en agosto




SAN ANTONIO DE LOS COBRES.-Quiero que conozcan a mis llamitas. Son seis, pero tres se nos han ido." Doña Barbarita se disculpa con los viajeros porque sabe que a todos les gusta tomarse fotos con sus animales. "No se preocupen que mi hijo Anatolio muy pronto las ha de encontrar", asegura la señora, que se peina para las visitas y convida hojas de coca de su chuspa.
Anatolio llega con su hermano Eusebio, pero sin las llamas. Es tarde para seguir con la búsqueda, no tanto por la falta de luz, sino por el frío. La temperatura puede alcanzar los -15°C cuando el sol baja detrás de los cerros. Así es el invierno a 3700 msnm, aunque para los pueblos andinos, es en agosto cuando empieza la primavera. La región florece en el mes de la Pachamama.
Los hermanos ingresan al rancho para alimentar con alfalfa a las llamas que quedan. Mañana seguirán con la búsqueda, incluso antes que la escarcha se derrita.
Anatolio, de 25 años, creó un proyecto turístico muy fácil de recordar. Se llama Anatolio y sus llamas . Espera tener con él mayores ingresos que con su actual tarea: prestar a sus animales para que posen con los viajeros. Lo hace en la estación del Tren a las Nubes y cobra cinco pesos por cada foto. El problema es que el tren llega sólo una o dos veces por semana, y se detiene apenas quince minutos en el pueblo. Luego retorna a Salta con la gran mayoría de los pasajeros a bordo.
Su emprendimiento es ofrecer, a los turistas que se quedan más horas, una caminata acompañada por sus camélidos. "Mi idea es mostrar el pueblo, la iglesia, los caminos... Contarles la tradición de nuestros abuelos de antes, de caminar junto a los animales de la Puna, que cargan el agua, los alimentos."
Las llamas para la ocasión son Nieve y Picaflor, ambas blancas, con cintas rosas que le dan mayor prestancia. También los hermanos se visten de gala: Eusebio con un poncho y un sombrero; Anatolio, con un traje de barracán en lana de oveja.
El proyecto comenzó hace dos meses, pero hasta ahora no ha tenido ningún cliente. El turismo aparece como la lluvia, con cuentagotas. La mayoría de los viajeros busca adentrarse en la cultura colla del Noroeste en sitios como Purmamarca, Tilcara o Iruya, donde parte de las costumbres se ha adaptado al gusto de los que llegan. Eso no ocurre en San Antonio de los Cobres, corazón de la Puna salteña, que se mantiene sin grandes cambios. Con 120 camas en hosterías y casas de familia, su edificio más alto tiene dos pisos y las casas, de adobe en su gran mayoría. se funden con el marrón de las montañas.
Por su emprendimiento, Anatolio ganó un premio del Ministerio de Cultura y Turismo de Salta, que le permitirá alimentar mejor a sus llamas y construir un corral para que no se vuelvan a escapar.
Un día de agasajos
Amanece sin viento. En la puerta de la hostería, dos niñas juegan con piedritas de cuarzo y esperan junto a un manto con tejidos y suvenires.
- Cómprese unas medias, amigo.
- Ahora vuelvo y las miro.
- Siempre dicen que vuelven y después no vuelven nada.
La casa de Simeón Choque está a unas diez cuadras. Parecía cerca, pero todo se aleja en la altura de la Puna cuando uno decide caminar ligero. El anfitrión no parece cansado, y eso que pasó la noche en vela. Se quedó preparando el locro para la Fiesta Nacional de la Pachamama (ver aparte). Empezó a medianoche, en compañía del cacique, Miguel Siarez. Pero el representante del pueblo se durmió en la madrugada y dejó a Siméon cantando solo en la penumbra, con la mirada en el fuego.
Voy a tomar una copa, una copa de licor. Voy a beber de tus labios la dulzura de tu amor...
"Uno se acuerda de cosas cuando canta -dice el cocinero y coplero-. Me pongo sentimental, porque la quiero mucho a la Pachamama. Me emociona. Por la Pacha comemos, trabajamos, criamos a nuestros hijos. Yo les enseñé tradiciones, para que no las pierdan."
Las bases de la cultura se las transmitió su abuelo, pero aprendió a cocinar "de curioso nomás. A los 11 años ya hacía fideos caseros, me enseñó un gendarme en el casino de oficiales". Luego trabajó en restaurantes y ahora sólo consigue changas de albañil. "Mi último trabajo estable fue de político, como concejal", explica.
El talento para las coplas le quedó como herencia de su padre, Nicolás Soriano, poeta del pueblo. Sólo eso le dejó, además del apodo: Perro de goma . Así llamaban a don Soriano y le dicen también a Simeón.
A lo de Pedro Lázaro fuimos en camioneta. La casa está a un par de kilómetros, en el barrio Toconadito. El pozo familiar para el tributo a la Pacha quedó esta vez en la cocina. Cada año, deciden entre padres e hijos dónde cavarlo. La ceremonia es un encuentro íntimo, pero de puertas abiertas.
La chacha es una planta que, encendida, sirve de sahumerio para anunciar el convite. La primera comida es el piri , con base de sémola. La bebida del comienzo es la chuya , "que tiene que estar presente para santiguar a nuestros cerros. Les pedimos a los mallkus , que son los picos más altos, porque ellos ven todos. De ahí bajan los ríos para que podamos sembrar. Pedimos por los pastores, para la siembra. También por la minería. Le pedimos permiso a la tierra, porque estamos sacando algo de su manto."
La minería es la principal actividad en la zona. Pedro trabajó en la extracción de ulexita, uno de los minerales que se buscan en los salares. Lo hizo en la mina Patito.
Referente de la transmisión de su cultura originaria, cuenta que otra tradición muy arraigada es la señalada. Para ella se acostumbra a entregar el corazón de los animales, aún latiendo, como tributo a la Pachamama. Pedro no participará de la fiesta nacional por estar muy atareado con otra celebración: la fiesta en honor a San Cayetano.
La despedida es con un yoki para cada visitante, una pulsera de muchos colores. "Es un amuleto hilado de izquierda a derecha, que nos sirve a modo de protección y también de homenaje a la Madre Tierra. No hay que pedir deseos; quien le pone el yoki los está pidiendo por usted." El 31 de agosto tendremos que desatarla, echarle alcohol y prenderle fuego.
Noche con estrellas
Pídale a la Pacha que apague el viento , bromea un lugareño cuando ve pasar al cacique. La tarde se puso inclemente, como casi todas. Así que, junto con nuestros anfitriones del pueblo, nos resguardamos en el mercado de artesanías, donde una veintena de puesteros ofrece sus productos con certificación de origen: lo que aquí se vende está hecho en la zona, de manera tradicional.
Hay trabajos en cerámica, pero la mayoría son tejidos, aunque ya no quedan casi telares. El último que teje de esa manera es Asencio Calpanchay, que quiere enseñar su técnica, pero no tiene quien se anime a continuarla. Incluso su hijo que vive en el pueblo prefiere trabajar en la mina que continuar con su tarea milenaria. "Hay que tener muchas paciencia para tejer de esta manera", se resigna.
Queda poca gente en las calles. En una esquina hay un grupo de muchachos con papel picado en sus cabezas. Vienen de chayar el auto nuevo de uno de ellos, que es como bendecirlo, con cerveza, en un acto festivo. Están a metros de la plaza principal, que se llama Héroes de la Patria, muy cerca del cruce de las calles Malvinas Argentinas y Soberanía Nacional. A pocos kilómetros de la frontera con Chile, a la identidad nacional la resguarda Gendarmería.
La cena es con el cacique, quien narra el cuento de la gallina y el cóndor. El protagonista es justamente un cóndor que, por mirar siempre hacia el suelo, no se animaba a volar. Es una alegoría de los pueblos que no buscan rescatar sus tradiciones. El cacique nos hace salir al frío de la calle para mostrarnos uno de los cielos más estrellados del mundo.
La última mañana aparece Anatolio, con todas sus llamas. Va con su traje de gala hasta el mercado de artesanías, a ver si llegaron turistas y consigue así su primer cliente.

En convoy a la cima

La partida es a las 7.05, aunque el viaje en sí comienza unos minutos más tarde, cuando permiten abrir las persianas metálicas que cubren las ventanillas. El problema es que a veces les tiran piedras al tren. Casi nunca, pero mejor cubrirse. Así que las persianas se abren al dejar atrás la capital salteña, en coincidencia con la salida del sol. Comienza entonces el verdadero viaje en el mítico Tren a las Nubes, una experiencia única, por los paisajes que atraviesa, el impacto de la obra de ingeniería y la posibilidad de ingresar en el mundo calmo y repleto de tradiciones de la Puna salteña.
Un video narra la historia de quien comenzó la obra, el ingeniero Richard Maury, para dejar luego espacio al silencio del camino.La mayoría aguarda las curvas pronunciadas (cruza 29 puentes, 21 túneles, 13 viaductos, 2 rulos y 2 zigzags) para lograr buenas imágenes del tren, que se puede fotografiar mejor cuando dobla. Entre mates, snacks y coca (hojas o té, que vende por $5 el vaso), los pasajeros disfrutan de un tren que asciende 3000 metros, mientras tratan de entender cómo es posible. Se puede almorzar en el vagón comedor, justo en el momento que la formación parece desplazarse sobre la cima de una cadena montañosa.
Antes del viaducto, cambia la locomotora. Allí aparecen los primeros vendedores de productos (mayormente) artesanales, que luego corren detrás de la formación, para vender en una de las dos paradas: el mirador del Viaducto de La Polvorilla, último punto al que llega antes de emprender el regreso. Es el puente más alto y famoso, a 4200 msnm.
La segunda parada es en San Antonio de los Cobres. En total, el tren recorre 434 km, ida y vuelta, en casi quince horas.

Una fiesta auténtica

Tomarse el viaje con tranquilidad es la receta para evitar el apunamiento. No hay que agitarse, dicen los locales. Pero es una recomendación que se respeta sólo hasta que empieza la Fiesta Nacional de la Pachamama. Es entonces cuando empiezan todos a bailar.
Cada año, San Antonio de los Cobres organiza este encuentro durante el primer fin de semana de agosto. Frente a la estación del Tren a las Nubes, se realizan ofrendas a la Madre Tierra, en una ceremonia que comienza después del mediodía y se extiende hasta el atardecer, cuando el frío y el viento se vuelven difíciles de soportar. Coca, vino, chicha de maíz, cigarrillos, comidas como la tistincha e incluso dinero se le brinda a la pacha. El cacique Miguel Siarez y el coplero Siméon Choque conducen el encuentro, ante unas 200 personas que rodean el pozo envueltas en humo de sahumerio. La mayoría hace luego una fila para realizar sus propias ofrendas.
En un escenario montado en las escalinatas de la estación, dos grupos musicales incitan al baile que, al menos en la última edición, unió a locales y visitantes en una danza caótica, divertida y muy espontánea.

DATOS UTILES

COMO LLEGAR
Tren a las Nubes. Tiene uno o dos servicios semanales, según el mes. El cronograma está en www.trenalasnubes.com.ar. Cuesta $695 el boleto para adultos y 520 para menores de 13 años. Más, al 0800-888-6823.
Viaje combinado. Hay agencias que ofrecen ir en el tren hasta San Antonio de los Cobres y regresar en camioneta, una opción ideal para quedarse al menos un día y que la vuelta no sea tan extensa (4 horas en lugar de 8 en el tren). Una de las agencias es La Linda: (387) 4317575/ 155000585. www.turismolalinda.com . Si el regreso es el mismo día, cuesta $885 por persona con el pasaje de tren incluido. Para volver otro día, cobran $332 por persona por el traslado.
DONDE DORMIR
  • Hay pocas hosterías. La más importante es Hotel de las Nubes, con habitaciones dobles por $500. Más, en www.hoteldelasnubes.com
QUE HACER
  • Anatolio y sus llamas. Paseo con los camélidos, por una hora, $ 100. Contacto: (0387) 155202615 / 155859858.
MAS INFORMACION
  • Secretaría de Turismo y Cultura de San Antonio de los Cobres, (0387) 155202615. culturayturismoandino@gmail.com

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