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Mauricio Wainrot en Bélgica




Bélgica puede parecerle a muchos un país monótono, incluso melancólico, pero hay que tomarse un tiempo para darse cuenta de que en realidad se trata de un país secreto, misterioso, musical, dice Mauricio Wainrot y lo confirma con hechos.
Ha vivido allí muchos años, sigue teniendo su departamento en Bruselas y en la actualidad es coreógrafo residente del Ballet Real de Bélgica, compañía con la cual monta una o dos obras anuales. Desde principios de este mes, sin embargo, comparte esa labor con la que lo ha hecho volver a la Argentina, la dirección del Ballet Contemporáneo del Teatro General San Martín.
En Bruselas, la Grand Place se ha convertido en pivote, en un punto de reunión que es también despliegue de estilos: el gótico del Ayuntamiento, el barroco del Museo de la Cerveza. Todo turista que se precie de tal la ronda a distintas horas del día y corre el riesgo de quedar un poco atrapado en sus alrededores.
De ahí viene, dice Mauricio W., el prejuicio que a veces se crea alrededor de Bruselas y de Bélgica, en general."Por eso yo sostengo que hay que alejarse de la plaza, ir más allá. Bruselas tiene contrastes maravillosos: uno está en una ciudad antiquísima, llena de obras de arte y espectáculos.
"Lo que ocurre allí con el movimiento de la nouvelle dance es un fenómeno muy interesante -y hay mucho para ver al respecto- y ahí no más tiene un bosque en el que uno puede sumergirse en un verdadero mundo natural."

Un bosque en la ciudad

"Yo solía caminar por el Bois de la Cambre, que es como estar en medio de un bosque de Bariloche, con colinas y verde todo alrededor; ninguna avenida, ningún ruido cerca. Los troncos de los árboles están verdes por todo lo que llueve: es como estar en el Matto Grosso en medio de la gran ciudad. Al lado de ese bosque, los de Palermo parecen un almácigo de perejiles.
"Ese lugar era ideal para concentrarme, yo iba mucho a trabajar ahí. Me sentaba en la confitería que está en medio del bosque, con los auriculares puestos, y creaba sin parar.
"Ahí, por ejemplo, trabajé en Debajo del olvido , una obra mía con música de Philip Glass."
Mucho antes de instalarse en Bélgica, Mauricio W. viajó a Bruselas y se hospedó en el hotel Metropole, una de las construcciones que hacen de la ciudad un punto para admirar arquitecturas.
El Metropole queda en las cercanías de la Place De Brouckere y es un exponente del art déco .
"Bruselas está llena de joyas del art nouveau . De hecho hay muchos tours organizados para conocer esas obras. Hay una que me interesa especialmente, el Palacio Stoclet, que en realidad anuncia la llegada del art déco . Fue construido por Jose Hoffmann, que contó con la colaboración de Gustave Klimt, entre otros artistas.
"Es un edificio todo blanco, que queda en las cercanías del Parc du Cinquantenaire. Es algo realmente espeluznante de ver, y suele ocurrir algo muy gracioso: todos los días van arquitectos y estudiantes a golpear las puertas, desesperados, pero la hija de Stoclet, que vive ahí, no les abre nunca."
En el principio del art nouveau está el hotel Tassel, la obra que en 1893 construyó Víctor Horta, arquitecto que fue central en este movimiento que incorporó al arte las técnicas y los materiales de la producción industrial.
Los hoteles Solvay y Van Eetvelde de Bruselas son otras dos instancias en las que se puede apreciar su trabajo, y lo mismo ocurre con lo que fue su casa privada, hoy convertida en Museo Horta.
El Museo Wiertz y el Museo de Arte Moderno, donde se encuentra la colección pública más completa de Magrittes, hablan de los lazos de la ciudad con el surrealismo, aunque dice Mauricio W. que no es necesario comprobarlo en ningún museo, ya que la ciudad está llena de encuentros con la propuesta surrealista.

Mundo surrealista

"Un día, en ese mismo bosque, yo iba caminando en medio de las colinas verdes, mirando el lago, y de pronto, en una especie de valle que se forma en una zona, encontré el marco de una puerta solo, colocado ahí de pie. Cosas como ésas pasan todo el tiempo.
"Y no sólo en Bruselas; son muchas otras las ciudades belgas que tienen su encanto. Gantes, por ejemplo, que todavía tiene algo del esplendor medieval, con todos esos canales y riachos; o Brujas, que es como una Little Venecia ; o Amberes, la gran ciudad de la comunidad flamenca, que es hoy el puerto más importante de Europa.
"El Ballet Real de Bélgica con el que colaboro tiene su sede ahí y a mí me encanta trabajar en una ciudad portuaria; tener el mar tan al alcance me da gusto y tranquilidad.
"En todas ellas se ve lo que yo ya había intuido en aquel primer viaje a Bélgica: el carácter hospitalario y franco de los belgas, su apertura hacia los extranjeros. Hay que pensar que hoy tienen una gran inmigración árabe, yugoslava, turca, y que ésta se ha producido de un modo mucho menos conflictivo de lo que ha ocurrido con otras capitales europeas."
Mauricio dice que los belgas conocen, además, el encanto de ser burgueses. Saben comer, saben divertirse, saben darse sus lujos.
Y que en ningún otro lado ha visto que se combinaran tan bien las virtudes de un país monárquico con las de una cultura social muy desarrollada.

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por Redacción OHLALÁ!

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