Acabo de atacar los restos de una canasta de huevitos de Pascua que yacía casi abandonada a la buena de Dios en la recepción de la agencia para darle la bienvenida a clientes y amigos. Quedaban unos 4 ó 5 huevitos de colores, envueltos en papeles metalizados y me apiadé de ellos. Eran muy chiquitos, que conste.
¿Por qué creo que puedo recompensarme por haber tomado la decisión de arrancar con Pilates seriamente esta semana? La palabra clave es seriamente. Como si ya la decisión me modelara el cuerpo como una escultura griega. Ilusa.
Pedro me mira y pone caras mientras me ve desenvolver el papel de aluminio, hacer una bolita, tirarla en el tacho e hincarle los dientes al huevo.
-Esta semana arranco Pilates así non-stop. No me rompas la pelotas, please que para eso me consigo un marido.
-Y correte la maratón de Manhattan, mamita, para bajar esos huevitos. Van 3...
Se ríe y me da una palmada el culo cuando me levanto para rellenar mi botella de agua.
-En otros lugares podrías ir preso por eso. Sabelo.
Se sigue riendo.
-Además me está por venir. Estoy ansiosa.
Y con esto ya nadie discute más nada, claro.
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