Y ayer estuve al borde del enrosque, o mejor dicho, empecé a transitarlo pero -gracias a dios- me pude detener a tiempo. "Qué tanto miedo, qué tanto reparo, guíate por el amor, por la comprensión, y dedicate a ponerle más atención a tus crías, sí, sobre todo a la mayor, que te lo está pidiendo".
Y en eso miré la hora: era justo el momento de entrada al jardín, así que guardé la computadora y corrí a besarlas y guiñarles el ojo varias veces (sí, sí, somos aparatas) como suelo hacerlo.
Y ya por la tarde sacrifiqué conversaciones adultas, con otras amigas madres, para dedicarme en exclusivo a ellas, a hacer un collage juntas y a enseñarle a China a usar la tijera. Era tal la emoción de la enana por estar cortando papelitos y por tener a la madre a su total disposición, que en un momento me dijo (así, en estos términos) "no era más divertido que venga Magui a casa, era más divertido hacer un collage con vos".
Y no sólo eso. También repetimos otro ritual abandonado, el bañarnos las 3 juntitas, con juguetes, shampoo, espuma, quedarnos hasta las mil quinientas y yemas de dedos símil viejitas.
Necesitaba fugarme de la adultez. Hubiera seguido más tiempo en aquel limbo vespertino de no ser por los cacerolazos y bocinazos que de un momento al otro me bajaron a la tierra; o por lo menos a las conversaciones sobre política, a la lectura de diarios y a la consciencia de las tensiones político-sociales que estamos viviendo.
Algo fue algo.
¿Cómo están terminando ustedes la semana? ¿Deseos, sentimientos, pensamientos?
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Aprendiendo a usar la tijera
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