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Noche de miércoles




Armé una nueva rutina en mi vida de madre. No fue de forma deliberada, sino espontánea.
A varias podrá parecerles una tontería (y quizás lo sea, sí), pero a mí me entusiasma a tal punto que ya el martes por la mañana me encuentro diciéndome: "No te olvides de hablar con Luz, mamá de Lucía Eva".
La nueva y pequeña rutina de los miércoles consiste en dejar que mis hijas inviten (alternadamente, en lo posible) a jugar (y a dormir, si se animan) a una amiguita. A una muy amiguita, hija de alguna madre amiga, o sea, está bueno que haya un vínculo que trascienda el jardín y por ende, confianza.
¿Por qué los miércoles y no los viernes, que sería lo más razonable? Porque los viernes hijas se van con su padre y recién vuelven el domingo por la tarde.
Es, además, una manera de de correrse de la rutina oficial y abrir un recreo en mitad de la semana.
Y sí, implica un poco más de trabajo (cuidar un niño más y cuidarlo especialmente) pero me voy dando cuenta de que, para mi sorpresa, resulta de lo más gratificante.
"Para mi sorpresa" porque había llegado a pensar, incluso a decir(me) que la maternidad, o acaso sus años más acalorados, me había quitado parte del gusto, del placer por el universo de los más chicos... y no. Siempre sentí admiración por el ser humano en su versión más primitiva, más pura, más espontánea, más vital, más entusiasta, más caótica, sin dudas más bondadosa... y me alegra reencontrarme con la Inés que cuidaba a niños, que ideaba talleres de movimiento para ellos, que entre sus 17 y 20 años se limitaba a sentarse en el cordón de un arenero y se quedaba mirando esa danza de monitos como si abriera la ventanilla de un auto para recibir aire fresco.
Para completar el combo, esa tarde propongo una compra en el supermercado. Con ellas. Una compra pequeña en la que básicamente las invito a elegir qué comer en la cena.
Cocinando soy mala tirando a desastrosa, pero si hay una amiga me esfuerzo. Agasajo más a las más amigas de hijas que a las propias. Sé que no debería ser así, pero así sale.
Y sí, he tenido situaciones espesas (ridículas y risibles), como ser que Lupe y Emma se peleen fuerte por ver quién se pone el vestido de Anna, o escenas de celos de Lupe: "¿Por qué a Emma siempre primero?, ¿por qué le sirvo primero el puré a ella?, ¿por qué le corto primero a ella la milanesa?"
Y alguna pensará "¿para qué complicártela más?, pero evidentemente la pequeña experiencia de acompañar a mis hijas invitando amigas me da más de lo que me demanda... y así como leen, llega el martes y ya estoy preguntándoles a las niñas: "¿y, a quién invitamos mañana?"
¿Ustedes invitan a otros hijos a sus casas? ¿Cómo llevan esa situación? ¿Les pasó alguna vez de tener que llamar al padre a última hora de la noche porque el nene/a extrañaba? ¿Dejan que sus hijos duerman en casa ajena (de amigo/a)?
PD: ¡Buen miércoles! Para contactarse por privado: FB

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