Hay un momento, un instante que de lunes a viernes, sistemáticamente, me produce un deleite visual... único. Como les digo, dura segundos. Entre 1 y 5, no más de eso. Pero es tal la impresión de esa foto, de esos cuerpos/rostros, que supongo ése debe ser el motivo por el cual intento (y seguiré intentando) sostenerlo en el tiempo.
Me refiero a ese hueco que me hago alrededor del mediodía (trabajo a pocas cuadras de casa) en el que busco a mis hijas para llevar al colegio. Si es temprano, subo al departamento y yo misma las bajo. Si veo que vengo jugada de tiempo, prefiero quedar con Patri en algún punto estratégico del barrio. Punto al que las más de las veces llego antes que ellas y como soy ansiosa y me aburre quedarme esperándolas, termino yendo hacia el departamento, a buscarlas.
Y ahí, click, ahí SUCEDE esa foto que les digo... esa imagen celestial, que en contraste con el agite de mis pensamientos adultos, rumiantes... me devuelve toda serenidad.
China y Lupe van agarradas a Patri, las 3 en el pallier del edificio, o ya saliendo del mismo, caminando lento, con sus cabelleras impecables, Lupe, con 2 colitas y una hebilla sosteniendo su flequillo, China, con una vincha... sus abrigos bien puestos, sus ropitas conscientemente elegidas, sus mochilas rosa chicle, sus llaveros artesanales...
Soy espectadora de mis hijas, por esos segundos las "vivo" con mirada turística... "Qué lindas son, qué chiquitas". Me sorprende estar haciéndome esas observaciones, como si mi capacidad de apreciarlas (yo que me las sé de memoria) fuera infinita, inagotable.
Luego una me mira, le avisa a su hermana, "mamá, mami". Soy festejada. Supongo que eso le da un sabor extra a la circunstancia.
Acto seguido hacemos la posta con Patri, agarro sus manitas y a partir de ahí, la responsabilidad me ocupa, me toma. Mis hijas vuelven a ser "mías", de algún modo sigo disfrutándolas, acomodándome yo a su paso lento, pero ya las miro distinto, somos NOSOTRAS.
No sé si será la distancia físico-práctica lo que me da esa perspectiva... y ese goce del que les hablo. O si, como decía, es el contraste entre el mundo adulto, racional, solitario que vengo ejercitando en el trabajo... y el puro, emocional, inocente de mis niñas, que siempre "desborda".
¿Hay alguna imagen, en relación a sus seres queridos, al paisaje, a la ciudad, que últimamente les haya despertado sensaciones similares? ¿Cuán seguido se sienten ejercitando la "mirada turística"?
En esta nota: