Soy prejuiciosa, creo que todos lo somos pero nos creemos que "yo no, nada que ver". Es solo cuestión de investigar un poco y ¡pum! salta el prejuicio como esos muñecos con resorte apenas abrías la caja. Si se tratase de tirar la primera piedra estaríamos todos amoretonados, la humanidad entera.
Ayer tuvimos un almuerzo "de mujeres" organizado por una marca con todas las chicas de la agencia. Me esperé lo peor. Un mundo de féminas mantenidas por sus pudientes maridos sin más tema que la entrada a primer grado, las vacantes de tal o cual colegio de zona norte y el último grito en lifting con los hilos de oro para levantar glúteos y pómulos. ¿Por qué asumo que cualquier mina que no labura monotematiza acerca de los niños, los colegios y la estética? ¿por que asumo que cualquier mujer que puede almorzar no trabaja? Porque soy una prejuiciosa, claro.
Después de la primer copa de rosé descarté la idea y supuse entonces que se iba a tratar de conflictuadas del tránsito lento o como esa que va gritando con el megáfono. Culpa de mis colegas publicitarios, mea culpa.
Me termino mordiendo la lengua a riesgo de envenenarme. Me llevo una sorpresa total: resultan en su mayoría simpáticas, interesantes, divertidísimas. A la cuarta visita al bar en busca de otra copa con una de mis nuevas amigas le confieso el prejuicio. Se mata de risa.
-Que perra. Una prejuiciosas de mierda. Te creías que venías a hablar de las vacantes y los entrenamientos de rugby de los chicos.
-Je, ponele… pero me desdigo, totalmente. Me divertí muchísimo.
-Bien. Considero que he cumplido mi función entonces. ¿Venís a mi muestra la semana que viene?
Intercambiamos teléfonos. Quedamos en almorzar. Tengo nueva amiga artista plástica, esposa y madre. Me encanta conocer gente nueva.