PUÑIHUIL (El Mercurio, de Chile, GDA).- Hace unos veinticinco años, en Puñihuil no había nada. O sea, nada aparte de pescadores, botes de madera, locos entre las rocas y tres islotes frente a la playa que, como solían contar los más viejos, se habían formado con el terremoto del 60 y donde, cada verano, cientos de pingüinos llegaban a alterar la monotonía del paisaje para luego irse de allí casi sin dejar rastro.
Por entonces, muy pocos les llamaban pingüinos. De hecho, algunos ni siquiera sabían distinguirlos muy bien. Para ellos eran, simplemente,patrancas (nombre chilote para los pingüinos). Unos curiosos animalitos que, por aún más curiosas razones, estaban atrayendo a gringos que, cámara en mano, rogaban para que un bote los dejara en alguno de los islotes y más tarde los pasara a buscar para volver a Ancud, de donde venían.
Héctor Galindo se acuerda muy bien de todo eso. Desde 1987 que conoce bien este lugar y contribuyó con sus manos a formar las enormes rumas de moluscos que salían diariamente de allí en camiones hacia Puerto Montt. Cierta vez, Galindo, que también trabajaba de taxista, no vino solo. Esa mañana en Ancud, un turista canadiense le había pedido que lo llevase a Puñihuil para ver de cerca a los pingüinos que él sabía anidaban allí cada verano. Una vez en Puñihuil contactó a su amigo Fernando Avalos para que llevase a su pasajero en el mismo bote de madera con el que había salido a pescar en la mañana.
Al volver del islote, el canadiense estaba encantado. Le confesó a Galindo que él ya había recorrido el mundo, pero que este lugar le había parecido, simplemente, único. Al taxista, entonces, le brillaron los ojos. Y hoy, sentado en el restaurante que construyó varios años más tarde frente a la bahía, minutos antes de subirse nuevamente a su lancha con turistas, asegura: "Ahí fue cuando me di cuenta de que esto iba a ser un gran negocio".
Hoy, Puñihuil es uno de los destinos turísticos más famosos del noroeste de Chiloé. En enero y febrero llegan hasta aquí alrededor de 20.000 turistas sólo para ver de cerca a las colonias de pingüinos de Humboldt y Magallánicos que escogieron este lugar para poner sus nidos. Y que, de paso, revolucionaron para siempre la vida de sus habitantes.
En Puñihuil, cinco ex pescadores -los únicos que cuentan con el permiso municipal para navegar entre los islotes- son hoy prósperos empresarios que siguen navegando todos los días en sus botes y viendo cómo les entra la plata a borbotones. O, al menos, como nunca se lo hubiesen imaginado.
Historias de pioneros
Fernando Avalos -y su mujer, Luz María Oyarzo- fueron pioneros en las navegaciones turísticas hacia las pingüineras. Avalos, por ejemplo, llevaba un buen tiempo haciendo esto cuando llegó la Fundación Otway, en 1997, el año del despegue turístico de Puñihuil.
A cargo del alemán Horst George, la fundación haría famoso a este lugar en el extranjero y, por cierto, también comenzaría a llevar turistas a los islotes: primero en los mismos botes de los pescadores, luego en unos zodiacs que eran manejados por sus propios voluntarios venidos de distintas partes del mundo.
Fue por entonces, a fines de los noventa, que aparecería en escena el resto de los protagonistas de esta historia: Raúl Altamirano, quien ya tenía un restaurante con su mujer, El Rincón del Caleuche; Héctor Galindo, el taxista que luego tuvo van y agencia turística en Ancud, y hoy es dueño de bote, tienda de artesanías y del Costa Pacífico, el restaurante gourmet de Puñihuil, y, finalmente, los hermanos Francisco y Miguel Altamirano, primos de Raúl, también propietarios de restaurantes y cabañas en el sector.
Todos viven hoy frente a los tres islotes de oro. Todos salen a la mar entre las 10 y las 20. Ya nunca más para pescar. Y, nunca más, por tan sólo un par de monedas. Ahora, en cambio, cada salida tiene un precio fijo: 10 dólares por persona. Cada bote zarpa seis veces al día y puede llevar máximo a diez pasajeros. Y en verano van llenos. Y todo gracias a los pingüinos. A los benditos pingüinos.
Llegaron las ballenas
Un buen día de 2003, dos forasteras aparecieron por aquí. Venían en un largo viaje desde Arica, siguiendo la pista de ballenas en las costa chilenas. Elsa Cabrera y Bárbara Galletti, del Centro de Conservación Cetácea ( www.ccc.chile.org ), sabían de la presencia histórica de cetáceos en la zona. Y ahora, por datos de locales, habían llegado hasta Puñihuil, donde en los últimos días se comentaban varios avistamientos.
"Hoy podemos decir que en Puñihuil, específicamente la zona que va entre el canal de Chacao y la isla Me-talqui, está la mayor concentración de ballenas azules del hemisferio sur. Tenemos registrados más de 300 individuos", asegura Bárbara Galletti seis años después de aquella primera vez, mientras observa la inmensidad del Pacífico desde el punto de observación panorámico que tienen en Duhatao, un caserío al sur de Puñihuil donde funciona su cuartel de investigaciones cetáceas.
Las científicas de la CCC llegaron a Puñihuil por las ballenas, pero se encontraron con los pingüinos y comenzaron el Proyecto Alfaguara.
"Al principio fue bien difícil -recuerda Elsa Cabrera-. Los pescadores habían tenido malas experiencias y que llegáramos nosotros les parecía cuento repetido."
Sin embargo, los contactos fueron rindiendo frutos poco a poco. La CCC ganó un proyecto de innovación en 2006 y, dinero en mano, comenzó a capacitar a los incipientes empresarios de Puñihuil en temas como turismo sustentable y educación ambiental. Incluso, logró llevarlos de viaje a Península Valdés para que vieran lo bien que funcionaba allí el turismo con ballenas francas australes.
"Allí entendimos los beneficios del ecoturismo, y que nosotros debíamos ser los protagonistas de nuestro destino", continúa Luz María Oyarzo, la presidenta de Ecoturismo Puñihuil, la agrupación que nació por esos días y que hoy integran cuatro de los cinco empresarios originales. Gracias a ella pudieron, como dicen, "dejar de lado la competencia" (fijaron un mismo precio para todos los botes) y "tomar conciencia de la vulnerabilidad del ecosistema".
A la espera de un barco
La agrupación, entonces, comenzó a soñar en grande. Y ahora se prepara para la nueva revolución de Puñihuil: tras ganar un proyecto Sercotec de 60.000 dólares, podrán finalmente tener su añorada embarcación de fibra de vidrio con cubierta para 10 pasajeros y, con ello, salir mar adentro en busca de ballenas azules, que se espera que pronto esté operativo. Ya tienen contactado al operador que los venderá en el extranjero, Austral Adventures ( www.austral-adventures.com ).
El caso de Puñihuil no tiene precedente en Chile. Hasta ahora, aunque el servicio sigue teniendo deficiencias, no hay ejemplo similar de una comunidad que, desde sus bases, se haya organizado para ofrecer el llamado "ecoturismo sustentable" y cuente, además, con estudios científicos previos y ordenanzas municipales que regulen, en este caso, el avistamiento de pingüinos.
La CCC les pidió un plazo de cinco años a los empresarios locales antes de iniciar el avistamiento de ballenas. En ese período, pudieron determinar la población de individuos y conseguir un importante dato estadístico: la probabilidad de ver ballenas azules entre Puñihuil y la isla Metalqui (la ruta que se piensa ofrecer cuando la embarcación esté lista) es hoy de un 94 por ciento.
Sin embargo, Luz María Oyarzo, la presidenta de la agrupación, no quiere cantar victoria. Hasta que no vea el barco flotando en la bahía ni turistas preparándose para zarpar, prefiere pensar que no ha logrado nada. Así lo hizo hace 17 años, cuando llegó a Puñihuil a trabajar en la caleta con su marido. Así lo hizo cuando decidió formar Ecoturismo Puñihuil y, con ello, montar todo un destino turístico en la bahía y así lo está haciendo ahora.
Sebastián Montalva W.
DATOS UTILES
Llegar
Desde Puerto Montt se puede tomar un bus a Ancud y luego un taxi a Puñihuil, que está 28 kilómetros al oeste de la ciudad.
Navegar
La temporada de pingüinos va de noviembre a marzo. Hay cinco botes que salen cada veinte minutos, de 10 a 19.40.
El paseo cuesta US$ 10 y US$ 6 los niños, y debe reservarse al menos un día antes. El servicio lo opera la agrupación Ecoturismo Puñihuil, que también cuenta con cabañas y restaurantes y ahora espera tener su embarcación para salir a ver ballenas azules entre diciembre y marzo, los meses en que están llegando constantemente a alimentarse en estas costas.
Reservas (09) 8317 4302; wwww.pinguineraschiloe.cl