Vengo de días de sentirme MUY mamá. Creo que esta conexión extra o especial no tuvo tanto que ver con factores propios o intrínsecos al vínculo, sino más bien con el hecho de que todo el resto de preocupaciones que tienden a distraerme me ne fregaron. Supongo que debo hacer más seguido el ejercicio de gritar mi hartazgo.
Van a pensar que me mando la parte, pero no, créanme que disfruté a rabiar de mis nenas. Fui un soldadito feliz de serlo, de estar asistiéndolas en la espontaneidad de sus deseos, en su "yo quiero" hiperquinético. Que pintar, pintemos, que a hacer tortas con arena, voilà, que a tirarnos del tobogán, ok, que a comer esto, bueno, no, mejor aquello... Ah, sí, antes de que me reten por lo que pareció un consentimiento en cadena, aclaro que en ese estado de receptividad, de estar a su altura, con ellas, fue mucho más fácil que de costumbre negociar y conseguir que ellas también cedan.
Hubo 2 momentos críticos que creí serían el comienzo del fin (de aquel equilibrio). El primero: cuando me senté a quitarme el resto de esmalte de las uñas, y en eso Fede bajó a China de la mesa y el tarro de quitaesmalte cayó de lleno, justo encima del celular de marido.
Fede quiso matarme, yo no me hice del todo responsable... pero por suerte a la media hora habíamos logrado recuperar el eje (y el celular, no me pregunten cómo, revivió milagrosamente). Y ya un par de horas más tarde estábamos paseando en Palermo, como una familia "normal" (¿qué será una familiar normal?), que sonríe, que parece distendida a ojos de un observador externo.
Pasamos por Papelera Palermo, escribimos en unas tiritas nuestros deseos (China y Lupe pidieron los disfraces de Rapunzel, yo pedí "abundancia" para poder comprárselos), que atamos a unas ramas... y un rato después, mientras merendábamos en un café muy cool, con un servicio leeeento (e irritante si estás con niños con sed y hambre), sucedió el otro momento crítico:
Un espasmo de sollozo de la menor, de Lupe, de esos en los que se pone violeta por la falta de aire... y yo, mami, violeta de sólo verla a ella. Llegué a pararme arriba del sillón, saltar encima de China, a mi lado, para llegar a socorrerla. Y en esa travesía, un grito nervioso hacia Fede, y ya luego el abrazo y las palabras que normalizaron su llanto.
También pudimos salir airosos de ese momento, bueno, digo, con relativa elegancia, y en breve seguíamos siendo una familia "normal" de nuevo.
El domingo siguió en la misma sintonía. Hicimos plaza, escuchamos temas varios, fuimos al arenero y pintamos con témperas. Limitados en los movimientos porque todavía no habíamos cobrado, pero sin escenas deprimentes ni gritos desaforados fugándonos o distrayéndonos. Y con la atención muy puesta en las nenas, felizmente sincronizada con Fede en este aspecto. Muy papás ambos.
Y ustedes, ¿cómo lo vivieron? ¿momentos críticos?
En la Papelera, escribiendo nuestros deseos
Deseos colgando
Mami, me asomo por el triángulo
China muy compenetrada
''Lupe, que el pincel salga y vuelva al mismo tarro''
En esta nota: